Como me gustaría que Arturo Pérez-Reverte escribiera la crónica de la gran final. El escritor caería en la tentación de regresar en el tiempo y podría llevarnos hasta la Guerra de Flandes y así, españoles y neerlandeses (decirles holandeses sería como decirle veracruzanos a todos los mexicanos), revivirían su guerra de los 80 años. Esas sangrientas, bravas, e inquietantes batallas que terminaron con la independencia de los Países Bajos. Estamos hablando de hace cuatro siglos. Estamos hablando de historia.
En 1568, España mandó a sus soldados hasta la región de Flandes (norte de Bélgica) para hacer la contra-reforma religiosa a capa y espada. Sus unidades de combate revolucionaron por completo el arte de la guerra. Los tercios fueron reconocidos como la mejor infantería del mundo. Impusieron su fuerza en múltiples conflictos pero fue en los Países Bajos donde protagonizaron las más célebres gestas. Sus eficaces tácticas fueron imitadas incluso por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.
Los tercios fueron una fuerza de choque de amplia autonomía, gran capacidad de maniobra y elevada potencia de fuego, basada en la acertada combinación entre armas blancas y de fuego. Un tercio contaba con tres armas fundamentales, con sus respectivos soldados que las servían: piqueros, arcabuceros y mosqueteros.
En aquellos siglos (XVI y XVII) España le hizo la guerra a Europa. Era una potencia pero la crisis económica detonó su decadencia. Abrieron frentes por todos lados, hasta que la máquina de combate perdió fuerza y empezó a perder. Y cuidado, porque entre los vencedores estuvieron los neerlandeses.
Pero esta vez, y en un frente de batalla de otras envergaduras, España ha mandado a su poderoso tercio hasta Johannesburgo y así como en Flandes, la Roja está haciendo su propia revolución futbolística. En el campo de juego es una fuerza con gran capacidad de maniobra y elevada potencia de gol. Sus piqueros pueden contener las cargas de sus rivales, sus arcabuceros son poderosos e intimidantes, y sus mosqueteros hacen temblar las redes de la plaza sometida.
En el viejo tercio de Johannesburgo hay hombres de silencios y miradas más que de palabras, con un gran sentido de la dignidad y de la justicia, pero también de la lealtad. Por eso le ha llegado su tiempo a los más fieros futbolistas, que darán la vida en 90 minutos.
El siglo XVII fue un siglo de luces y de muchas sombras para España. El siglo XXI también tiene esos fulgores y esas oscuridades pero hoy el frente de batalla abierto contra el mundo se está ganando con coraje, con entrega, con gallardía, con alegría y con un balón a los pies de sus soldados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario