¡Adiós al Malabarista del Balón!



Mario Alfredo Pavéz Bravo

Posición:
Medio ofensivo (Entreala).
Equipos:
Chacarita (Argentina) 1951-1957
América (México) 1957-1961
Atlante (México) 1961-1963

Nació en San Rafael, Mendoza, Argentina, el 1 de enero de 1934. Jugando en los potreros o en las calles de su pueblo se formó como el clásico 10 argentino: habilidoso, creativo y fino. A los 14 años su familia se mudó a Buenos Aires y pudo haber jugado con River Plate, Renato Cesarini los había seleccionado en una prueba pero Duchini, el entrenador de Chacarita, descubrió que era pretendido por los millonarios y lo llevó a registrar con el modesto club. Fue seleccionado juvenil argentino con Scarone. Sívori fue su suplente en esta etapa.

Se distinguió por su clase al jugar. Alguien lo bautizó como "El malabarista del balón". Afecto a la aplicación de caños o túneles. “Los disfrutaba más que los goles, en Argentina si hacías caño eras un Dios”. Lo pretendieron equipos chilenos pero optó por venir al América, propiedad en aquel entonces del empresario refresquero Isaac Besudo.

Hizo mancuerna en el América con Eduardo González Palmer. Sus pases permitieron que Palmer se coronara campeón de goleo en la temporada 1958-1959 con 25 (28 según el goleador) goles.
Nunca fue campeón y se retiró joven, con el Atlante, por una lesión en la rodilla derecha.

Al dejar de jugar abrió restaurantes de comida argentina y según afirman personas de la época, Pavéz fue el pionero de las parrillas argentinas en México. Sus restaurantes se llamaron La Pampa y Peña Blanca.

Entrado el año 2000 se le detectó la penosa enfermedad de Alzheimer. Tuvo cinco hijos, uno de ellos, José Eduardo “El Bicho”, fue jugador profesional, sin embargo lesiones en ambas rodillas lo obligaron a dejar el futbol. Don Mario Pavéz murió el 3 de agosto de 2008, en la ciudad de México.

Sven, ¿El Vikingo?

El apellido Eriksson invoca al legendario vikingo noruego Erik El Rojo, quien, aseguran los historiadores, llegó a América, cientos de años antes que el mismo Colón. Toda su prole heredó el nombre de la leyenda de los mares del norte. No se sabe si Sven-Göran forme parte de esa familia que forjó su historia hace más de mil años y que se diseminó en todos los países que conforman la región. Lo cierto es que el técnico de la selección mexicana nació, en 1948, en un pequeño pueblo de Suecia, llamado Sonne, más cerca de Oslo, capital de Noruega, que de Estocolmo, en Suecia. Por eso, no suena tan descabellado que esta historia tenga algo que ver con los vikingos.
Eriksson vivió muy poco tiempo en Sonne. Sus padres se mudaron a Torsby, ubicado a 35 kilómetros del pueblo natal, y ahí pasó su infancia y juventud. Por eso en las semblanzas se dice que nació en Torsby y no en Sonne, pero el mexicano Pascal Beltrán del Río, director del diario Excélsior, viajó a Suecia en busca de los orígenes del estratega y descubrió el dato biográfico.
El pueblo donde creció Eriksson es de ensueño. Está en la ribera de un hermoso lago, el Fryken. Era un estudiante muy ordenado en una escuela de vanguardia, en donde los niños desarrollan habilidades matemáticas, generando que sus maneras de pensar y afrontar la vida, tengan estructuras que los conduzcan a la exactitud.
Sus padres eran comunes y corrientes. El, chofer, y ella, atendía en una tienda de autoservicio, frente a la estación del ferrocarril. Fue el señor Eriksson (también de nombre Sven) quien fomentó la práctica del futbol en el joven Svennis, de quien dicen era mejor esquiador en la rampa de sesenta metros que defensa en el balompié.
Sven-Göran Eriksson es el hijo pródigo de Torsby. Cuando vuelve a Suecia, casi siempre en el verano, deja el glamour a un lado. Se refugia en una casa de campo, ubicada en medio del camino que une a su pueblo natal y su pueblo adoptivo, en donde, dicen, aun viven sus padres y su hermano menor.
Lo quieren tanto en su tierra que cada mes de agosto, 150 equipos conformados por niños menores de 14 años disputan la “Svennis Cup”. Torneo del que por cierto, se han descubierto talentos potenciales.
De ahí viene el sueco que buscará su destino en México. Volviendo a las leyendas, el segundo hijo de Eric El Rojo, Leif Eriksson, El afortunado, fundó el primer asentamiento europeo en el desconocido continente, pero lo tuvo que abandonar en poco tiempo, por la hostilidad mostrada por los nativos.