Yo también soy Nepomuceno Moreno



Después de todo no se puede hablar de futbol cuando lo demás está tan jodido. Por estos momentos posteo lo que siento: miedo.

“Yo le quiero agradecer a Freddie y a los Queen por hacernos tan felices”: Maradona


Hoy es día de recordar a uno de los últimos grandes de la música. Un virtuoso que tuvo que ver en casi todos los ámbitos y cuya historia se entrelazó, porque así lo quiso, con un sinfín de personajes. Este espacio es futbolero y por obvias razones este apunte será desde ese ángulo. Freddie Mercury y Maradona coincidieron el día en que Queen dio concierto en la cancha de Vélez, un 8 de marzo de 1981 en el estadio José Amalfitani. Este es el audio y algunas fotos que andan por el tubo.  Escuchemos al Diego dándole las gracias a Freddie por ese regalo tan simple y llano que es la felicidad.


La Universidad, la Familia Mexicana, la Paz y la Juventud Deportista


Diego no terminó su obra en el estadio de la Ciudad Universitaria. Él quiso llenar los taludes con sus murales para que todos los asistentes se vieran reflejados en su obra monumental. Porque el genio utilizaba su talento para crear espejos de las formas, de las tradiciones, de los detalles que describían a las masas que poblaron a su lado los lugares en donde vivió. Pero su muerte no le dejó terminar el proyecto completo. Sólo "La Universidad, la Familia Mexicana, la Paz y la Juventud Deportista" se fusionaron con el edificio volcánico del Pedregal, cuatro conceptos que se han tambaleado en nuestro país y en los que hoy debemos poner énfasis. Porque ésta es una buena y sencilla fórmula para salir adelante en estos tiempos de pesadilla. Hay que seguirle apostando a la Universidad, para que las familias mexicanas tengan la paz y la juventud mexicana se refugie en el deporte para sanar el pensamiento de una sociedad temerosa y ensimismada. Diego Rivera quiso dejarnos un espejo más grande en esa joya arquitectónica pero murió un 24 de noviembre de 1957 y ya no le alcanzó el tiempo.


Saturnino

Fue estremecedor ver el homenaje al máximo ídolo rojo de todos los tiempos. Creador de varias generaciones de aficionados, artífice de cuatro campeonatos que resucitaron una empolvada y ensimismada franquicia. Su segundo nombre está ligado al planeta Saturno que, según los legendarios romanos, guiaba a aquellos que sembraban los campos. Lo cierto es que José sembraba y cosechaba de forma simultánea hasta quedar saciado.
Es imposible frenar las emociones que emanan de la propia historia. El recuerdo de las hazañas conduce de inmediato a ese factor que amarra las identidades de un equipo de futbol. El agradecimiento de una afición es espontáneo. La caballerosidad deportiva debería ser un sello discreto de prestigio . La negación del pasado destruye el presente y así no se puede soñar. Sin embargo, la apoteosis por la vuelta del héroe de otros a casa me regaló un instante intenso, junto a una comunidad que rige sus procederes al estilo feudal.
El bienamado fue temido por la cúpula y puso en su lugar las cosas. Ahora sí, ninguna ilusión podrá desbaratar las evidencias de que lo obsoleto y lo arcaico no van de la mano con el color rojo ni con los designios del diablo. 

Kopaszewski

El primer francés en ser nombrado mejor futbolista del mundo tiene una historia larga e intensa. Una vida muy exitosa en el campo de juego  pero contrastada con dramáticos instantes que lo definieron como ser humano. Un hombre al que le cercenaron el apellido, luego el dedo índice de su mano izquierda y después un gran pedazo de su alma. Un futbolista que dejó el balón sólo cuando la vejez se lo exigió. Un luchador social que entendía el significado de las letras que componen la palabra esclavitud. Un francés, hijo de alemanes y nieto de polacos que acabó por ser universal.

Los españoles lo vieron como un conquistador cuando desparramó gambetas con el Real Madrid. En alusión a su tamaño, un metro con sesenta y ocho centímetros (la misma que Maradona), acudieron al lugar común y le apodaron Napoleón. Antes de él, el número diez en los dorsales era intrascendente. Después de él, el 10 se convirtió en la clave del futbol. Sin embargo él nunca portó en su camiseta el número mágico, simplemente le dio razón de ser a esa posición. A Raymond Kopa hay que celebrarlo robándole un poco del sentido que a su vida le ha dado, porque sigue vivo y apenas ha cumplido 80 años.

La primera guerra mundial y la hambruna desplazaron, por lo menos, a seis mil polacos hacia el oeste de Europa y se asentaron en Francia. El submundo de Noeux-les-Mines estaba lleno de carbón y como la mayoría de los inmigrantes eran extractores del mineral, muchos se establecieron en esta región, al norte del territorio galo. Entre tantas familias venían los Kopaszewski. La historia de nuestro personaje comenzaría un 13 de octubre de 1931, el día en que nació.

Para facilitarle la vida al niño Raymond, en la escuela simplificaron su apellido y quedó en Kopa. Kopa, en polaco, significa patada y el resto omitido del apellido, szewski, quiere decir zapatero. Entonces, el significado original, de alguna u otra forma, tenía que ver completamente con un asunto de pies. Así es siempre el destino que no permite que le burlen ni que le tomen atajos.

La familia polaca Kopaszewski era una familia de mineros. El destino de los varones de esta familia quedaba ligado a esos peligrosos agujeros que los llevaban hasta el codiciado carbón. Las minas ataban para siempre a las familias de los mineros en una especie de dependencia por preservar un oficio aprendido de generación en generación que terminaba por esclavizar al individuo bajo la tierra. Su padre y su hermano tuvieron vidas cortas porque se llenaron los pulmones del veneno que respiraron en el hoyo. A Raymond, quien se encargaba de empujar las góndolas mineras, un accidente en la adolescencia, le provocó la amputación del dedo índice de su mano izquierda y le despertó la terrible ansiedad de dejar la mina para acabar con la esclavizante tradición familiar. El futbol lo sacaría para siempre de los húmedos y oscuros túneles.

Eduardo Galeano cuenta que Kopa “con la pelota en el pie, crecía y dominaba la cancha”. Que fue un jugador de mucha movilidad, de florido regate y que cuando se escabullía hacia la meta dibujando arabescos sobre el césped. Los técnicos se tiraban de los pelos, por lo mucho que se entretenía con la pelota. Cuentan en Noeux-les-Mines  que así jugaba niño. Su menuda estatura lo llevó a ser socio de la fuerza de gravedad y giraba sobre sí mismo para sacarle ventajas al contrincante que casi siempre le ganaba en estatura. El balón pegado al pie como buen gambetero, un prodigio diferenciador en este juego de conjunto.

El SCO Angers de segunda división le hizo un canje a su vida: dejaba la mina y correría tras el balón, aunque su estatus como ser humano seguía dependiendo de los dueños de todo. El futbol francés se hizo profesional a partir de 1932 y como un pacto entre caballeros, la norma no escrita obligaba al futbolista amateur a firmar un contrato de por vida (o hasta que cumpliera 35 años) con el primer club profesional que lo fichara. Si bien Kopa celebraba su cambio de vida, su conciencia no lo dejaba tranquilo. Sus cualidades y su espíritu tarde o temprano serían anhelados por intereses mayores y a la hora de negociar su talento él quedaría en medio y atado de manos. Finalmente ocurrió lo previsto y el Stade Reims compró su carta, para luego revendérsela al Real Madrid, en 1956, por una cifra récord que rondaba las 38 mil libras esterlinas. Kopa fue el primer futbolista francés contratado para jugar fuera de Francia.

Ya habían pasado algunos años cuando Kopa criticó las formas del negocio. En 1963 declaró al semanario France-Dimanche una frase contundente que lo costó seis meses de suspensión: “Los futbolistas somos esclavos del futbol”.

Su vida profesional perteneció a aquellos dos equipos que pagaron por tenerlo. Con el Reims ganó dos títulos de la liga francesa (1953 y 1955). En 1956 llegaron a la final de la Copa de Europa y la perdieron con el Real Madrid. Con los merengues formó uno de los cuadros más grandes de la historia del futbol. Vestido de blanco fue tres veces consecutivas campeón de Europa y ganó la liga en dos ocasiones, a pesar de los celos profesionales de la Saeta Rubia, Don Alfredo Di’Stéfano.

