Ingeniero Michel


Luis Ernesto Michel es un hombre de estudios. Su título universitario lo acredita como ingeniero industrial y domina las matemáticas ampliamente. Una leyenda sagrada aseguraba que los secretos del marco estaban encriptados en dicha ciencia y estos conocimientos, al parecer, han sido descifrados.
Decía el “Tubo” Gómez que los secretos de la defensa del marco se encuentran encriptados en la geometría. Las parábolas que trazan el recorrido del balón y los ángulos del campo de juego son las referencias del arquero. Michel es un portero científico, si vale la expresión, por eso es de una clase especial.
El Gato, como también se le conoce, ha vivido la soledad del marco. Debutó en el 2003 y estuvo bajo la sombra de Oswaldo, lo transfirieron a Santos y sólo paró en dos encuentros. Volvió al Rebaño como tercer arquero esperando una oportunidad que llegó cuando Sánchez se fue al mundial de Alemania y Talavera tuvo un error de antología. Durante todo este tiempo de espera pudo convertirse en ingeniero titulado en el 2004, cuando sus estudios académicos los había concluido desde el 2002.
En julio próximo cumplirá 30 años de vida y el mismo sabe que es ahora cuando inicia su madurez como arquero. Su gran desempeño hizo que la salida de Oswaldo Sánchez no fuera tan dramática. El momento lamentable fue cuando se lesionó en el 2008 y dejó de jugar todo el Apertura.
"Me gusta descansar, duermo mucho; también aprovecho el tiempo estudiando, estar en casa, ir al cine, pero lo que más disfruto es leer", dice Michel cuando se le cuestiona sobre sus actividades alternas al juego.
Además de las matemáticas y la ingeniería, Luis Ernesto tiene largas sesiones de lectura sobre temas motivacionales que ha puesto en práctica en el terreno de juego.
Pensando que después del futbol la vida continúa, el ingeniero nunca ha dejado de prepararse para el futuro. Un diplomado en finanzas y otro en habilidades directivas lo colocan como uno de los futbolistas mejor preparados, en el campo académico, del futbol mexicano.
Una maestría está entre los planes del Gato aunque por los compromisos del Rebaño el objetivo parece distante.
"Es a veces complicado estudiar, pero uno debe darse tiempo, porque no sólo te estás formando como persona sino que todos esos conocimientos adquiridos los puedes aplicar en el aspecto profesional, y si se quiere, se puede", dice Michel.
Luis Ernesto Michel es un ejemplo de cómo aprovechar la vida.

Brujas y Guadalajara, ciudades hermanadas por las Chivas


Coyoacán es una visita obligada en la ciudad de México. Ahí vive el hijo del fundador de las Chivas. Don Luis Everaert, es historiador y cronista del famoso barrio sureño, y guarda en su casa miles de historias y una reliquia que describe el origen de los tres colores representativos del Club Guadalajara.
Edgar Everaert viajó desde su natal Brujas, en Bélgica, y llegó el 15 de septiembre de 1904 al puerto de Veracruz. Se celebraba la noche del grito de independencia y el cumpleaños de Don Porfirio Díaz. Ya instalado en Guadalajara, Jalisco, Evereart trabajó para los almacenes “La ciudad de México”, pertenecientes a una familia francesa de apellido Gas. Al compartir sus rutinarias jornadas de trabajo con jóvenes extranjeros y por supuesto con mexicanos, se le ocurrió difundir el juego aprendido en los colegios jesuitas de Bélgica.
Cuenta Don Luis que su padre mandó traer de Europa un uniforme a rayas muy similar a la casaca que usó en su equipo colegial de Brujas, cuyos colores están inspirados en el escudo de armas de la ciudad. El rojo, el blanco y el azul no están inspirados en la bandera francesa, como se ha justificado el origen cromático de la legendaria camiseta. Ese escudo inspirador es una reliquia sagrada para Don Luis. La guarda en terciopelo en una cajita que está blindada por los recuerdos.
El equipo tapatío nació en 1906 y primero se llamó Unión pero en 1908 cambió definitivamente por el nombre de Guadalajara, por sugerencia del propio fundador.
En los tiempos de la Revolución, Everaert dejó Guadalajara y se mudó a la capital del país, en donde participó con dos equipos: el Club Olímpico y el ABC.
Después dedicó su vida al comercio y solo regresó a Guadalajara para conmemorar el cincuentenario del equipo rojiblanco en 1956. Meses antes de terminar el año el padre de las Chivas murió y no pudo ser testigo del primer campeonato del rebaño sagrado.
Para el centenario del equipo, se acuñó una medalla que lleva grabado el nombre de Everaert, un homenaje que recuerda al belga que llegó con una camisa a rayas, para fundar el club más importante de México.

