Pasión en el desierto en miniatura

El futbol de playa es un derivado del futbol clásico donde el balón rueda con grandes dificultades sobre la agreste arena, en un extraordinario afán por seguir utilizando los pies para darle orden al esférico etéreo que se rehúsa a rodar y exige desplazamientos extravagantes.

Ignoro si todo futbolista de alfombra verde pueda llegar a dominar el desierto en miniatura que representa el espacio de juego, pero lo que es evidente es que tiene grandes exigencias físicas y técnicas para sus partidarios.

Es un juego de vértigo. Detenerse sobre las arenas es exponerse a ser devorado por las mismas. Tal vez por eso en esta modalidad se genere un tiro a puerta cada treinta segundos y se anote un gol cada cuatro minutos. Sí, en este futbol el gol es el táctico, punto. ¿Quiénes inventaron esta forma de interpretar el ritual universal? Tenían que ser los brasileños. La playa Leme de Río de Janeiro es la cuna de este deporte que ha encantado a clásicos como Cantoná, Michel, Zico y Romario.

El reglamento fue creado en 1992 y desde entonces es un espectáculo televisivo que se consume en más de 170 países del mundo. Por eso FIFA, paradójicamente, le metió las manos para hacer rentable el negocio. El desierto en miniatura donde se pone en marcha la pasión es un rectángulo de 36 por 27 metros. Los marcos son amarillos fluorescentes de 5 metros y medio de largo por 220 centímetros de alto. Aquí no hay barreras en los tiros libres y dos árbitros llevan el ritmo del juego, administrando el tiempo que se detiene para ejecutar jugadas a balón parado. Se juegan tres lapsos de doce minutos y el pie desnudo deberá hacer contacto con el balón diseñado para andar por la cancha cual vehículo tubular todo terreno.

Copacabana es la catedral del futbol de playa, son sus arenas las que consagran a los mejores del mundo. Un escenario tan clásico como Wembley o el Azteca.

Este domingo hay futbol de playa en Inglaterra. En el puerto de Sunderland con sus arenas bañadas por las heladas aguas del Atlántico Norte. Los últimos días se ha celebrado un cuadrangular, el Sunderland International Beach Soccer Cup, en donde México buscará coronarse si logra imponerse a los anfitriones. Al mando de ese equipo va Ramón Raya, uno de esos caballeros andantes de nuestro futbol, con heridas de guerra, con hambre de triunfo, con alegría en el corazón y con un serio compromiso y especialidad en esta forma de amar al juego. Le han ganado a Alemania, le han ganado a Grecia, esperemos que vuelvan con el triunfo. Pero lo más importante es que les sigamos la huella siempre. Es uno de esos equipos donde la dignidad y el respeto hacen la unión del grupo.

Plan de vida perfecto

Rafa Márquez sabe perfectamente lo que hace. Mide sus pasos. Se anticipa a las consecuencias. Evade y afronta según las circunstancias y sus propios intereses. No es un tipo carismático, tiene una personalidad fuerte. Es un hombre de hechos. En silencio dice mucho más que cuando habla. Su voz es débil e insegura. Pero sus palabras son exactas. Las mujeres suspiran por él, algunos hombres también. Siempre divide opiniones. Siempre inspira respeto y admiración. Siempre se le cuestiona su actitud cuando viste de verde.

Él se fue de México hace una década. Y ha pasado un tercio de su vida en un continente donde se piensa diferente. Donde se cultiva la paciencia. Donde los garbanzos de a libra son medida estándar. Se fue a Europa con propiedad y poco a poco se fue haciendo ajeno a nosotros, sus paisanos, que nos quedamos con nuestras formas y nuestros fondos.

Maduró enormidades como futbolista. Aprendió a ganar y supo que el futbol no es dependiente de los milagros. Entendió a la perfección el concepto asociación y tanto en el Mónaco como en el Barcelona hizo lo que tenía que hacer. Se integró como un fino engrane en una máquina de precisión. Se adaptó a la cultura de los lugares a donde llegó y comenzó a pensar como europeo, no por simple pose, sino como un vivo ejemplo de integración.

Regresar a México se convirtió en visitas a los suyos. El viaje anual significaba una aventura por los caminos de la nostalgia del pasado. Nunca dejó de ser mexicano pero evolucionó. Por supuesto que esta situación tuvo un costo social. Dejó de ver el mundo como lo veía y eso lo distinguió. Situación que por nuestra propia idiosincrasia tendemos a desacreditar. Él evolucionó. Le gustó su nuevo hogar, sus nuevas costumbres, su nuevo estilo de vida. Vivió su momento con plenitud. Formó una familia. Tiene a sus hijos. Rompió con su señora por incompatibilidad de caracteres. Y en ocasiones optó por el silencio incómodo para los demás, su mejor arma de defensa fuera del campo.

Sin embargo la vida de este grande ha quedado en la historia de uno de los mejores equipos del mundo. Copas y trofeos, todos, los pudo ganar formando parte de escuadras históricas.

Ahora ha dado un nuevo paso en su vida. Afrontó el dilema filosófico más complicado de los futbolistas: hacerse a un lado en el momento exacto. A los 31 años ha llegado a un buen arreglo con el Barcelona. Peleó con inteligencia por sus intereses y sacrificó esa parte romántica que a los latinos nos encanta, esa de retar al tiempo sin voltearlo a ver.

Rafa debutó con el Barcelona en un raro partido que se jugó a la medianoche, justo donde muere un día y empieza el otro pero sin tener al sol como testigo. Y así ha sido su salida del equipo. Ha esperado a que se oculte el sol, tuvo el tiempo para pensar y ha decidido aceptar su salida horas antes de que vuelva a iluminarse el cielo. Por supuesto que tiene sus objetivos perfectamente trazados y aunque todo indica que acabará jugando en la MLS, es un hecho que este hombre extraño tiene un plan de vida perfecto.