Simbólicamente, los dedos se asocian a los parientes. Dicen los esotéricos que si sueñas con un dedo amputado es porque podrías perder a un familiar muy cercano, pero Raymond vivió en carne propia ambas atrocidades. Ese dedo amputado vino a convertirse en el pequeño Denis, su pequeño hijo, quien murió de cáncer el 15 de febrero de 1963.  Para entonces, Kopa estaba de vuelta con el Stade Reims para ganar un par de ligas más y también vivir el descenso del equipo y su coronación en la segunda división, enmarcando así su retiro del futbol profesional, en 1967.

Fue seleccionado francés desde los 21 años, asistió a dos copas del mundo y en la de 1958 acabó conquistando el tercer lugar. Inolvidable e inspirador su paso con Les Blues, aunque en sus últimas apariciones como seleccionado nacional, haya saltado al campo con la moral desecha por la grave enfermedad de su pequeño. En esos momentos de dolor fue cuando la crítica lo quiso convertir en villano, fue en un estado anímico vulnerable cuando tuvo el valor de decir que los futbolistas eran tratados como esclavos. Un hombre con su temperamento no dejaría de luchar por sus ideales. Por eso es un oficial de la Legión de Honor y uno de los tres futbolistas franceses más grandes del siglo XX, junto a Platini y Zidane.

Kopa ha seguido viviendo su vida y ha rebasado la edad promedio de los mineros gracias al futbol. Nunca deberán ser olvidados sus grandes méritos deportivos, simbolizados en copas y trofeos que subastó en 2001 para ayudar a niños con cáncer, pero de lo que jamás hay que dudar es que el juego extrajo de él un humanismo sencillo y claro, donde la justicia y la honradez siempre brindarán felicidad a pesar de las tragedias.

Kopa en construcción

Estoy preparando la historia de Raymond Kopa. Este 13 de octubre es su cumpleaños y aunque se ha escrito todo lo que se puede escribir de un futbolista, intentaré perfilarlo. Por lo pronto hay elementos que llevan a pensar en una vida dramática, la de un hombre al que le partieron el apellido a la mitad.

Cuestión de fe

Tal vez nos quedemos en el camino pero la renovación está mostrándose en la cancha. El equipo se está integrando. Hay entrega, intención y voluntad a pesar de que cuando atacamos todo acabe concentrándose en los botines del 24. El arquero es un líder. Los centrales son fieros y elegantes. Aureliano sabe lo que hace. El recuperador es magno. El grillo se está jugando la última carta. El 10 es un maestro y el 8 sufre pero no para. El Cone se va a los Panamericanos y el avión sabrá si se toma en serio la oportunidad para poder volar al destino de sus sueños. No hubo gol a favor ni en contra. Sumamos un punto. Nos quedan cinco partidos y todo puede suceder, cuestión de fe, no hay más.

El sueño de Diego

El sueño de Diego se ha cumplido. Siempre quiso compartir el medio campo con su gran amigo y maestro. Jugar junto a Sinha y no imaginarse como su suplente era un plan incomprendido que Héctor Hugo Eugui ha puesto en marcha para modificar el esquema de los Diablos Rojos. Diego es un centrocampista ofensivo que ofrece variantes. Su físico lo convierte en un jugador fuerte. Apto para robar balones pero también facultado para darle intención al hurto con inteligencia.

Ya no es un novato y ha sido paciente al esperar su turno. Es hijo de futbolista y creció enterándose de las condiciones que pone el juego. Su padre, Ramón, fue jugador del Toluca. Para 1984 formaba parte del Atlético Potosino y el 5 de febrero de aquel año nacería su segundo hijo al que llamó Diego.

Y Diego ha escrito su propia historia en donde ya ha sido campeón. Debutó en el 2004 con los Diablos y cuando el Deportivo Toluca participó por primera vez en una Copa Libertadores, de la Torre anotaría el primer gol toluqueño, en este torneo internacional, con un soberbio disparo de larga distancia en contra del Cienciano, en la ciudad de Cuzco. 

Tras emigrar una temporada con los Gladiadores de San Luis, en donde mostró grandes recursos, Diego fue requerido por el equipo de nueva cuenta y ha sido en este Apertura 2011 cuando el destino le ha marcado el rumbo. Tuvo que cubrir la ausencia de Sinha durante tres jornadas, fuera del campo abrió un restaurante japonés y hace un par de semanas que hace dupla con el capitán, en el medio campo escarlata. 

El grillo y los alacranes

El profe volvió a salir con línea de cuatro. Pero esta vez era “su” línea de cuatro. Sentó a los alacranes del grupo y puso a un grillo en la zaga que se guardaba una deuda personal en contra de los rivales. Un cronista amigo del hombre del banquillo dijo que eran patadas de ahogado en un equipo que ya no funciona. Pero así inició el partido ante una escuadra dirigida por un técnico lleno de aspavientos y que siempre comunica con la grada.
El cambio de actitud fue notorio de principio a fin. Hubo otro espíritu de equipo. Se le apostó a lo único que queda cuando sólo faltan siete partidos para finalizar el torneo. Metimos el primero, nos empataron y con riñones, el centro delantero, se fabricó su propia jugada y marcó su segundo de la tarde y el tanto de la victoria. Un triunfo que exhibió lo mejor y lo peor del equipo. Un resultado que la afición logró interpretar con inteligencia. Abuchearon a uno de los conflictivos y al término de la partida abandonaron las gradas, tal vez, un poco más tranquilos y sin humillar al buen hombre del banquillo que le ha puesto el alma a un complicado plan de renovación. La paciencia es indispensable.

Línea de cu4tro

Esperé más de seis horas para compartir un sentimiento digerido. Esperábamos la derrota y tal vez así de abultada. Posiblemente no estamos del todo vencidos pero sí lastima que le digan ruco o senil a aquel que carga con todas las responsabilidades. Que los chavos crean que es un mediocre. Que no sepan que ese hombre es un hombre bueno, bienintencionado. Me duelen porque sé quién es y me lastima porque no sé como poder hacer algo. Le escribí hace un rato para recordarle que estoy viviendo con el corazón esta temporada. La primera que me hace vibrar desde que me dedico a contar historias de futbol. Entiendo que la afición quiere un equipo poderoso, que estos momentos son difíciles para la historia del club. Generacionalmente está cerrándose un ciclo y los nuevos parámetros del futbol obligan a tener académicos y no gángsters en sus tripas. Pero este hombre es demasiado bueno y la bondad parece que condena, en los tiempos antiguos a la cruz y en los recientes al ridículo. Hay que ser cabrón porque si no te joden. Pero muchas veces los cabrones son muy eficientes pero sumamente indolentes. Perdimos feo y seguro que el del banquillo hoy no duerme tranquilo. Un abrazo profe, mantengamos esa línea de cuatro. 

Con la cara de tontos

Fue un gol maldito, de esos que avisan desde que el balón está por el medio campo. De esos que te matan la tarde. Que destrozan los planes. Que amargan y te hacen sentirte mal. Sientes la frustración, el enojo, pero ese empate en tiempos adicionales se vio venir. “Ya se acabó el partido” le dijo el lateral izquierdo al arquero y cuando los dos voltearon ya tenían la jugada a punto de culminar con las redes moviéndose.
Y después, los reclamos de la grada, a grito unánime: fuera, fuera, fuera. Y el buen hombre del banquillo saliendo con las arrugas del rostro reflejando que ahora sí se le había arrugado el alma. Cuando estaba por doblar hacia el vestidor me preguntó que cómo estaba. Ninguno de los dos estábamos bien. Estábamos incómodos. Preocupados. Uno de los delanteros dijo que con cara de tontos. Y sí, así quedamos todos lo que restó de un domingo que pudo haber sido diferente. Pero como siempre dicen los que juegan: así es el futbol.