Zully Ledesma


Lo debutó Don Carlos Miloc en la Temporada 1979-1980. Fue un arquero espectacular, ídolo, de los niños principalmente. Defendió los colores rojiblancos con honor y orgullo. Sin duda, es una leyenda sagrada.
Arturo Javier Ledesma Velasco nació el 19 de septiembre de 1958, en Guadalajara, Jalisco. Jugó en Chivas de 1979 a 1985. Ahí tuvo grandes y memorables tardes. Después del Tubo Gómez y el Cuate Calderón, el Zully, como le dicen desde niño y dice no saber porque, marcó una época, la época de aquel Guadalajara que se le ponía de frente a un América renovado hasta el punto de llamarse Águilas. Quién no recuerda las broncas apasionadas, aquella semifinal, en 1983, de alarido, en el Azteca que les costó perder la final por tantos expulsados pero que se disfrutó más que el campeonato de la Temporada 1986-1987. Pero también el Zully protagonizó la dolorosa venganza del siguiente torneo.
El PRODE 85 y el torneo México 86, Ledesma los jugó con el Atlético Morelia. A la siguiente temporada regresó a Chivas para ser campeón con Alberto Guerra en la temporada 1986-87. Su último equipo fueron los Leones Negros de la Universidad de Guadalajara, en donde defendió el marco de 1993 a 1995.
Al retirarse del futbol decidió incursionar como entrenador y ha servido a Chivas desde esa posición. Incluso es tal su amor por los colores que uno de sus hijos, Arturo, hoy es parte de la sangre nueva del equipo.
El Zully, además de ser hombre de futbol, también se ha convertido en uno de los comentaristas más reconocidos de los medios de comunicación de la Perla de Occidente.

Chololo y diez más


La media cancha la escrituró a su nombre. Era el mariscal del campo en la era del Campeonísimo y marcó toda una época con el Rebaño Sagrado.
Isidoro Díaz, el Chololo, tenía un despliegue de creatividad. Su entrega y talento fue apreciado siempre. Consagró diez años al Guadalajara, pero antes ya había pasado por las fuerzas menores. Nació un 14 de febrero de 1938 en Acatlán de Juárez, Jalisco, pueblo del que alguna vez sería su alcalde. Debutó con Chivas el 17 de julio de 1958 pero de niño nunca soñó con ser futbolista. Él quería nadar. Compitió en los 50, 100 y 200 metros libres. Pero el futbol se lo robó a la alberca.
El espíritu de alta competencia que aprendió en la natación lo proyectó en el medio campo. Por eso cuando se convocaba a selección nacional se decía que eran “el Chololo y diez más”. Fue a un mundial (Chile 1962) y le anotó a Checoslovaquia, en la primera victoria de México en copas del mundo.
En Chivas el eje de ataque estaba conformado por él, Héctor Hernández y Chava Reyes. Pero fue en el medio campo donde su inteligencia lo hizo hacer grandes cosas. Era el táctico del Rebaño. Su ingenio y dominio de la posición eran increíbles.
Así jugaba el Chololo. Recuperaba balones haciendo marcaciones cuerpo a cuerpo o por zonas, su dominio del balón le permitían tener salidas elegantes y su toque preciso trazaba la directriz en el ataque. Era un experto en la creación de paredes y un buen olfato de gol. A la hora de defender, con un simple movimiento podía despojar a sus rivales de la pelota.
Un gol de Isidoro fue con el que Guadalajara conquistó su séptimo campeonato. Otro de sus goles memorables lo hizo con la selección en el estadio Maracaná cuando jugaron contra Brasil.
Jugó más de 500 partidos en primera división. Sus últimos años defendió las playeras del León y del Jalisco y se retiró en 1972.