¡Gracias Angélica!

El estadio es espectacular, sin duda. Es un tipo de arquitectura que rompe los esquemas tradicionales. Hay un trabajo intelectual intenso. El concepto del volcán coronado por una nube es un detalle que marca la estética del escenario. Sin embargo la fiesta de inauguración, desde mi punto de vista, rompió con los elementos de identidad de Chivas y aunque quiso marcar el rumbo hacia el futuro, lo cierto es que fueron muchas luces que iluminaron el show región cuatro.

Basta ya de hablar con propiedad y dejemos al tipejo, que me dicta estas líneas, desahogarse sin complejos. Cuando veo algo desagradable mi escritura suele ser bipolar, ustedes disculparán.

Iniciamos con Reyli Barba y el himno de los hermanos mexicanos. ¿Qué les digo? No podía sacar del shock a mi cuate Charly Huante, artista del Final Cut y demás instrumentos de las artes visuales. Fiesta de nuevos ricos, apenas pude decirle. Pero la parafernalia que siguió después fue bárbara. Un show orientalizado, con seguras influencias del Feng Shui, pero con descaradas compras en China, donde Jorgito les vende Omnilife a los oriundos. Les explico: los ropajes, los estandartes y demás trapos parecían venir de un outlet de los juegos olímpicos de Beijing. Después, la marcial entrada de los tambores iluminados tan parejitos que hasta parecían la banda de guerra de alguna prestigiada secundaria diurna, por supuesto.

Y aquí viene la parte profunda, los defensores de la nueva filosofía chiva. Una legión de jedis con espaditas Rayovac como las que yo tenía de chamaco. Pero un momento intimidante fue cuando salieron los once titanes que parecían Cylons armados en la Buenos Aires, aunque un buen amigo (Manuel Esparza) asegura que el diseño de las bestias de hierro estaba inspirado en Zorg (Toy Story 2).

Cuando creí que había perdido el juicio, de las alturas bajó una diva con pestañas luminosas, ojitos tapatíos que quedaron tuertos al agotarse las baterías de reloj de fayuca. Arte barroco puro. No podían faltar las estrellas en una noche serena. Astros de cartón para simbolizar los títulos del equipo centenario.

De pronto, llegaron las letras, la dedicatoria de la fiesta: “Gracias Angélica”. El show hubiera culminado con final de opera si la señora hubiera iniciado contracciones y el fruto del amor de la pareja naciera en las tribunas del magnífico escenario, pero no, la criatura se rehusó a venir al mundo bajo estas condiciones.

Luego vino el partido, el gol del Chicharito, el empate, y ahí fue cuando mi esposa me despojó del control remoto y se puso a ver programación ajena que me abstengo de detallar. Gracias al Facebook, mi amigo Manuel me informó que el Bofo había anotado y que el mal gusto seguía en poder de la noche. Yo ya no supe de mi.

Disculpen ustedes al fulano que acaba de expresarse, yo sería incapaz de impedírselo. No soy yo cuando me enojo.

Los Caballeros de la Sangre de Atole

La junta de dueños, esa mesa redonda de los Caballeros de la Sangre de Atole que nunca sudan, los que siempre se aseguran que el discurso anuncie sus naufragios económicos. Los que usan al futbol como su gran outsourcing para evadir impuestos. Los que dicen que siempre están en deuda con la afición. Esos dueños que contrataron a un vendedor tan eficaz que les llenó las arcas de una federación sui géneris. Ellos que tienen atole en las venas, ojalá que no nos sirvan la sustancia con el dedo.

Yo así veo las cosas, es mi percepción. No pongo en tela de juicio la honorabilidad de Enrique Meza, tampoco la de Efraín Flores. Sí me da tristeza que hayan aceptado hacer un favor empeñando dos razones fundamentales de sus planes de vida. El primero podría estar dejando pasar la revancha y se conforma con un duelo contra un campeón del mundo que viene a regañadientes. El segundo compromete su futuro, al menos que en sus objetivos no esté dirigir a la selección mayor en un periodo mundialista.

Me apena de sobremanera tener que hacer juicios de valor pero tal vez esta visible sumisión sea el arma perfecta de Meza; de Flores no me extraña su actitud, perfectamente amaestrada por uno de los notables caballeros.

Un partido contra España para festejar, un deslucido Bicentenario, precisamente contra los futbolistas del reino conquistador. Un festín que cuando se ofreció parecía suculento, pero la res engordó y sus ganaderos le han hecho el feo a la fonda donde se pensaba cocinar.

Fue en esa mesa de los Caballeros de la Sangre de Atole donde se decidió exterminar a Aguirre sin rendición de cuentas, donde se fraguó el perverso pacto de los Caballeros, donde se deciden asuntos que derivan en grandes cantidades de dinero pero que demeritan el espectáculo y el desarrollo del deporte mismo. Fue en esa junta donde lanzaron a dos estrategas que aceptaron ser DT por un día. Meza dirigirá contra los campeones del mundo y Flores se encargará de tres partidos más. Son estos caballeros los que nunca entenderán el juego y nosotros los pobres ilusos que no entendemos sus tácticas financieras. Lo que es muy fácil comprender es que los 48 meses que había para llegar a Brasil, sólo quedan 47 y le seguiremos restando.