El monje que nulifica

Félix Araujo hace lo que le pide Héctor Hugo Eugui, cada vez que lo mete a jugar de relevo para el Toluca. Apenas debutó en primera división con 28 años. Es como un monje que vive con el voto de obediencia, sabiendo que está cumpliendo su penitencia. Es discreto, tiene tatuajes misteriosos en el cuerpo. Sabe que ya no es un novato y que a sus 28 años está será su última oportunidad. Fue soberbio consigo mismo. Dejó para después lo que no tenía prórroga. El futbol es de instantes y todos se suman, pero él derrochó su tiempo.

Félix es de Guadalajara, de familia rojiblanca. Un muchacho que nunca tuvo, paradójicamente, nada más que la vida y sus dones. Los dones de la fortaleza física, la valentía y la suerte de haber sido reclutado por un visor de Cruz Azul que se lo llevó desde muy joven. Anduvo por muchos lados. Llegó a jugar hasta en Paraguay. La suerte le sonreía pero era uno más, uno de los que llegaron y se acomodaron en el montón.

Néstor, su hermano menor le seguía los pasos y le pedía consejos. También vio sus defectos y no los replicó. Gracias a Néstor, quién viene sumando con alegría todos sus instantes con Cruz Azul y la selección menor, Félix reaccionó y en verdad se puso el hábito del monje dócil que entra al campo para nulificar a aquellos rivales que requieran de su tozuda marca. En el partido contra Estudiantes no dejó que Lillingston hiciera nada a partir de que él entró a nulificarlo. Contra Atlante, Kikín Fonseca nunca logró quitarse la intimidante marca. Y seguirá haciendo lo que le pida Eugui, sabe bien que ya no le resta tiempo para derrochar.

Ese Pibe

Desde que nació aquel 2 de septiembre de 1962, Jaricho lo llevaba a todas partes. De arriba para abajo. A todas horas traía al junior consigo. En el barrio “Pescaito” sabían que los Valderrama nacían siendo futbolistas. Jaricho era moreno, moreno, pero el nene salió blanquito. Uno de esos días de entrenamiento con el Unión Magdalena, Carlos llegó solo y el Turco Deibe, entrenador argentino del cuadro, preguntó sorprendido por la ruptura momentánea del binomio: ¿y el pibe cómo está? Desde entonces y para siempre ese pibe fue El Pibe Valderrama.

Diavolo Rasta

Nació un mes después de que encerraran a Mandela en prisión. Fue hijo fuera del matrimonio y le pidió permiso al padre para utilizar su apellido porque el Ruud Dil no era nombre adecuado para un futbolista. Lo arrestaron a los 13 años cuando miraba unos chocolates muy de cerca en una Amsterdam intolerante. Abrazó al reggae de Marley para reclamar sus derechos. Se enruló el cabello y parecía un rasta, un diavolo rasta dijeron los italianos.  El Tulipán Negro es un clásico del futbol que se expresó en el campo con coherencia. Hoy, 1 de septiembre, cumple 49 años y Nelson Mandela lo considera uno de sus más queridos amigos.

El ciudadano ilustre de Luque


Él viene desde Luque, aquella célebre ciudad paraguaya de la música, de la filigrana, la orfebrería y el futbol. Cuna de Chilavert, de Romerito y de Raúl Vicente Amarilla. Sede de la Conmebol. Hogar de apasionados ciudadanos que le elevan el rango hasta el grado de República y que trabajan la plata y el oro con destreza. De ahí viene Aureliano, quien no podía llamarse de otra forma en una tierra donde lo dorado brilla por naturaleza.

Aureliano Torres es zurdo. Trabaja por izquierda. Defiende y ataca con discreción y poseé la virtud de aquellos que se atreven a disparar de lejos. Para poder ser lo que es, tuvo que sobrevivir a las carencias desde que el día en que nació. El horno de pan le recuerda el sacrificio del que madruga porque su padre se lo llevaba temprano a trabajar mientras soñaba despierto con el balón. Su vida, hasta ahora, se divide en un antes y un después de San Lorenzo de Almagro. Antes -jugó en su país, en Japón y en España-, la mala suerte lo orilló hasta el punto del retiro. Después, en el 2007, con “El Ciclón” aprendió lo necesario para ser campeón y realizó una jugada que quedó marcada de por vida en aquellos que la pudieron ver. Fue un disparo fulminante contra Boca en el Nuevo Gasómetro que le dio la victoria a los Cuervos en el Clausura 2011.

Con la albirroja tuvo un gran capítulo de gloria cuando fue medallista olímpico en Atenas 2004. El Tata Martino le convocó para la copa del Mundo de Sudáfrica 2010 y recientemente formó parte de esa muralla defensiva que puso en predicamento al futbol del continente durante toda la Copa América. 

Aureliano ha pisado ya el césped del Nemesio Diez y en su compromiso está el cumplir. Sea bienvenido entonces el ciudadano ilustre de la ciudad de Luque, tierra en donde es obligado escribirse su propia historia. 

Caja de bombones al pie del cerro del elefante

Estoy cumpliendo 57 años.  Aquel día, 8 de agosto de 1954, cayó en domingo, hoy cae en lunes. Enrique Sesma, a quien le decían el Loco, marcó el primer gol rojo, pero esa vez perdimos con un equipo de un país que ya no existe. Desde entonces soy el estadio del Deportivo Toluca, llamado Nemesio Diez en honor al más grande de nuestros benefactores.
Dicen que tengo forma de bombonera, aunque desde hace mucho tiempo los bombones se venden en bolsas. Pero también dicen que aquel cerro de atrás tiene forma de elefante.
Soy el estadio que más veces ha visto a su equipo coronarse. Nueve de nuestros diez trofeos se han levantado aquí.

En la portería poniente de mi campo se han vivido dramáticas series de tiros penales para definir al campeón. Este marco despide al sol en su recorrido pues la cancha es la única del futbol mexicano que está ubicada de este a oeste, y a una altitud de 2663 metros sobre el nivel del mar. Pero esperen un momento, también fui sede en dos Copas del Mundo. Una en 1970 y la otra en 1986.

Dicen que a los 57 años uno ya no es tan joven, pero tampoco tan viejo. Hoy es lunes, aquella vez fue domingo, pero parece que fue ayer.

De Gotemburgo para Toluca

Desde 1975, durante una semana del verano, Suecia se convierte en el punto de encuentro del futuro del futbol mundial. Miles de muchachas y muchachos, de entre 11 y 18 años, llegan a la ciudad de Gotemburgo para disputar la Copa Gothia.

Todo arranca en lunes, en una ceremonia de inauguración espectacular con cincuenta mil personas abarrotando las gradas del estadio Nuevo Ullevi, el más grande de los países nórdicos. Lo primero es convivir para poder enfrentarse en una competencia formal por categorías. Los equipos no se conocen y la fórmula es jugar como siempre lo hacen, en asociación, en equipo. Esa es la fortaleza. Para esta edición 2011 se inscribieron mil quinientos setenta equipos provenientes de 73 países de todos los puntos del planeta. Durante la semana se celebran más de cuatro mil partidos y se ocupan más de cien campos de juego. Quinientos árbitros son los encargados de aplicar el reglamento.

Según las estadísticas, en la Copa Gothia nace una futura estrella cada año. Adebayor, Andrea Pirlo, Ze Roberto o Xabi Alonso son algunos de los grandes que pasaron por Gotemburgo.

Gotemburgo es una ciudad generosa y hospitalaria, por lo que la fiesta de bienvenida es una tradición inolvidable, así como el parque de diversiones de Liseberg. Cuando se acerca el fin de semana, las finales se van desarrollando una a una. Las manos de los ganadores se unen a las manos del trofeo que sujeta un balón en donde todos coinciden. Nosotros llegamos a ese partido clave.  El Deportivo Toluca, con su equipo sub 15, avanzó con grandes resultados y la Copa Gothia ya está en nuestras vitrinas. Por eso, al regresar a casa, todos, sin excepción, nunca borrarán de sus memorias el día en que ganaron el torneo juvenil más grande del mundo.

Le tocó nacer un martes

Aquel 10 de abril de 1979 cayó en martes. La fecha evoca varios instantes. Fue el mismo día en que un tornado gigante arrasó con Wichita Falls en Texas. Fue el mismo día que murió Nino Rota, el inmortal compositor de la música de El Padrino. Pero también ese mismo día nació la cantautora británica Sophie Ellis Bextor, que hoy suena fuerte en el mundo.

Aquel 10 de abril del 79 inicia la vida del nuevo centro delantero del Toluca. Iván Alonso es uruguayo y al serlo se relaciona por asociación con nuestra lista de recuerdos que siempre inspiran. Salió de su país muy joven y en España se consumó como el futbolista que es. Ha sido jugador del Alavés, del Real Murcia y del Espanyol.

Con el Alavés conformó el Pink Team y llegó hasta la final de la Copa de la UEFA en el 2001. Aquel partido que perdieron contra Liverpool está considerado como uno de los 20 mejores encuentros en la historia del futbol. Ahí, Iván anotó una vez.

Después, en Murcia se volvió leyenda. Fue con los pimentoneros donde el color rojo lo conectó con una grada ansiosa de celebrar. El 26 de noviembre de 2006 anotó el primer gol del Real Murcia en su nuevo estadio y al final de aquella temporada, fue él quien batió las redes cuando los granas ascendieron a primera división.

Con el Espanyol de Barcelona maduró y supo aplicar sus dotes en diversos momentos que se le presentaron.  Aportó espíritu cuando el equipo peleaba por mantener la categoría. También sufrió y afrontó la pérdida de Dani Jarque.  Un mes después, cuando nació la hija de Dani, Alonso clavó el gol del gane contra el Málaga, en una coincidencia mágica que celebró la llegada de la pequeña Martina.

Cargado de vivencias, de sentimientos, de instantes que le han marcado, Iván Alonso está en Toluca con el objetivo muy claro. Continuar escribiendo la historia que comenzó aquel 10 de abril de 1979.

Nuestro futbol llegó del fin de la tierra (1ª Parte)

El 11 de julio es día del minero, un pretexto ideal para viajar en el tiempo y recordar a aquellos que jugaron al balompié por primera vez en México, según la versión oficial de los historiadores. El hecho es que el futbol mexicano, introducido en la región de las minas hidalguenses, tiene orígenes córnicos. Para eso debemos conocer un poco sobre la cultura Cornish traída por los mineros que llegaron, en una fabulosa aventura, desde Cornualles hasta Real del Monte. Les aseguro que así, por lo menos, la escasa historia de los albores de este deporte en nuestro país tomará sentido y nos obligará a seguir hurgando en otras regiones donde se pelea la potestad del juego.

Cornualles (Cornwall en inglés; Kernow en córnico) es el ancestral escenario donde se desarrollaron las leyendas del Rey Arturo. Es el fin de la tierra para los antiguos habitantes de la isla británica. Es territorio de celtas por lo tanto hay misterios, magia, misticismo y rebeldía en su pasado, presente y futuro. Pero también es un ducado de la Corona Británica, por lo que el 2% del territorio le pertenece al efímero príncipe Carlos.

Desde tiempos muy remotos, Cornualles fue la principal fuente de abastecimiento de estaño para las civilizaciones antiguas del Mediterráneo y por eso cargaron con la fama de ser los mayores mineros del mundo. Pero en el fin de la tierra se agotaron los minerales y por eso tuvieron que emigrar. ¿A dónde? Un grupo partió rumbo a Oceanía, otro se dirigió al Cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica) y el resto cruzó el Atlántico para llegar a América. Fue así como llegaron a México y aprovecharon el triunfo de la independencia en 1821 para sumirse en las abandonadas entrañas de los montes, ricas en minerales.

La expedición para traer las fantásticas máquinas mineras a Real del Monte, en particular, fue una de las más grandes epopeyas de la historia mundial de la minería. Se le conoce como “La Gran Marcha del Grupo de Transporte”. El viaje se realizó entre 1825 y 1826. Cuatro barcos – el Melpomene, el General Phipps, el Sarah y el Courier – transportaron a los primeros mineros de la compañía Minera Real del Monte y también cargaron las mil quinientas toneladas de equipo tecnológico  entre las que venían nueve máquinas de balancín Cornish con sus correspondientes calderas.

Zarparon de Falmouth (Aberfal en córnico) pero al llegar al Veracruz les denegaron la entrada. San Juan de Ulúa todavía era una guarnición española. Desembarcaron en la playa de Mocambo y tardaron ocho semanas en la descarga de las máquinas. Ahí mismo murieron 26 emigrantes, que padecieron por las fiebres o en accidentes originados en los trabajos de maniobras. Para los historiadores fue así como el inicio la revolución industrial en Latinoamérica.

Para llegar a Real del Monte fue otra aventura. Tardaron un año en recorrer los 400 kilómetros que había entre las costas del golfo y las minas de plata, situadas a tres mil metros sobre el nivel del mar. Por fin, los primeros llegaron el 1 de mayo de 1826. Sonaron las campanas, tocaron las bandas música. Hubo fiesta. Ese día, el pequeño pueblo empezaría a tomar la forma de las ciudades de Cornualles y por lo tanto, también empezaron a ponerse en prácticas las costumbres de los valientes viajeros.

Los dos amigos que se hicieron viejos, soñando

Esta historia nos remonta en el tiempo algunos años. Cuando dos leyendas del Toluca estaban por rebasar la sexta década de su vida. Menos canas, muchos planes, los dos seguían unidos al futbol pero no en donde querían estar. Soñaban con ser pero a veces la resignación les hacía sonreírle al destino desde sus respectivos negocios. Uno estaba dedicado a los niños y a su restaurante, tras haber dirigido sin poder llegar a mantenerse en la primera división. El otro pasaba los días en su tienda de deportes, a unas cuadras del Nemesio Díez. Ninguno imaginaba lo que les tenía reservado el destino.

Héctor Hugo Eugui y Walter Gassire volvieron al campo de juego y desde la banca reescribieron sus historias juntos. Pero continuemos hurgando en el cajón de sus recuerdos. Los apodos de ambos señalan épocas pasadas. A uno le llamaban el desalmado. “Aquí en México me pusieron el desalmado porque al disparar la pelota no tenía alma para hacerlo”, nos dice Eugui. Al otro le decían el flaco. “Yo era muy flaco y muy alto desde niño”, asegura Gassire.

El desalmado atacaba por izquierda con las virtudes del zurdo natural. Era un jugador rápido, potente y con buen disparo. Y el Flaco guardaba la meta con elegancia.

Eugui nació el 18 de febrero de 1947 en Mercedes, departamento de Soriano,  en Uruguay, la cuna más prolífera de futbolistas en una nación cuya economía depende de la ganadería y de la venta de jugadores. Gassire también es uruguayo, nació el 21 de agosto de 1946.

Primero vino Héctor. Nacho Trelles mandó por él y arribó un seis de enero de 1972. Walter llegó en junio de 1974, lo trajo José Ricardo de León, el hombre que tenía una máxima: el asunto es ganar. Juntos formaron el Cangrejo Rojo, tal vez el proyecto de futbol total más incomprendido en la historia del futbol mexicano. Y fueron campeones en 1975 para sorpresa de muchos. Después tomaron caminos distintos. Eugui se fue a los Tigres, donde jugó otra final contra Cruz Azul, en un dramático partido que perdieron en el Azteca. Eso marcó su adiós del futbol, a los 33 años. Gassire sufrió una terrible cirugía para extirparle un tumor cerebral que parecía el final de todo. Aquí en Toluca nunca se le dejó solo y se recuperó para seguir volando. Después defendió al Atletas Campesinos y al Tampico Madero, en donde se retiró a los 36 años.

Amigos desde siempre, muy pocos conocían su gran plan. Sólo ellos sabían que la gran oportunidad les llegaría. Hicieron de todo y hasta fueron comentaristas deportivos hasta que a Héctor lo llamaron de Tigres para ser directivo. Luego se abrió el hueco en Indios y hasta la frontera fueron a dar. Pasaron días muy duros, en una ciudad violenta, con la gente muchas veces en contra, pero lo hicieron, ambos con las cabelleras ya blancas. Agradecieron con fervor el día en que se salvaron, y lloraron el día que calificaron a la liguilla, derrotando al campeón vigente: los Diablos Rojos del Toluca. Y así disfrutaron el pase a semifinales en el mismo lugar donde 34 años atrás gozaron el privilegio de ser campeones.