Aunque usted no lo crea, el Güero Cárdenas fue Chiva


Raúl Cárdenas, legendario futbolista y director técnico, fue jugador del Rebaño en una etapa de su vida, sin embargo, las tentaciones de la vida lo hicieron emigrar de la Perla de Occidente.
El Güero pasó su infancia dándole a la pelotita de tenis. La mataba con el pecho, la prendía de bolea, la pisaba con clase. Tenía claro que el deporte le gustaba. Era bueno para todos los juegos con pelota. Incluso pudo haber sido un gran lanzador en el béisbol.
Inició con el España, aunque el siempre fue seguidor del Necaxa de los Once Hermanos. En 1948 fue a la olimpiada de Londres. Cuando desapareció el España, tuvo que decidir su futuro consultando con su madre. Él fue huérfano de padre desde que nació. Guadalajara era una de sus opciones y la aceptó a pesar de que no había sido lo acordado previamente.
Era el año de 1950. Raúl era un jovencito que por primera vez tendría que vivir sólo. Vistió la enigmática playera a rayas rojas y blancas. Formó parte del equipo una sola temporada, según sus recuerdos, porque las tentaciones de una ciudad tan bullanguera como Guadalajara lo podrían hacer caer en el abismo de los excesos. Por eso regresó a la ciudad de México y luego firmó con el Marte.
Mientras jugaba con el Puebla, su gran personalidad en el campo lo llevaron a tres copas del mundo: Suiza 1954, Suecia 1958 y Chile 1962. Jugó y fue campeón con el Zacatepec, y aquí, el destino lo colocó en uno de los cuadros más acérrimos rivales de las Chivas en aquellos años. Incluso esa generación se autoproclamaba como antichiva.
Finalmente, se retiró a los 37 años y se volvió entrenador, uno de los más ganadores en la historia de nuestro país. Sí, aunque usted no lo crea, el Güero Cárdenas alguna vez estuvo en el redil.

Por sus propios fueros


Su vida ha estado marcada por momentos de extrema complejidad. Un asunto de dopaje parecía que le cercaba su carrera pero nunca bajó la guardia y peleó para demostrar que su gran inspiración de la vida es el futbol.
Aarón Galindo fue, desde niño, un prospecto para el balompié. En Cruz Azul le siguieron la pista desde que jugaba en los llanos de la Liga Española. Fue capitán de la Máquina a pesar de su juventud. Y por supuesto que tomó su lugar en la selección nacional mayor, teniendo como antecedentes todas las selecciones menores.
En la Copa Confederaciones 2005, celebrada en Alemania, Galindo fue encontrado culpable de dopaje y suspendido un año de toda actividad. Se le crucificó. Se dijo que no había sido un asunto de doping, se le involucró en asuntos llenos de morbo en donde la esposa de un célebre seleccionado podría estar involucrada. Aarón guardó silencio, aguantó, esperó y pasó el año de castigo replanteándose a si mismo.
Con el tiempo transcurrido levantó la mano. Cruz Azul no supo manejar la situación y cuando se dio cuenta Galindo ya había firmado con un club europeo en un futbol de segundo nivel: el Hércules en la segunda división española.
De ahí pasó al Grasshopper-Club de Zurich en Suiza, y luego dio el brinco a la Bundesliga con el Eintracht Frankfurt.
Demostrada su calidad pero más allá de esto su gran espíritu y carácter, Aarón tomó la que puede ser la decisión de su vida. Aceptó contratarse con Chivas para tomar su lugar perdido en el gran cartel del futbol nacional.
Ahora esta entre los hombres que deberán lograr un lugar en Sudáfrica. Antes de Sven, Hugo Sánchez ya lo había convocado, pero es ahora cuando la revancha en verdad se le presenta al sólido defensor. Es un hecho que está de vuelta y por sus propios fueros.

