La junta de dueños, esa mesa redonda de los Caballeros de la Sangre de Atole que nunca sudan, los que siempre se aseguran que el discurso anuncie sus naufragios económicos. Los que usan al futbol como su gran outsourcing para evadir impuestos. Los que dicen que siempre están en deuda con la afición. Esos dueños que contrataron a un vendedor tan eficaz que les llenó las arcas de una federación sui géneris. Ellos que tienen atole en las venas, ojalá que no nos sirvan la sustancia con el dedo.
Yo así veo las cosas, es mi percepción. No pongo en tela de juicio la honorabilidad de Enrique Meza, tampoco la de Efraín Flores. Sí me da tristeza que hayan aceptado hacer un favor empeñando dos razones fundamentales de sus planes de vida. El primero podría estar dejando pasar la revancha y se conforma con un duelo contra un campeón del mundo que viene a regañadientes. El segundo compromete su futuro, al menos que en sus objetivos no esté dirigir a la selección mayor en un periodo mundialista.
Me apena de sobremanera tener que hacer juicios de valor pero tal vez esta visible sumisión sea el arma perfecta de Meza; de Flores no me extraña su actitud, perfectamente amaestrada por uno de los notables caballeros.
Un partido contra España para festejar, un deslucido Bicentenario, precisamente contra los futbolistas del reino conquistador. Un festín que cuando se ofreció parecía suculento, pero la res engordó y sus ganaderos le han hecho el feo a la fonda donde se pensaba cocinar.
Fue en esa mesa de los Caballeros de la Sangre de Atole donde se decidió exterminar a Aguirre sin rendición de cuentas, donde se fraguó el perverso pacto de los Caballeros, donde se deciden asuntos que derivan en grandes cantidades de dinero pero que demeritan el espectáculo y el desarrollo del deporte mismo. Fue en esa junta donde lanzaron a dos estrategas que aceptaron ser DT por un día. Meza dirigirá contra los campeones del mundo y Flores se encargará de tres partidos más. Son estos caballeros los que nunca entenderán el juego y nosotros los pobres ilusos que no entendemos sus tácticas financieras. Lo que es muy fácil comprender es que los 48 meses que había para llegar a Brasil, sólo quedan 47 y le seguiremos restando.
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