Desde ese día, la dupla nunca dejó de tener un sueño compartido. Dirigir a su equipo y volver a sentir que el color rojo se les confunde con la sangre. Así ha sido la historia de dos viejos camaradas que dejaron su tierra para encontrar en México la razón de sus destinos que hoy los ha alcanzado.

El Corzo Blanco


Un Corzo Blanco que vivía en el monte
y amaba la quietud que éste tenía,
bajaba al río cuando el horizonte
con la dorada tarde se perdía .
Enrique Elliott, cantautor tijuanense.

Un charlista de profesión lo comparó con un cérvido. Fue en 1933 cuando se celebró una comilona para festejar el campeonato del Real Madrid. Antes del festín, el célebre escritor Federico García Sanchiz contó algunas anécdotas llenas de ingenio y en una de ellas metió a Luis Regueiro, describiéndole como un corzo a través del bosque, seguido de la gracia de su juego maravilloso. Para entonces España ya sabía que tenía un interior derecho fuera de serie. Sobrio, hábil e inteligente. Con un tiro poderoso. Era uno de esos jugadores que podían recoger el balón en su propia área y con una tremenda zancada sotreaba adversarios hasta llegar a la portería contraria, se escabullía como los corzos en el bosque.
  
Dicen que el apellido Regueiro tiene sus orígenes en Galicia, que casi todos son descendientes de una poderosa familia de los tiempos feudales de la Edad Media pero los Regueiro Pagola eran vascos de Irún. Ahí nació Luis un día primero de julio de 1908.

Desde los doce años le dedicó su tiempo a la pelota. Estudió para ser perito mercantil y trabajó en la agencia de aduanas de su padre. Siempre supo que el futbol no le daría lo necesario para vivir. De 1924 a 1931 jugó en el Real Unión de Irún. Su hermano Pedro también formaba parte de la escuadra y en 1927 ganaron la Copa del Rey. Para 1931 el futbol se volvió profesional y a Luis lo fichó el Real Madrid en donde jugó hasta que la guerra lo obligó a exiliarse en México por el resto de su vida.

Con el equipo merengue formó parte de un grupo espectacular en donde coincidió con Zamora, Ciriaco, Quincoces, Hilario, Bestit, Olivares y Ateca. Por supuesto que acabaron siendo campeones en una temporada en la que nadie les pudo vencer, la de 1931-1932. La siguiente campaña volvieron a ser los mejores. A este palmarés hay que sumarle las dos Copas del Rey que se obtuvieron en 1934 y en 1936.

Desde 1927 fue seleccionado español y tuvo 25 duelos internacionales, incluidos los Juegos Olímpicos de 1928 y la Copa del Mundo de 1934. En estos partidos anotó 16 goles, dos de estos se los hizo a México en las olimpiadas. La última vez que vistió la roja fue el 3 de mayo de 1936, en Berna, cuando derrotaron a los suizos dos goles a cero.

Después estalló la guerra. Él era republicano y dejó Madrid. Las provincias de Euskadi fueron duramente castigadas por la conflagración. Empezó a escasear todo, principalmente la comida. Fue a través del futbol donde se puso en marcha un plan de ayuda humanitaria. Los mejores futbolistas vascos agrupados en su selección salieron a jugar por el mundo para reunir fondos que aliviaran la situación de los suyos. Luis Regueiro era el capitán.

El 25 de abril de 1937, el Corzo Blanco presentó a los suyos desde una emisora radiofónica de la capital francesa, horas antes de jugar contra el Racing de Paris: “Venimos de Euskadi donde un gobierno querido y respetado por todos ha conseguido que las ideas políticas y las creencias religiosas sean respetadas por todos… Nuestra misión es puramente humanitaria y pacífica… El pueblo vasco sufre por el hambre ante la falta de víveres”, aseguró un hombre de pocas pero sentidas palabras. La gira empezó aquel día. Recorrieron Europa, le enseñaron su futbol a los soviéticos y terminó en México, en donde el Euskadi jugó toda la liga en su temporada 1938-1939 saliendo, a la postre, subcampeón.

Con la guerra terminada, la selección vasca se deshizo y Luis Regueiro, junto a sus hermanos Pedro y Tomás, se quedaron en México, exiliados por sus ideas, pero adoptados con cariño por esta tierra que les abrió los brazos. Aquí se enroló en las filas del Asturias pero eran aquellos tiempos en donde el futbol no pagaba las grandes fortunas. Para mantenerse, los hermanos Regueiro recibieron la ayuda de Don Ángel Urraza y así pudieron abrir un bar en el Hotel Majestic, ubicado en el zócalo de la ciudad de México.

Luis decidió retirarse en 1942 y en ese año se casó con Isabel Urquiola, el amor de su vida, quien también salió del País Vasco por ser republicana. La boda se celebró en la iglesia de Coyoacán y tuvieron seis hijos: Luis, José Manuel, Juan María, Maite, María Isabel y Lourdes Regueiro Urquiola. El primogénito siguió sus pasos y ambos tuvieron la coincidencia de haber representado a sus países en unos juegos olímpicos y en una copa del mundo, aunque el hijo no tuvo la brillantez del padre.

En el retiro ejerció como entrenador del América y cambió el bar por los negocios de la madera. En 1956 volvió a España para que sus hijos conocieran la tierra de sus ancestros pero acabó regresando a México al poco tiempo. Murió en la ciudad de México, el 6 de diciembre de 1995, a los 87 años. Uno de sus riñones había dejado de funcionar algún tiempo atrás y su corazón se había vuelto débil. Todo estaba ya escrito. La leyenda del gran corzo blanco se convertiría en un relato obligado para aquellos que navegan por el tiempo en la historia del futbol.

Me encuentro del otro lado del balón

He llegado hasta el otro lado del balón y me encontré con el punto de partida. Ya le di la vuelta en un hermoso viaje por los recuerdos de otras personas que tienen en el futbol su propia trascendencia. La primera vez que me topé revisando capítulos de vida fue en el año 2003. En los llanos de Texcoco me encontré a Los Olvidados, aquellos que lograron ser profesionales pero que después del retiro la vida les puso encrucijadas distintas. Algunos tomaron caminos y descubrieron la vida después del futbol. Otros se quedaron ahí, en las talachas, jugando por cien pesos, a pesar de que las rodillas eran frascos de talco.

Conté la historia de Damián Álvarez cuando llegó a Morelia. Su máxima preocupación era su perro porque él pensaba que México era un país de tránsito. Sus sueños estaban en Italia o en España pero lo más lejos que ha llegado es a Monterrey. Me tocó ser recibido por el equipo de Javier Salinas, quien a la postre podría ser recordado como el primer profesionista de la industria del futbol mexicano. Conocí al famoso Mago, comí las tortas de su negocio y dormí en su hotel. Platiqué con Nicandro Ortiz, caminé por el vetusto estadio Venustiano Carranza, me acordé de la Tota Carbajal y supe que Glafira, la secretaria, sí existía.

Nunca soñé con dedicarme al futbol. Eso le tocaba a mi hermano, quien en verdad fue un implacable centro delantero sometido a las frustraciones de Enrique López Zarza y a los amos de una cantera auriazul repleta de acomplejados, salvo muy contadas excepciones. Supe identificar el lado social del futbol, la parte humana, los legados, los sentimientos. Aproveché la siempre generosa nostalgia. Viví vidas ajenas. Escuché, siempre escuché y procuré no llegar sabiendo nada para sorprenderme con los relatos. Así estuve descubriendo el otro lado del balón durante todos estos años.

Los viejos me confiaron sus pasados. Tomé estafetas generacionales. Me callé la boca, yo no estuve ahí, ellos fueron los protagonistas de las historias que me regalaron. Coleccioné testimonios, uno tras otro. Guardo casi todos. Me tocó descubrir quienes eran a través de sus álbumes, llenos de líneas dramáticas.
Los vi cojear, los vi llorar, los vi vibrar por lo que ya no eran. Como comunicólogo que soy diseñé formatos para contar historias. Minuto 91 fue sensacional, tal cual. Lleno de sensaciones, de reflexiones, de autoevaluaciones, de conclusiones, de arrepentimientos, de replanteamientos, de lecciones de vida. Porque ese era el objetivo: la vida después del futbol.

Después pude tener un programa sin pensar en la mercadotecnia. El contenido mandaba sobre todas las cosas pero los expertos en ventas no lo supieron capitalizar y yo nunca quise entrarle a esos terrenos porque, francamente, no se hacer negocios. Por eso nos sacaron del aire. Pero el programa de media hora semanal volvió a ser sección de otro programa y con grandes decepciones a cuestas reinventé mi forma de ver al futbol. Don Nacho Matus un día me dijo: “Describa Enrique, describa”. Yo no jugué este deporte, ni entiendo de estrategias. Pero Don Nacho siempre me dijo: “usted es un estudioso del futbol”.
Seguí buscando historias. Siempre sólo. Me alejé de la burocracia de los apóstoles mediáticos. Dejé de salir en la foto pero encontraba buenos capítulos. Fui a algunos pueblos en donde el futbol era una matriz de desarrollo social. Me limitaron los recursos. Me pidieron que enseñara a los demás, pedí una recompensa económica, me topé con malas caras. Me dijeron que el negocio proporcionaba satisfactores como en una familia. Yo tenía la mía en casa y no me interesaba tener otros satisfactores. Me puse incómodo pero logré encapsularme en mi método.

Describir otros lugares, dar contextos, descubrir, encontrar, compartir, generar, crear, armar, soñar, imaginar, sentir, siempre tuve detonantes para hacer lo que hacía hasta que Francisco Javier González me citó y me dijo que me tocó el recorte. Que no me pudo defender porque nunca chequé tarjeta. Porque nunca fui medible, porque pensar genera déficit, porque tener prioridades personales es inaudito, porque valía más tener horas acumuladas que todas las historias que están disponibles en este blog. Y así me quedé. Triste, encabronado, resentido, pero con la respuesta clara. Entiendo la decisión, asumo las consecuencias. Ellos se ahorraron unos cuantos pesos, yo me ahorro el insomnio, la falta de satisfacciones, la soledad, la hipocresía, y la carencia total de ilusiones. Estoy del otro lado del balón soñando, ilusionado, con miedos pero con esperanzas, trabajando, cerrando ciclos. Hoy escribo este post sin dar por terminado nada, pero con un final adecuado para esta experiencia inolvidable.

Tarek

Aquel joven vendedor de frutas que se prendió fuego y se convirtió en el padre de la revolución tunecina se llamaba Mohamed Bouazizi, pero muy pocos sabían que su nombre verdadero era Tarek. Su padre le puso así en honor a uno de sus héroes futbolísticos. Tarek Dhiab está considerado en Túnez como su mejor futbolista de todos los tiempos. Un medio ofensivo que manejaba los hilos en el campo de juego y que con la selección de su país le diera a África la primera victoria en las copas del Mundo.

Esta anécdota comenzó aquel viernes 2 de junio de 1978, en el campo de Rosario, cuando el equipo mexicano buscaba sus primeros puntos presupuestados en la Copa del Mundo celebrada en Argentina. Ese día los tunecinos rompieron la lógica. Todo acabó siendo el inicio de una tragedia deportiva para México y  para ellos un momento generacional de inspiración.

El primer tiempo arrancó con dos equipos rivales que apenas se estaban conociendo. México tenía presupuestada la victoria, según el estratega José Antonio Roca. Nadie sabía que el número 10 era el líder de las Águilas de Cartago, ni que en 1977 Tarek Dhiab había sido nombrado el jugador africano del año.

La primera mitad estaba por finalizar cuando un ataque mexicano por el lado izquierdo fue interrumpido por una mano dentro del área. Se marcó tiro penal. El Gonini Vázquez Ayala pateó y el balón parecía rodar muy despacio.  No dio tiempo para más y se fueron al descanso con ventaja.

El segundo tiempo quedó marcado en la memoria. Túnez descifró la forma de juego de sus rivales. Rompieron el marcaje personal y llegó el empate. Toño de la Torre tuvo un mano a mano y falló. Con el dos a uno vino la desesperación y el tercero liquidó el partido.

Tarek Dhiab se convirtió en un héroe nacional. Fue el orquestador de esta victoria y encaminó a su equipo dejando huella. Aunque no le pudieron ganar a Polonia, empataron a cero con Alemania, esta demostración significó que la FIFA otorgará una plaza más para el continente africano en las siguientes ediciones de la copa del Mundo. Ante esta proeza, muchos niños en Túnez se llamarían Tarek. Así como este joven al que todos le decían Mohamed porque su madre nunca estuvo de acuerdo de que llevara el nombre del ídolo de su marido. Pero así fue, Mohamed  Bouazizi, el padre de la revolución tunecina que derrocó a la dictadura de Ben Alí, en realidad se llamaba Tarek, así como el futbolista.

El Gran Isidro


Una costumbre fuertemente enraizada entre los vascos era la de reunirse bajo un árbol, generalmente un roble, para decidir sobre los intereses de la comunidad. Estamos en el Centro Vasco de México, en Polanco, ante una representación del árbol de Guernica, ese roble que significa la libertad y los derechos de este ancestral pueblo, y justamente bajo este marco recordaremos a uno de sus antepasados. Isidro Lángara se ganó un lugar muy especial en el recuerdo de aquellos que lo conocieron. Por eso hemos juntado en la mesa a tres personas que le conocieron bien. Que convivieron con él y que por sobre todas las cosas, le admiraron y le quisieron.  José Luis Alegría, hijo del secretario técnico de la Selección Vasca que llegó a México en 1937, Gregorio Blasco, hijo del arquero del Euskadi, y Enrique Gutiérrez, integrante de las fuerzas juveniles del Real Club España.

Estamos viendo fotografías. Estamos sentados sobre fuertes sillas, tal vez de roble, que llevan el Lauburu (cruz vasca), grabado en el respaldo. Todos tienen la mirada puesta en el hombrón de las imágenes. José Luis Alegría suspira cuando recuerda que lo conoció en Paris, en 1937, el día en que su padre sacó a los futbolistas vascos de España. Enrique Gutiérrez se sincera cuando dice que en sus recuerdos de futbol siempre está “Lángara, Lángara, Lángara”. Gregorio Blasco se mete de lleno y afirma sin dudar: “Fue un goleador nato y quedó campeón goleador en donde se apareció”.

Un goleador natural, máximo romperredes en tres países distintos, punta de lanza de la selección vasca, además de haber sido el primer español en anotar gol en una copa del mundo, la de 1934. “Y se pensaba que él, por lo que pensaba, no pudiera jugar en la selección de España y sin embargo fue una estrella”, puntualiza Alegría. “Jugó 12 partidos con la selección y metió 17 goles, o sea, más de uno por partido”, complementa Blasco.

Los asturianos le decían el cañonero de Oviedo, en San Lorenzo de Almagro le llamaron el dinamitero y está considerado un héroe inmortal del Real Club España de México. Fue un portento de futbolista y una persona ejemplar.

Lángara nació un 15 de mayo de 1912, en Pasajes, un puerto bañado por el mar cantábrico, en la provincia de Guipúzcoa. “Era el vasco típico. Buena persona, como dicen los aldeanos: noble y sencillo”, recuerda Blasco mientras nos muestra en un mapa del País Vasco, el lugar exacto en donde nació el dinamitero.

Tuvo cara de niño hasta pasados los 18 años, edad a la que llegó al Real Oviedo para formar parte de la mítica delantera eléctrica. De 1934 a 1936 no hubo otro mejor goleador en España que este cañonero implacable que se llevó tres veces el Pichichi, antes de que llegaran los tiempos revueltos que lo traerían al continente americano con la selección vasca. “En el Oviedo era imprescindible”, puntualiza Don José Luis.

La guerra en España llegó a su fin y la selección vasca se disolvió, después de haber participado como el equipo Euskadi y salir subcampones de la liga mexicana. Por eso Lángara viajó hasta Argentina y llegó el 21 de mayo de 1939 para jugar con San Lorenzo de Almagro. Debutó marcándole cuatro goles a River Plate. Con los “Cuervos” anotó  110 goles en 121 partidos, en una temporada alcanzó el cetro de los goleadores y  aún se le recuerda como el dinamitero.