El gran Horacio


No se puede hablar de la historia de nuestro futbol sin hablar de Casarín, el hombre que jugaba siempre alegre y que inspiró a muchas generaciones para seguir sus pasos en la cancha. Jugó durante 22 años y anotó 326 goles, 20 de estos con la selección mexicana.
Horacio Casarín (México, 25 de mayo de 1918) fue ídolo de muchos tiempos, hoy es una leyenda como pocas. Él nunca fue pobre y sin embargo encontró en el futbol la fuerza de su vida.
A los 12 años ya jugaba con el equipo del Colegio Francés Puente de Alvarado y a los 18 debutó con el Necaxa de los Once Hermanos. Para 1937 tuvo su primer llamado a la selección y un gol suyo contra Costa Rica, le dio el campeonato Centroamericano a México.
El muchacho era tan querido que cuando fue lesionado sin que el silbante hiciera justicia, la gente prendió fuego en las gradas del Parque Asturias que ardió hasta caer el sol.
En 22 años de trayectoria pasó por equipos de gran tradición. Necaxa, Atlante, España, Veracruz, Zacatepec, América y Monterrey. En 1948 el Barcelona de España le puso en la mesa un atractivo contrato que no quiso firmar. Se quedó en México para seguir escribiendo su propia historia.
En el Mundial de 1950 celebrado en Brasil le anotó un gol a Suiza con un pase de José Luis Borbolla.
En 1953 Horacio se hizo cargo de la selección nacional, como seleccionador y jugador simultáneamente. Su periodo en la eliminatoria fue avasallante con marcadores muy abultados como los siete goles con los que derrotaron a Haití para obtener su calificación al Mundial de Suiza 1954. Pero los directivos lo cesaron del cargo sin darle mayores cuentas. Aún así pagó sus gastos y viajó a Europa como observador poniendo en alto su dignidad y calidad humanas.
En 1955 fue convocado por última vez al equipo nacional para disputar los Juegos Panamericanos, dos años más tarde se retiró para siempre de las canchas.
Después del futbol aprovechó su carisma. Vendió seguros, automóviles y terrenos. Trabajó en la Compañía de Luz, en los Bancos Ejidal y de México. Fue agente de ventas de labortarios. Comentarista de radio y televisión. En 1967 se sacó la lotería con la que se compró un edificio de departamentos y se hizo de un estacionamiento. Por supuesto fue entrenador y hombre de futbol hasta que el Alzheimmer le robó sus recuerdos.

“El Capi”


Héroe de mil batallas. Jugador de la primera selección mexicana que disputó la Copa América. Mundialista en 1994. Campeón del futbol mexicano. Sólido defensa central y recordado como uno de nuestros grandes héroes. Juan de Dios Ramírez Perales fue el capitán de la selección nacional de 1991 a 1995.
Antecesor de jugadores como Rafa Márquez o Carlos Salcido, este defensa central hizo historia en el futbol mexicano y formó parte de aquel equipo subcampeón de la Copa América de 1993. Ramírez Perales nació el 8 de marzo de 1969 en la ciudad de México. Le decían el “Capi” desde que portó el gafete de la Selección Infantil en 1985. Debutó en primera división el domingo 13 de noviembre de 1988. Jugó para Pumas (en dos etapas, en la primera fue campeón de liga), Monterrey, Toros Neza, Atlante, Chivas, Irapuato y Veracruz.
Fue capitán de la selección en 49 encuentros, incluidos los de la Copa América y los cuatro partidos del Mundial de Estados Unidos 1994. Junto a Claudio Suárez, el “Capi” formó una de las zagas centrales que mejor ha funcionado en los representativos nacionales. Ambos dejaron una huella imborrable. Claudio sigue activo y Juan de Dios es auxiliar técnico de José Luis Salgado en el equipo Pumas Morelos de la primera división A.