Románticos Viajeros

Los hombres a los que Chivas enfrentarán en la semifinal de la Copa Libertadores son románticos viajeros, románticos bohemios, son camaradas que brindan en ánforas azules por su Universidad. Aunque cuando el honor se los manda se transforman en leones y le juegan como fieras a cualquiera.

La U de Chile (24 de mayo de 1927) tiene una historia larga, sin ser centenaria como la de Chivas, pero sí con pasajes similares en tiempos y circunstancias. Por ejemplo, en los sesentas, ellos tuvieron un “Ballet Azul”; el Rebaño tuvo un “Campeonísimo”. Los primeros le dieron seis copas al equipo; los segundos le pusieron ocho estrellas al escudo. Los bailarines conformaron la base de la selección nacional que los representó en su mundial (1962); los rojiblancos fueron el eje de los que los nostálgicos dicen que ha sido el mejor equipo mexicano de las Copas del Mundo.

La U también juega dos clásicos en su liga. Uno contra el Colo Colo, llamado Superclásico; otro contra la Universidad Católica denominado el duelo universitario.

Los setentas fueron años de vacas flacas para ambos cuadros. Después, con algunos cambios administrativos, el rumbo se enderezó.

En donde hay diferencias sustanciales es la estadística de la Copa Libertadores. Mientras que Chivas buscará llegar a su primera final, la U ya guarda dieciséis trofeos en sus vitrinas.

Lo de Románticos Viajeros es una historia encantadora. El himno del club deportivo, llamado precisamente así, fue creado en 1933 por un conjunto de estudiantes de arquitectura de la Universidad de Chile, quienes inspirados en una noche bohemia a bordo del barco Reina del Pacífico, declamaron la letra y los versos, por eso el canto no habla de futbol o deporte, sino que se basa en sueños de viajes de un grupo de camaradas, brindando por la Universidad.

Algunos de estos Románticos Viajeros han llegado hasta México a lo largo de la historia. Recordemos a Alberto Quintano con la Máquina de Cruz Azul, quien por cierto es su director deportivo actual; Carlos “Búfalo” Poblete, poderoso futbolista de La Franja radicado en nuestro país; y más recientemente Osvaldo González quien viste el rojo del Toluca.

Estos hombres visten de azul y portan como insignia un chuncho, una especie de tecolote. Simboliza la sabiduría, el conocimiento mutuo, la armonía entre el cuerpo y el espíritu, suprema aspiración del deporte bien entendido.

Bienvenidos sean los Románticos Viajeros y que sea una semifinal continental digna de los recuerdos de miles de viajeros bohemios que brindamos en ánforas multicolores por el futbol.

Prototipo Chuletita

Me gusta la actitud del “Chuletita” Orozco. Tiene todo para ser el gran enlace terrenal entre la elite azul y sus huestes. Es un futbolista con cuerpo de jardinero central y cuarto bat. Es poderoso, contundente, hábil y sobretodo tiene muy claro que el objetivo de su posición es hacer daño, perforar redes a diestra y siniestra. Pero he aquí su gran virtud: es de los pocos futbolistas mexicanos que se atreve a retar a la historia.

Javier Antonio Orozco Pañuelas (16 de noviembre de 1987) es sinaloense de Los Mochis. Tierra que pide de requisito al nacer un guante y un bat al hombro. Sin embargo, desde hace una década el futbol ha encontrado en Sinaloa una beta de primera línea. De futbolistas de exportación para ser más claros. "Chuletita" fue pelotero, faltaba más, pero imitó al hermano mayor y le entró a la patada. Además es hacedor de goles, por lo tanto hay que cuidarlo. Recordemos que este es un país donde los delanteros están en peligro de extinción y el prototipo del Chuletita podría marcar un perfil del atacante nacional.

El muchacho tiene 22 años. No es un novato pues debutó a los 17 años. Bendita edad para nuestro futbol. Su primer gol en primera división lo pudo anotar casi tres años después, pero fue campeón de goleo en la Liga de Campeones de Concacaf, “La Concachampions” pues, en la edición 2008-2009.

Fíjenese lo que se dice de él en Wikipedia: Es tan perro para jugar que metió dos goles y provocó un autogol, a favor, en el primer partido del Apertura 2010. Una descripción contundente.

Cuando se le pregunta algo a Javier contesta de primera mano, no anda con rodeos ni hace caso de las muletillas. Él habla en primera persona y siempre ha dicho que cuando se propone algo lo cumple. Desde cumplir la promesa de volver a su tierra con regalos para su madre como el generoso acto de pedir disculpas públicas por el mal paso de su equipo.

Lo mejor de todo es el número que porta en la espalda. Tomó el 27, sinónimo del hombre gol de los cementeros, Carlos Hermosillo. Pidió esta insignia en el dorso porque él es su ídolo. Su meta. El reto que el “Chuletita” le ha puesto a la historia.

Los 169 goles del goleador veracruzano son la meta a largo plazo de un hombre que antes de soñar con emigrar, ha tenido la inteligencia de diseñar su propio plan de vida. Este gesto lo hacen muy pocos y hay que valorarlo en esta tierra que se ha caracterizado por tener héroes muertos en el intento por conseguir un objetivo y no en aquellos que lo han logrado.

En cinco años, el “Chuletita” ha jugado sólo 37 partidos con la Máquina y sólo le faltan 160 goles para alcanzar a Hermosillo. Habrá que impulsarlo para que lo logre, vale la pena. Es un futbolista que no trabaja para el futbol, juega por el futbol, lo hace bien y se divierte. ¿Qué más se puede pedir?

La fábrica de las fantasías

Para el Chicharito:

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos...

Por eso, canta, ríe, baila, llora

y vive intensamente cada momento de tu vida...

...antes que el telón baje

y la obra termine sin aplausos.