“Se cuenta que cuando él llegó a la Argentina –relata de nuevo Alegría- y se desvistió en el vestidor para jugar, le vieron las piernas y le preguntaron si era futbolista o luchador. El día de su debut, me imagino que estaba muy nervioso y sólo le metió cuatro goles a River (Plate)”.

Volvió a México cuando nuestra liga se hizo profesional. El Real Club España formó un trabuco y el gran Isidro se convertiría en campeón de goleo durante dos temporadas, anotando 27 y 40 goles respectivamente. “Quedó campeón y con muchos goles. Era una persona que metía muchísimos goles”, recuerda Blasco.

“Había 22 jugadores y él, destacaba”, en la última sílaba del des-ta-ca-ba, se le va el aliento a Don Enrique, por evocar a su héroe.

Hizo de México su hogar, aquí vivió su vida. Nunca se casó. Trabajó en una fábrica de hule. Junto a Luis Regueiro manejaron el bar del viejo hotel Majestic. También laboró en una empresa constructora y en Puebla se involucró con el club de futbol de la ciudad y con esa oncena ganó una Copa México, en su edición de 1953.

“Isidro era muy noblote, muy buena persona, encantador. Era una fiera en el campo. Pero fuera, no”, no cabe duda que al señor Alegría le emociona hablar del futbolista, pero le place más recordar a la persona.
Y por estos lugares fue corriendo el tiempo hasta que su reloj personal le indicó el tiempo de volver a su país. Murió el 21 de agosto de 1992 a los 80 años pero le dejó una herencia enorme a la historia del futbol. Su don de gente, su entrega y fortaleza, y sus cantidades descomunales de goles.



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¿Tijuana o Irapuato?

Tijuana es la quinta zona metropolitana más poblada del país. Cada año llegan para quedarse alrededor de cien mil personas quienes hoy en día suman más de un millón setecientos cincuenta mil habitantes. Irapuato, en los últimos 15 años, ha crecido lo que Tijuana crece en doce meses y apenas ha rebasado el medio millón de pobladores.

Mientras la frontera, conocida como la última esquina de México, es una ciudad cosmopolita, Irapuato está enclavada en el corazón del bajío donde radica la más pura forma del conservadurismo nacional.

Tijuana es una ciudad donde la gente espera su turno. El que ha llegado ahí quiere cruzar al otro lado en busca de prosperidad o pretende obtener un trabajo en las maquiladoras establecidas en este lado, que han llegado a fabricar desde televisores hasta los primeros aviones que se hicieron en México. Mientras se presenta el momento de actuar, se produce la dinámica social de la ciudad. Una dinámica bipolar, contrastante y particular.

De Irapuato la gente se va. Es una región expulsora de migrantes. Los que se quedan son los que pueden y así se mantiene el ritmo de vida de sus habitantes. Forman parte de un corredor industrial que tiene a la ciudad de León como cabecera. Es con ellos con los que mantienen una rivalidad vecinal tan añeja como su propia historia.

En ambas plazas la violencia se manifiesta. Tijuana es sede de la delincuencia organizada. Irapuato ya ha entrado al grupo de los 100 municipios del país con mayores índices delictivos. Pero en ambas ciudades la ciencia y la cultura se desarrollan a pesar de las circunstancias.

El futbol se cuenta de dos formas opuestas en estas ciudades. Tijuana siempre fue beisbolera, taurina y fanática del boxeo. Irapuato está celebrando cien años de la formación del que fuera su primer equipo organizado.

Los factores de identidad del equipo del bajío tienen que ver con la agricultura de la región. A través del futbol siempre se han ligado al cultivo de la fresa, equipo y afición son una trinca y su barra más célebre se hace llamar los Hijos de la Mermelada. Sin embargo, la historia de la escuadra representativa está llena de ascensos y descensos, apariciones y desapariciones. Una de estas producida por una terrible sospecha de que detrás de la administración del equipo se encontraba el crimen organizado. Esta franquicia tiene el nombre de Irapuato por siempre, el propietario es el arquitecto José de Jesús Martínez Tejeda, un empresario irapuatense que asegura haber apostado gran parte de su fortuna para vuelva la primera división a la ciudad. 

La Trinca optó por asociarse a un personaje sui géneris, Cuauhtémoc Blanco volvió a ser un factor decisivo en la cohesión del equipo con su gente.

Tijuana nunca ha tenido representación en el máximo circuito. Hubo efímeros intentos en otras categorías. El proyecto de los Xolos comenzó en el 2007 al amparo de un excéntrico personaje: Jorge Hank Rhon, quien fuera alcalde de la ciudad y candidato a gobernador del estado de Baja California, además de ser el propietario de una casa de apuestas deportivas.

A pesar de que los Xoloitzcuincles no son una raza oriunda de Tijuana, su significado acabó siendo un poderoso factor de identidad.

Las gradas de su estadio también arrojan mensajes que perfilan la realidad que se vive en la región. Su barra popular se llama La Mazsakr3, escrita con k y con un tres en ves de la “e”.

Para que una identidad esté completa hace falta amarrar el proyecto deportivo con el social. El futbol espectáculo le brinda esparcimiento y diversión al grupo de espectadores que lo demandan. Una de estas dos ciudades formará parte del máximo circuito. Una tiene casi todos los elementos necesarios para que el arraigo sea pleno, la otra tiene un potencial que rebasa las fronteras para hacer de esta franquicia un negocio redondo. Sin embargo el ascenso se disputará en la cancha y serán los goles los que marquen la diferencia.

Kubala, el extranjero

Gran post el de Dorsal 14. Cuenta que Cuando Kubala estaba por empezar a jugar al futbol, Albert Camus ya había publicado su primera novela llamada “El Extranjero” (1942). En esta historia el protagonista comete un absurdo crimen y a pesar de sentirse inocente, jamás se manifiesta contra su ajusticiamiento y acaba por aburrirse de su propia vida. Recordemos que pronto iniciarían los tiempos de posguerra en donde la carencia de valores y la angustia existencial harían de los humanos seres grises sin pasión ni voluntades. Aquella fue una época de antihéroes que dejaron de buscar la felicidad en la religión o en la  sociedad y que se volcaron al encuentro de sí mismos y luego entonces, sacudieron a aquellos que los miraron haciendo lo que hicieron.

Kubala, futbolista húngaro de padres eslovacos, cometió un absurdo crimen, según los mecanismos, las leyes y la moral de su país de origen, y hasta en la transformada nación de sus padres también fue señalado. En ambas naciones había caído el telón de hierro. Por eso escapó y, aunque terminó exiliado y naturalizado en un país controlado por una dictadura opuesta a las comunistas, se volvió un extranjero que pudo juzgar  y remover los fantasmas de una sociedad angustiada y con una moral carente de sentido.

Laszlo, Ladislav o Ladislau, en húngaro, eslovaco y español significa "señor glorioso" y vaya que lo fue. Banalmente jugó en y para los tres países. Y los tres lo reclaman para sí en sus cuadernillos del pasado. Aunque lo cierto es que este extranjero acabó por tener una sola patria con llanos verdes y límites trazados con cal. Fue un nativo del futbol que se resistió al aburrimiento de la vida y aunque llegó a coincidir en algunos puntos de las premoniciones de Camus, Kubala, a pesar de sus circunstancias, nunca dejó de tener esperanzas en su especie. Por eso llegó a sacudir a todos los que miraron lo que hizo. Por eso tuvieron que construir un nuevo estadio para que lo fueran a ver. Por eso Serrat canta que para él, ninguno como Kubala.

Ninguno como Kubala

Tres extranjeros son los referentes principales del Futbol Club Barcelona. Hablaremos del de en medio. Del que está entre Gamper, su fundador, y Cruyff, su pieza perfecta. Nos referimos a Kubala bajo la amenaza de que lo que digamos de él será lo menos, porque no alcanza la retórica para perfilarlo. Ídolo de una generación, mito del barcelonismo diría Vázquez Montalbán. Un idilio de 11 años en color azulgrana. Kubala fue de esas víctimas del yugo soviético que encajó a la perfección en las historias anticomunistas de la España franquista.