El Principito



Unos días después de que terminara el campeonato mundial de futbol de 1986, celebrado en México, nació Andrés Guardado (Guadalajara, 28 de septiembre), un fino futbolista que cuando se convoca a selección, sólo deja disponibles 10 lugares.
A los seis años la primaria es obligatoria para los niños mexicanos y a los siete la academia rojinegra para un gran número de tapatíos. Andrés es atlista de toda la vida. Mientras aprendía a leer, le enseñaron a desplazarse por el campo. Mientras hacía su primera suma, comprendió que el gol es el que define los partidos.
Así, antes de cumplir los 20 años, Daniel Guzmán lo había debutado en la primera división y un año más tarde estaba jugando la copa del mundo de Alemania, en donde tuvo una gran vitrina hacia el exterior. Hasta el gran equipo merengue, el Real Madrid, estuvo dispuesto a desembolsar 200 mil euros por llevarse al joven a sus filiales, pero su futbol valía mucho más. El PSV Eindhoven de Holanda ofreció 4.5 millones pero fue una oferta sorpresiva por siete millones la que sentenció el destino del mediocampista.
Guardado se fue a seguir estudiando el juego de su vida en España. En un club modesto que es orgullo de los gallegos. En el Depor (Club Deportivo La Coruña) es un héroe. Y es que en el campo de Riazor, la playera número 18 ha llegado a despertar la esperanza de la afición. El Principito es el alma de su equipo. Ha jugado 36 partidos con ocho goles en su cuenta. Por eso sus lesiones son tan penosas y sentidas. Si en La Coruña se le extraña de esa manera imaginen lo que se le extraña en la selección mexicana.
Su paso por México fue corto y célebre. Jugó 64 partidos y anotó 6 goles, dos de estos fueron memorables porque clareó en el mismo partido y en condiciones similares al arquero americanista Guillermo Ochoa.La explosividad y los movimientos increíbles le han pasado una costosa factura al Principito. La famosa rotura fibrilar en el bíceps femoral, que también ha afectado hasta al propio Lionel Messi, está de moda en Europa. Dicen que es por sus repentinos movimientos por lo que se lesiona tan severamente pero es así, al borde de lo inaudito, como los héroes forjan sus leyendas.

Héroe


Lo que hizo significó historia pura. Nunca antes México había logrado sumar un punto en copas del mundo. Su gol hizo que la literatura lo eternizara como el Héroe de Solna, aunque él mismo, nunca se asumió como tal. Jaime Belmonte Magdalena nació en la bravísima colonia Morelos, Distrito Federal, el 8 de octubre de 1934 y falleció en Irapuato, Guanajuato, el 21 de enero de 2009, tras padecer cáncer de estómago.
Su pináculo se escribió en la historia, como un elevado acto heroico. Aqueel gol que anotó, al minuto 89, contra el país de Gales, en el mundial de Suecia 1958, significó el empate para México y la obtención del primer punto en un mundial. No existe filmación del instante pero se recuerda que se cobró un tiro de esquina, el Flaco Belmonte saltó y nunca vio el balón. Sintió el impacto del cuero casi con la nuca y no se dio cuenta de que las redes habían sido perturbadas, hasta que le cayeron encima para celebrar.
Este hombre, de bajo perfil, jugó en equipos chicos. Nacho Trelles lo descubrió en el Cuautla, pero su vida la hizo con el Irapuato. Ahí se estableció en 1959 y pasó el resto de sus días, atendiendo un modesto negocio de artículos deportivos, a unas cuadras del viejo estadio Revolución, ya demolido, y casi enfrente del estadio Sergio León Chávez.
Nunca hizo alardes de grandeza. Siempre dijo que él no era un héroe. Que la pelota encontró su cabeza en el viaje y que por eso se desvió, acabando en las redes. Pero los diccionarios dicen que un héroe es una persona que se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, como la que logró en el estadio de Solna, en Suecia.
Belmonte solamente jugó siete partidos con la selección y anotó dos tantos. Se retiró del futbol y además de su negocio, fue profesor de educación física. Se lloró la muerte del héroe y siempre se clamó, en Irapuato, por un gran homenaje en vida para este hombre. Es un hecho que el estadio fresero podría algún día llamarse “Jaime Belmonte”.