Charles Chaplin (El teatro de la vida)

Si Old Trafford es el teatro de los sueños, el Manchester United es una fábrica de las más sofisticadas fantasías del futbol. Es la marca más poderosa del mundo. Es un equipo al que le pueden ir los chinos o los habitantes de San Juan de los Lagos (Jalisco) y sumar entre todos la intimidante cantidad de 330 millones de seguidores, el cinco por ciento de la población del planeta.

Es una de las empresas del poderoso magnate estadounidense Malcom Glazer, odiado en extremo por los socios Reds. Es un club de primera clase. Es una máquina de hacer dinero, pero también es una caja chica de deudas que tiene a su campo hipotecado ante sus acreedores. Pero mucho antes de que el negocio fuera lo que es, en el teatro de los sueños se pusieron en escena grandes historias de todos los géneros: comedias, dramas y tragedias.

Manchester es la primera ciudad industrial que existió en el mundo. Fue el mejor ejemplo de la revolución del vapor. El algodón la colocó en el plano mercantil. Y el primer ferrocarril de la historia corrió de Cottonopolis (así se referían a la ciudad) hasta Liverpool. Ahí, donde la serpiente de hierro iba y venía, tiene su origen el gran equipo global del siglo XXI.

Los ferrocarrileros mancunianos se juntaron para darle a la pelota, en un llano al costado de las vías, y se hicieron llamar Newton Heath Lancashire and Yorkshire Railway, en 1878. Sus colores fueron el verde y el amarillo. Pero las deudas orillaron al equipo a tomar medidas radicales. Un magnate cervecero de la ciudad, John Davies, aportó un puñado de poderosas libras y para 1902 cambiaron sus insignias de identidad. Desde entonces son el Manchester United y su color el rojo.

Para 1908 ganaron su primera liga. Hoy suman dieciocho, una oncena de estas ganadas bajo el mando de Fergie (Alex Ferguson), un caballero escocés de la corte británica (nombrado Sir gracias al futbol) que lleva dirigiendo al United desde 1986.

Old Trafford ha cumplido una centuria larga y sinuosa desde que abrió sus puertas a los 80 mil invitados que presenciaron su inauguración el 19 de febrero de 1910. La obra arquitectónica del escocés Archibald Leitch, encargado de diseñar una veintena de escenarios para el balompié en el Reino Unido, sobrevive a dos guerras mundiales, aunque en la segunda los Nazis lo destrozaron a bombazos.

El teatro de los sueños es, guardando las distancias, como un Bellas Artes del Futbol. Muchos quieren interpretarse a sí mismos en sus tablas pero todos se intimidan porque es inevitable que brote el pánico escénico.

El monstruo de las mil cabezas es implacable. Dicen que desde la tribuna oeste se emite un rugido tan poderoso como el sonido de los motores de un Jumbo Jet en pleno despegue.

Pero no todo Manchester está con el United. Casi todos los mancunianos orientales son Citizens y le van al Manchester City. Desde luego que es con este equipo con el que se tiene el pleito vecinal por excelencia, la guerra civil le llaman.

Si ya hablamos de Sir Alex Ferguson, es obligado contar la leyenda de Busby, el hombre que apostó por los jóvenes, que le dio al equipo una identidad interna de pertenencia total. El promedio de edad del Man United a mediados del siglo XX era de 22 años. Unos bebés jugando a la pelota consentidos y educados por Matt Busby, quien logró sobrevivir para llorar por sus muchachos cuando el avión que los traía de regreso a casa, tras jugar con el Estrella Roja en Belgrado, se estrelló en Munich a las 11 de la noche del 6 de febrero de 1958. Por eso un reloj de Old Trafford marca siempre el momento, para recordar que ese campo ya no es lo mismo sin ellos.

La mística de los Reds Devils tiene sus misterios. Tres primeros actores integran su Santísima Trinidad: George Best, Denis Law y Sir Bobby Charlton. Los tres consagrados con el balón de oro.

También tienen a sus galanes protagónicos. Dos hombres que han vendido más camisetas que la suma de los minutos que han jugado al futbol: David Beckham y Cristiano Ronaldo.

Pero lo mejor de todo es que al caer la tarde, el telón de Old Trafford sube y nos cuenta historias con sus héroes de acción, sus actores clásicos, sus grandes comediantes y hasta un chico del barrio que ha sido proclamado rey en el teatro de los sueños: Wayne Rooney.

La gran obra de este escenario se interpretó en 1999, el año del trébol, aquel inolvidable triplete de copas: la liga, la FA Cup y el trofeo de campeones de Europa.

El elenco rojo hoy tiene a un mexicano, el primero en llegar al Manchester United. Javier Hernández –hay que decirle Chicharito, Little Pea no va con él- tiene a Sir Alex muy entusiasmado. Es un joven de 21 años, la edad perfecta según Matt Busby, y le tocará el turno de hacer el papel de su vida. Por eso esperamos que cante, ría, baile, llore y viva intensamente cada momento porque en este teatro no hay ensayos.

El primer mexicano en Escocia

Católicos y protestantes, o a la inversa, como se quiera poner, el orden de los factores no afecta al resultado, esa es la rivalidad nata en Glasgow. Dos formas históricas de ver al mundo. Dos maneras de administrar a Dios en el negocio de la fe. Dos oligarquías del poder.

Celtic Glasgow y Rangers Glasgow representan a las masas que piensan distinto, a tal grado de ser sectarios en la convivencia diaria. Antes más que ahora, posiblemente, dependiendo del contexto y las circunstancias; menos, quizá, de lo que pueda ser mañana.

Efraín Juárez es el primer futbolista mexicano en Escocia y llega a un equipo rebelde. Católico y de izquierda en un reino donde no serlo te coloca a la derecha. Así como conducen los autos en la Gran Bretaña, al revés de nosotros, se establecen los bandos de poder. Y el joven mexicano debe saber esto y muchas otras cosas, porque si bien ha sido contratado para jugar al futbol también ha sido aceptado por una comunidad que lleva más de un siglo teniendo coincidencias.

Al Celtic Glasgow Football Club (1888) lo fundan los maristas, ese grupo de sacerdotes católicos misioneros de la educación, para darles un poco de distracción y alegría a los miserables irlandeses que huyeron de sus tierras por la hambruna y que fueron asolados por serle fiel al Papa. En el reino de los reinos no cabía un rey más.

El hambre mata al final de la jornada, pero lo peor es que te va quitando la esencia de la felicidad. Sin alimento no hay esperanza, no hay ilusiones, no hay entusiasmo y por lo tanto no puede haber fe. Los maristas por eso abrieron comedores para los irlandeses hambrientos que llegaron a Glasgow. Y les dieron el futbol para ir sanando el alma.

Durante décadas se estableció como requisito indispensable que todo jugador de los Rangers fuera protestante. Hace tiempo que esto se abolió, pero las afinidades permanecen en una tregua de la moderna tolerancia. El Celtic optó por la pluralidad: Inmigrantes, católicos, pobres, nacionalistas.

La liga escocesa, formada hoy por diez equipos, es jugada a tres vueltas, con una copa nacional aparte, y tiene dos dueños: los gigantes de Glasgow. Por eso el duelo de estos dos es tan encarnizado. En verdad parece que juegan bajo el nombre de Dios. The old firm le llaman al clásico, la vieja firma o la antigua empresa traducido al español. El nombre engloba años y años de enfrentamientos. Pesa con sus toneladas de tiempo. Y es tan intenso, como el pleito eterno entre los monarcas del reino y sus vasallos. Porque a final de cuentas en eso se fincan los ideales del equipo del trébol. Irlandeses en común acuerdo con escoceses quienes siempre han luchado por su libertad, aunque en la batalla dejen la vida. “Podrán quitarnos la vida pero jamás la libertad”, dice el célebre William Wallace –imposible quitarlo de estas líneas- y así piensan los rebeldes del imperio.

Y como verdaderos leones fueron a Lisboa y se convirtieron en el primer equipo de las islas británicas en conquistar la orejona. En 1967, el Celtic Glasgow Football Club venció, dos a uno, al Inter de Milán en el Estadio Nacional de Portugal y fueron campeones de Europa.

Celtic Park es su territorio. Sesenta y seis mil personas le caben. Y tienen cantos que te sacuden el alma. Mientras el equipo salta al campo se escucha Celtic Song. Pero desde hace algunos años se hermanaron con el Liverpool de Inglaterra (el equipo rebelde de los ingleses) y entonan la letra de una canción intensa: You'll never walk alone. Las emociones son aplastantes. ¡Impresionante!

Y en las tribunas banderas de Irlanda, de Escocia, la cruz del Cristo con distintivos celtas, consignas radicales, en alguna época mantas a favor del Ejército Republicano Irlandés. Bufandas con rayas blancas y verdes, tréboles. Manos al cielo. Comunión plena. Y así locales y visitantes son recibidos en un gran escenario.

A Juárez le van a exigir que se muera en cada partido y los escoceses lo van a arropar. Lo van a poner en el camino. No lo dejarán caminar solo.

Letra de You'll never walk alone:

When you walk through a storm,

Cuando camines a través de la tormenta,

hold your head up high,

Mantén la cabeza alta,

and don't be afraid of the dark ;

Y no temas por la oscuridad;

at the end of the storm there is a golden sky

Al final de la tormenta encontrarás la luz del sol

and the sweet silver song of the lark.

Y la dulce y plateada canción de una alondra.

Walk on through the wind,

Sigue a través del viento,

walk on through the rain,

Sigue a través de la lluvia,

tho' your dreams be tossed and blown.

Aunque tus sueños se rompan en pedazos.

Walk on, walk on with hope in your heart,

Camina, camina, con esperanza en tu corazón,

and you'll never walk alone,

Y nunca caminarás solo,

you'll never walk alone.

Nunca caminarás solo.

Walk on, walk on with hope in your heart,

Camina, camina, con esperanza en tu corazón,

and you'll never walk alone,

Y nunca caminarás solo,

you'll never walk alone.

Nunca caminarás solo.

Burbujas en la Calle Verde

Los hombres del hierro que trabajaban en los astilleros del Támesis fundaron el West Ham United. Un equipo con ciento quince años de historias tan intensas que valen más, en su contexto, que el hecho de contar sus años de juegos midiéndolos en vitrinas y copas. Su pasado está lleno de momentos, de nombres, del sudor de la jornada mezclado con el del partido disputado. Sus orígenes tocan el fondo de la estructura del futbol inglés y fueron subiendo peldaño a peldaño. Flotaban en el tiempo como las burbujas. Pero siempre viajaban de un lado a otro. De abajo a arriba. Reventaban y alguien volvía a soplar para crear una nueva. El camino de la calle verde siempre llegaba al campo del equipo de los martillos.

El sentir del gremio se apoderó del West Ham, que por cierto no era la única oncena de los astilleros y las fundidoras. Por eso los instintos tribales de sus seguidores despertaron sentimientos primitivos de protección territorial.