Laszlo Kubala nació en Hungría el 10 de junio de 1927. Fue hijo de oriundos eslovacos y desde los dos años el futbol lo atrapó para siempre. Siguió los pasos del padre (Pavel), quien había jugado para el Ferencvaros de Budapest, y que murió de un infarto en 1945.

El pasado de Kubala fue novelado por él mismo. En Hungría sentía que se ahogaba. Su biografía relata momentos muy complicados bajo el sistema comunista. Jugó con el Ferencvaros para honrar la memoria de su padre y a los 17 años fue seleccionado magiar. Luego formó parte del Bratislava de Checoslovaquia, la tierra de sus ancestros, cuyo equipo nacional también acabaría por llamarlo. Pero al joven rubio no le gustaba que le dictaran el guión de su vida y se rebeló ante el rígido sistema. Acabó en un campo de concentración hasta que pudo escapar del terror rojo. Esas memorias acabarían siendo el guión de una película llamada “Los héroes buscan la paz”, en donde él se interpretaba a sí mismo y el sistema franquista aprovechaba el melodrama para reforzar su propaganda ideológica.

Salió de Hungría portando un uniforme del ejército soviético y en un camión militar buscó alcanzar la frontera. La aventura la hizo con Jorge Marik, quien acabaría dejando su legado en México. Se refugió en Italia. El Grande Torino estuvo a punto de contratarlo y se salvó de ser una víctima de la Tragedia de Superga, por no llegar a un acuerdo con la escuadra granate. Mientras tanto, su familia se tuvo que quedar en Hungría y todos la pasaron muy mal. Se formó un equipo de exiliados de Europa del Este, conocido como el Hungaria, y así llegó a España en 1950. El Real Madrid lo quiso, pero no le convencieron. Fue José Samitier quien lo vestiría de blaugrana, a pesar de que la Fifa lo tenía sancionado.

Les Corts y sus sesenta mil lugares fueron insuficientes para ver a este atleta rubio y musculoso que era capaz de convertir al futbol en una sucesión de instantes mágicos. Los tiros libres nunca habían cobrado tanto sentido como el que este especialista les dio al cobrarlos con la parte interna del pie, para evitar la muralla defensiva y llegar trazando curvas hasta las piolas. El Barcelona se kubalizó y el propio Kubala se convirtió en un mito. Dicen que por él se construyó el Camp Nou,

Pero el mito era un ser humano vulnerable aunque su fortaleza física lo hiciera parecer invencible. A Kubala se le metía la pierna para frenarlo. Desgarres en los músculos, ligamentos rotos, meniscos pulverizados y nada le hacía parar, incluso sufrió un proceso tuberculoso en el pulmón derecho que lo tenía al borde del retiro. Pero de todo se recuperó. Aunque esos periodos de sanación le restaron muchos minutos a su tiempo glorioso.

El Barcelona de Kubala acabaría conquistando cuatro ligas, cinco Copas de España y dos Copas de Feria. En este periodo lo naturalizaron español y vistió la roja, convirtiéndose en uno de los pocos futbolistas que han sido seleccionados nacionales de tres países distintos, cuando las reglas así lo permitieron. Fue Laszlo en Hungría, Ladislav en Checoslovaquia y Ladislau en España.

Pero el reinado de Kubala en la Ciudad Condal tuvo su contraparte en Madrid y al mismo tiempo el contraste lo encumbró aún más. España entera se preguntaba quién era mejor ¿Kubala o Di Stéfano? A “La Saeta Rubia” lo habían llevado a la península para jugar con el húngaro en el Barcelona pero el destino no quiso que se juntaran y los hizo antagonistas, a pesar de que siempre fueron grandes amigos. Entre los dos protagonizaron una década inolvidable que revolucionó la historia del futbol español.

Kubala dejó al Barcelona en 1962 pero se retiró de las canchas en 1967, con cuarenta años encima. Optó por el banquillo y fue el seleccionador nacional de España durante 11 años. También dirigió a Paraguay, en donde se le recuerda por haber revolucionado la mentalidad del futbolista guaraní. Y anduvo por Arabia Saudita, contagiando a los árabes de su pasión por el juego. Murió el 17 de mayo de 2002, a los 74 años. Los que le vieron jugar aseguran que Kubala es la causa última de una sentimentalidad barcelonista. El propio Joan Manuel Serrat le llegó a cantar diciéndole que no había ninguno como él.

El futbol es un universo

Bob Marley murió el 11 de mayo de 1981 y diez días después fue sepultado con su guitarra Gibson Les Paul, un carrujo de marihuana, un anillo sagrado, el Kebra Nagast, que es la biblia del movimiento rasta, y un balón de futbol.  

Con la guitarra le cantó a un mundo imperfecto que toleró muchas veces fumando la hierba que lo relajaba. El anillo era una reliquia que lo ataba a sus creencias escritas en el libro de los rastas y el balón de futbol le otorgaba libertad.

“El fútbol es una habilidad en sí misma. Todo un mundo; un universo por sí solo. Yo lo amo, porque debes tener la suficiente destreza para jugarlo. ¡Libertad! ¡El fútbol es libertad!”, así lo dijo este hombre que hizo su música para luchar en contra de los sistemas que sólo enseñan a vivir y morir.

Marley tuvo todo el perfil de los futbolistas de barrio. Nació cubierto por la pobreza, los problemas y la marginación de una Jamaica que estaba a punto de ser independiente. Antes de la guitarra se topó con la pelota y dicen que en sus inicios parecía mejor futbolista que músico.

Pero la misión de Bob la marcaba un ritmo lento que envuelve la conciencia con desenfado y al que llaman reggae. Sus canciones son parábolas dirigidas a los marginados, daba mensajes de fe y revelación. Pero más allá de cantar alabanzas religiosas rastas, advertía a la gente de los males, las alegrías y los sueños de la humanidad. Comprendió el poder transformador de la música y se convirtió en un chamán mundial

Su piel color gamuza, sus labios delgados y su nariz puntiaguda eran el resultado de una mezcla de genes muy particular. Por parte del padre, un capitán de los marines reales del imperio británico, heredó una carga genética de una ancestral familia judía con orígenes en Siria y Egipto. De su madre recibió la conexión directa con África. Por supuesto que la relación entre sus padres acabó destruida por el racismo. Marley acabó siendo un mulato que encontró en su lírica la mejor forma de describir sus circunstancias. Sus canciones hablaban de religión, de política, de sexo-amor.  Y nunca compuso nada sobre el futbol. Ese era su universo personal.

El se convirtió en la primera súper estrella del tercer mundo sin dejar de ser fiel a sus más profundas creencias. Siempre se situó en un mundo imperfecto al que le cantaba sin reclamos. Por eso Andrés Calamaro dice que “la voz de Marley te toca, primero, por esa fatiguita que conmueve; luego te reconforta, ya que cuenta que en algún lugar del mundo está brillando el sol y la vida es simple”.

Y si el sol brilla y la vida es simple que mejor que darle al balón. Siempre se dio su tiempo para jugar. Le gustaba actuar en el medio campo y se cargaba hacia el lado izquierdo. Corría como un poseso. Siempre estuvo dispuesto para ver algún partido. Le tocó el reinado de Pelé y Osvaldo Ardiles le llamaba mucho la atención. Convivió con Paulo César en Río de Janeiro y su mejor amigo resultó ser Allan “Skill” Cole, uno de los futbolistas más populares de Jamaica, quien además resultaría una pieza clave en su credo y en la forma en como percibía la política de su isla.

En 1977, jugando al futbol, se lastimó el dedo gordo del pie derecho. Ahí le detectaron un severo problema que podría generarle cáncer.  La solución era amputar el dedo pero Bob se resistió. Los rastas no pueden someterse a una amputación. Le hicieron un injerto y le controlaron el dolor.

Durante tres años siguió cantando, bailando y jugando al futbol hasta que a punto de iniciar una gira millonaria en los Estados Unidos el cáncer le invadió el cerebro, los pulmones, el hígado y el estómago.

Murió a los 36 años y en su isla se celebró un sentidísimo funeral. Bob Marley es el máximo exponente de la cultura contemporánea de Jamaica, el más querido de los cantantes de reggae y uno de los más apasionados practicantes del futbol.