Los Hammers alcanzaron la máxima categoría en los años veinte del mismo siglo y en 1923 disputaron (y perdieron) la celebre final de la FA Cup contra el Bolton Wanderers, en donde se eternizó la escena del caballo blanco montado por el mandón de la policía que replegó a los apasionados hinchas que invadieron el pasto sagrado del estadio imperial (Wembley). De ahí nació el estigma del hooligan, de ahí nació la pasión desbocada por lo que muchos sienten que es suyo: el equipo del lugar formado por la gente conocida y que representa lo que ellos creen que son.

Eso significa el cuadro de los hombres de hierro. Eso le dice al imaginario colectivo. Después el estilo pulió las formas, pero nunca las pasiones. Se distinguieron por la clase al tocar el balón y adquieren fama de academia. El West Ham ha graduado a sólo tres de sus muchachos con doctorado. Los demás bien podrían ostentar el master del futbol. Cole y Rio Ferdinand por ser displicentes con el presente son dos egresados de la academia.

Esa tercia le dio a los inventores del juego su única Copa Mundial. Son los héroes inmortales del 66: el capitán Bobby Moore. Martin Peters, quien marcó un gol de campeonato, y, Geoff Hurst, autor del único Hat Trick en la historia de las finales de las Copas del Mundo, para vencer así, 4-2, a Alemania en Wembley.

Hammers son también los Lampard, padre e hijo. El primero recordado con profundo afecto, el segundo estigmatizado como un Judas por haberse ido tras las libras.

Son los hombres de hierro quienes levantaron la FA Cup en dos circunstancias llenas de simbolismo. En 1975 la ganaron alineando solo a los hijos del imperio, nadie más lo ha hecho así desde entonces. Y en 1980 se convirtieron en el único equipo que la conquista representando a una categoría inferior.

Y ahora vayamos a Upton Park, es sencillo llegar, solo hay que tomar Green Street y seguir a todo aquel que cante I’m forever blowing bubbles. La grada siempre canta, las tribunas tienen nombres, simbolizan la historia del West Ham United. La grada del centenario está en el norte. Arriba se sientan las familias. Abajo los visitantes. Por supuesto que tienen la tribuna oeste, las West, y en el sur nueve mil personas le rinde homenaje a su gran ídolo Bobby Moore.

Por eso pesa este lugar en donde se taladra el oído del rival a sólidos martillazos.

Pablo Barrera se ha convertido en el primer futbolista nacido en México de los Hammers. Aunque no sepa hablar la lengua de Shakespeare, será urgente que aprenda a cantar I'm forever blowing bubbles, pretty bubbles in the air. United! united! Mientras camina sobre la calle verde.

A Edgardo Codesal


Estoy preocupado, espantado con la vida. Una gran amistad nació a lo largo de los 30 días de copa del mundo. Aprendí lo que nunca. Disfruté. Compartí la fiesta del juego de pelota con uno de sus personajes. Con Edgardo Codesal entablé una relación profesional de respeto que nos hizo amigos. Un árbitro que dirigió la final de una copa del mundo, la de Italia 1990, y que sabe vivir los recuerdos de ese momento con brillantez y, lo mejor de todo, lo hace con orgullo, con honor y con alegría.

Junto a varios directores técnicos nos dedicamos a desglosar el mundial para no tirarlo al baúl de los recuerdos sin que nos dejara nada. Por eso, el doctor Codesal nos ofreció su casa para celebrar con un asado. Y estuvimos con él. En su casa, alejada de la ciudad en medio de pura tranquilidad. Con sus perros Bambi y Remi. Con su preciada reliquia, ese balón de la final, ese Etrusko Único. Unas horas más tarde llegó el infarto.

No quiero montarme en los cuentos de premonición, pero siento que lo debo compartir. Esa madrugada yo no podía dormir. Estaba inquieto. Algo en el pecho no me dejaba en paz. Algo me avisaba, creo yo, que algo pasaría. Coincidencias pudieron ser. Lo que es un hecho es que el padecimiento de mi amigo me duele profundamente.

Si alguien puede explicar todas las cosas con categoría ese es Edgardo, quien lleva ese nombre en honor a un héroe mundialista: Alcides Edgardo Gigia. Siempre bromea diciendo que fue afortunado en que su padre no le pusiera Alcides.

Tenemos muchas cosas que hacer mi amigo y yo. Los proyectos ya están en marcha. Es un hombre fuerte. Es un hombre realista pero con sueños grandes. Él tiene el cronómetro de su vida, estoy seguro de que no lo parará, siempre le ha gustado la fluidez del juego.

De primera plana

España gana su primer mundial. Los españoles en el mundo lo celebran con enorme alegría. España estalla de júbilo. Gloria habla con una abuela mexicana de 72 años que espera, pacientemente sentada, en la estatua de la Mariblanca a que sus nietos de 20 y 22 años terminaran de celebrar. Está en Madrid de vacaciones con uno de sus nietos, visitando al otro, que trabaja en la capital.

Las paradas de Casillas, el cabezazo de Ramos o la ocasión de Capdevilla son sometidos al análisis, uno a uno, de los héroes de España.

Hubo un gol para la historia que el padre del autor no vio porque fue incapaz de controlar los nervios, José Antonio Iniesta salió de casa para evitar ver cómo su hijo tocaba la gloria mientras Casillas rompió a llorar con el gol. Fotos de la Cibeles. Twitts entrando cada segundo.

Puyol se envuelve con la bandera catalana al tiempo que en Cataluña, la Generalitat exige a Zapatero que defienda el Estatuto sin recortes. La sentencia calentó la marcha de la gente que salió a las calles a protestar con la misma bandera que Puyol.

España, en la luna. Nadal, Gasol, la Reina y los Príncipes en la tribuna. Realismo y creatividad. “A veces los sueños se cumplen” vaticinó Casilas. La selección “tiene aroma propio, huele a España, no a Barça. Son diferentes”, dice el capitán. ¡Visca España! Esa es la marca-país, dirán otros.

“Pensar en ganar solo hace daño al futbol” advirtió Cruyff. La fábula de las naranjas toma sentido. El niño que vendía naranjas y estuvo a punto de ser campeón en 1974, triunfó hoy con otros nombres.

Con los papeles cambiados. España: así solía jugar Holanda. En el Mundial de 1974 los holandeses fueron capaces de matar a Franco en la distancia. Es ahora o nunca. Había que estar atentos al repliegue. Con más personalidad. Hoy es solo hoy. El gol de Iniesta ya está en video. El fútbol es el gran ganador de esta final. A celebrar, no hay más.

(Breve resumen de la primera plana de un periódico electrónico elpaís.com)

El viejo tercio de Johannesburgo

Como me gustaría que Arturo Pérez-Reverte escribiera la crónica de la gran final. El escritor caería en la tentación de regresar en el tiempo y podría llevarnos hasta la Guerra de Flandes y así, españoles y neerlandeses (decirles holandeses sería como decirle veracruzanos a todos los mexicanos), revivirían su guerra de los 80 años. Esas sangrientas, bravas, e inquietantes batallas que terminaron con la independencia de los Países Bajos. Estamos hablando de hace cuatro siglos. Estamos hablando de historia.

En 1568, España mandó a sus soldados hasta la región de Flandes (norte de Bélgica) para hacer la contra-reforma religiosa a capa y espada. Sus unidades de combate revolucionaron por completo el arte de la guerra. Los tercios fueron reconocidos como la mejor infantería del mundo. Impusieron su fuerza en múltiples conflictos pero fue en los Países Bajos donde protagonizaron las más célebres gestas. Sus eficaces tácticas fueron imitadas incluso por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.

Los tercios fueron una fuerza de choque de amplia autonomía, gran capacidad de maniobra y elevada potencia de fuego, basada en la acertada combinación entre armas blancas y de fuego. Un tercio contaba con tres armas fundamentales, con sus respectivos soldados que las servían: piqueros, arcabuceros y mosqueteros.

En aquellos siglos (XVI y XVII) España le hizo la guerra a Europa. Era una potencia pero la crisis económica detonó su decadencia. Abrieron frentes por todos lados, hasta que la máquina de combate perdió fuerza y empezó a perder. Y cuidado, porque entre los vencedores estuvieron los neerlandeses.

Pero esta vez, y en un frente de batalla de otras envergaduras, España ha mandado a su poderoso tercio hasta Johannesburgo y así como en Flandes, la Roja está haciendo su propia revolución futbolística. En el campo de juego es una fuerza con gran capacidad de maniobra y elevada potencia de gol. Sus piqueros pueden contener las cargas de sus rivales, sus arcabuceros son poderosos e intimidantes, y sus mosqueteros hacen temblar las redes de la plaza sometida.

En el viejo tercio de Johannesburgo hay hombres de silencios y miradas más que de palabras, con un gran sentido de la dignidad y de la justicia, pero también de la lealtad. Por eso le ha llegado su tiempo a los más fieros futbolistas, que darán la vida en 90 minutos.

El siglo XVII fue un siglo de luces y de muchas sombras para España. El siglo XXI también tiene esos fulgores y esas oscuridades pero hoy el frente de batalla abierto contra el mundo se está ganando con coraje, con entrega, con gallardía, con alegría y con un balón a los pies de sus soldados.

La Gran Alianza


Dentro de cuatro años se cumplirá un siglo de una fallida alianza estratégica entre el Imperio Otomano (Turquía) y el Imperio Alemán. La alianza se formalizó con un tratado secreto, firmado el 2 de agosto de 1914, un día después de que Alemania declarara la guerra a Rusia y luego el “mundo” le entrara al conflicto.
Alemania necesitaba a Turquía de su lado y viceversa. Con la construcción del Expreso de Oriente, los germanos se dieron cuenta que podrían tener vía libre hasta Bagdad y el petróleo estaría en sus manos. Por su parte los turcos tenían boleto en primera clase para pertenecer a la Europa industrializada.
Pero la guerra la ganaron los contrarios y la alianza secreta no prosperó. Hubo una segunda guerra y ambas naciones se vieron, tiempo después, en la necesidad de volver a hacer alianzas.
Dicen que la Europa de antes repartía ilusiones a los inmigrantes. A falta de niños, el continente se estaba llenando de ancianos y en las fábricas faltaban manos. A ese paso el futbol también podría quedarse sin pies.
Después de las dos guerras, lo que menos querían los europeos era traer niños al mundo. Por eso cuando se trazaron las nuevas fronteras se abrieron las puertas de la inmigración. Los turcos apuntaron hacia Alemania. Ahora son más de un millón y hasta un añejo barrio de Berlín, Kreusberg, hoy es conocido como la Pequeña Estambul.
Alá trazo el destino de sus hijos en tierras lejanas y la cultura se está fundiendo en un país que se sigue sacudiendo el desprestigio del nazismo con la tolerancia y el aprovechamiento de la globalización.
Y si el futbol es un rasgo de la cultura de las naciones, entonces la selección alemana es simplemente un mosaico mágico. Por eso dejemos como contexto los viejos planes de conquistas y negocios. La propia supervivencia de las naciones devastadas por la ambición hoy se reconcilia en un equipo de futbol multicultural, moderno, eficiente, tolerante, inteligentemente irreverente, alegre y respetuoso del juego.


Dos niños otomanos nacieron en el otrora Imperio Alemán. Uno de ellos representa la magia de la Die Mannschaft; el otro es un bastión de la defensa. Mesut Özil y Serdar Tasci son alemanes con descendencia turca: una gran alianza para el futbol. Antes de ellos, Besiktas Mustafa Dogan fue reclutado por la selección germana, aunque nunca se consolidó.
Fíjense en el eje de la Die Mannschaft. Un alemán de pura cepa como Schweinsteiger impone el ritmo; Özil, hijo de inmigrantes turcos, pone la magia; y los polacos Klose y Podolski hacen los goles. Tres orígenes distintos y hasta tres credos diferentes.
Özil y Tasci son musulmanes. Antes de cada partido oran en el vestuario. Colocan sus alfombras y se postran con la cabeza hacia La Meca durante un par de minutos, ante el respeto firme de sus compañeros. Y así, la inspiración para dos de los miembros del equipo llega desde las tradiciones que envuelven a la luna creciente y la estrella sobre un manto de tres colores. Una verdadera alianza germano-otomana que sólo lo más importante de lo menos importante puede generar.

Tiempos de conquista

La naturaleza aventurera y conquistadora de los holandeses les ha permitido tener futbolistas con genotipos muy variados. Sus antiguas colonias han nutrido su futbol. Esta es solo una de esas historias que empezaron en los tiempos de conquista y que ha alcanzado su clímax en plena semifinal de la copa del mundo.

En 1599, la Compañía Holandesa de Indias llegó a las Islas Molucas (Maluku en indonesio), también conocidas como las Islas de las Especias. Su instinto conquistador los llevó a tomar posesión de tierras y poblados con la fuerza del terror. Exterminaron a cuanto enemigo se les opusiera. Cada intento de rebelión fue salvajemente reprimido. Generaron tal psicosis en los isleños que los orilló a matar a sus líderes para aplacar la ira del invasor. El trueque fue nefasto: salvaron sus poblados, conservaron sus vidas, pero perdieron su libertad. Sin embargo los holandeses regentearon un gran negocio durante siglos e indirectamente, en un plano aparte, el capitán de la Naranja Mecánica, con sangre moluca corriendo por sus venas, rompió la muralla charrúa y con dos goles más (uno de Robben y otro de Sneijder) lograron instalarse en la gran final de la copa del mundo celebrada en Sudáfrica, en pleno año 2010.

Giovanni van Bronckhorst es un veterano que está escribiendo las últimas páginas de su historia. A los 35 años ha decidido dejar el futbol cuando termine la máxima competencia del 2010. El capitán nació en Rotterdam pero sus padres son de Indonesia. Su madre, en particular, es descendiente de los molucos porque llegó al mundo en la Isla de las Especias.

También John Heitinga, encargado de anular a Diego Forlán, y Demy de Zeeuw, quien acabó hospitalizado tras la batalla, con una probable fractura en la mandíbula, tienen sus orígenes en Maluku.

Si hace cuatrocientos años los holandeses no hubieran avasallado a los isleños del lejano oriente, el destino futbolístico tal vez tendría otra trama. El costo social de aquellos tiempos de conquista fue altísimo. Sin duda alguna que los holandeses, representados por los once sobre la hierba –incluido su capitán Bronckhorst, el zaguero Heitinga y el volante de Zeeuw-, deberán agradecerle a sus conquistados y pedirles perdón (a sus ancestros) con la copa levantada al cielo.

La trampa

Luis Suárez detuvo el tiempo con las mismas manos que frenaron el balón que ponía a Ghana entre los cuatro mejores equipos del mundo. El hacedor de goles sabía que con la trampa le daba el último instante a sus compañeros. Un continente entero quedó enmudecido y las “estrellas negras” dejaron de brillar. Temblaron. Les arrancaron la gloria en el patio de su casa.


Qué trampa este crepúsculo.

qué calma desplomada sobre todo

qué simulacro inútil

qué sonrojo


Uruguay manejó al destino y el destino le cobró la cuenta a Asamoah Gyan. Este hombre no podrá dormir tranquilo el resto de su vida. Mientras Suárez fue premiado por la fortuna, Gyan falló la jugada de su historia, pero tuvo la valentía de pedir mano para cobrar el primero de la tanda de tiros definitivos y lo anotó. Sus compañeros fueron los que no pudieron sobreponerse al momento. Estaban heridos, sobajados. Parecía que estaban en un trance mortal. La mente les falló y perdieron cuando el Loco hizo lo que todos, menos el arquero ghana (porque así se les dice a los de Ghana, ghanas), sabíamos lo que iba a hacer.


en paz siguen las nubes

cómo quisiera en paz

y silenciosa

el aire tiene gracia

por una vez tangible

compartida

y nadie está sediento

o por lo menos nadie tan sediento

como para matar

o destrozarse


África soñó con compartir con occidente la grandeza del futbol. Pensó que con Ghana entraría al distinguido grupo de los cuatro grandes. El Soccer City entero se cimbró cuando el juego de los pies quedó eclipsado por las manos.


qué trampa esa lejana

bocina

que se quiebra

como un viejo sollozo

qué mentira ese tango esa guitarra

esa clara desierta inexplicable

melancolía de las azoteas


Uruguay ha vuelto a las grandes alturas. Luego de pelear el último boleto al mundial en un repechaje hoy ha logrado lo que no pudieron los ingleses, los franceses, los italianos y los brasileños. Ellos pueden volver a ser campeones del mundo aunque es imposible olvidar las manos de Suárez, y por supuesto, infame sería no recitar los inmortales versos del maestro Benedetti.


qué trampa

qué artimaña

qué lástima

saber

que es una trampa.