Saturnino

Fue estremecedor ver el homenaje al máximo ídolo rojo de todos los tiempos. Creador de varias generaciones de aficionados, artífice de cuatro campeonatos que resucitaron una empolvada y ensimismada franquicia. Su segundo nombre está ligado al planeta Saturno que, según los legendarios romanos, guiaba a aquellos que sembraban los campos. Lo cierto es que José sembraba y cosechaba de forma simultánea hasta quedar saciado.
Es imposible frenar las emociones que emanan de la propia historia. El recuerdo de las hazañas conduce de inmediato a ese factor que amarra las identidades de un equipo de futbol. El agradecimiento de una afición es espontáneo. La caballerosidad deportiva debería ser un sello discreto de prestigio . La negación del pasado destruye el presente y así no se puede soñar. Sin embargo, la apoteosis por la vuelta del héroe de otros a casa me regaló un instante intenso, junto a una comunidad que rige sus procederes al estilo feudal.
El bienamado fue temido por la cúpula y puso en su lugar las cosas. Ahora sí, ninguna ilusión podrá desbaratar las evidencias de que lo obsoleto y lo arcaico no van de la mano con el color rojo ni con los designios del diablo. 

Kopaszewski

El primer francés en ser nombrado mejor futbolista del mundo tiene una historia larga e intensa. Una vida muy exitosa en el campo de juego  pero contrastada con dramáticos instantes que lo definieron como ser humano. Un hombre al que le cercenaron el apellido, luego el dedo índice de su mano izquierda y después un gran pedazo de su alma. Un futbolista que dejó el balón sólo cuando la vejez se lo exigió. Un luchador social que entendía el significado de las letras que componen la palabra esclavitud. Un francés, hijo de alemanes y nieto de polacos que acabó por ser universal.

Los españoles lo vieron como un conquistador cuando desparramó gambetas con el Real Madrid. En alusión a su tamaño, un metro con sesenta y ocho centímetros (la misma que Maradona), acudieron al lugar común y le apodaron Napoleón. Antes de él, el número diez en los dorsales era intrascendente. Después de él, el 10 se convirtió en la clave del futbol. Sin embargo él nunca portó en su camiseta el número mágico, simplemente le dio razón de ser a esa posición. A Raymond Kopa hay que celebrarlo robándole un poco del sentido que a su vida le ha dado, porque sigue vivo y apenas ha cumplido 80 años.

La primera guerra mundial y la hambruna desplazaron, por lo menos, a seis mil polacos hacia el oeste de Europa y se asentaron en Francia. El submundo de Noeux-les-Mines estaba lleno de carbón y como la mayoría de los inmigrantes eran extractores del mineral, muchos se establecieron en esta región, al norte del territorio galo. Entre tantas familias venían los Kopaszewski. La historia de nuestro personaje comenzaría un 13 de octubre de 1931, el día en que nació.

Para facilitarle la vida al niño Raymond, en la escuela simplificaron su apellido y quedó en Kopa. Kopa, en polaco, significa patada y el resto omitido del apellido, szewski, quiere decir zapatero. Entonces, el significado original, de alguna u otra forma, tenía que ver completamente con un asunto de pies. Así es siempre el destino que no permite que le burlen ni que le tomen atajos.

La familia polaca Kopaszewski era una familia de mineros. El destino de los varones de esta familia quedaba ligado a esos peligrosos agujeros que los llevaban hasta el codiciado carbón. Las minas ataban para siempre a las familias de los mineros en una especie de dependencia por preservar un oficio aprendido de generación en generación que terminaba por esclavizar al individuo bajo la tierra. Su padre y su hermano tuvieron vidas cortas porque se llenaron los pulmones del veneno que respiraron en el hoyo. A Raymond, quien se encargaba de empujar las góndolas mineras, un accidente en la adolescencia, le provocó la amputación del dedo índice de su mano izquierda y le despertó la terrible ansiedad de dejar la mina para acabar con la esclavizante tradición familiar. El futbol lo sacaría para siempre de los húmedos y oscuros túneles.

Eduardo Galeano cuenta que Kopa “con la pelota en el pie, crecía y dominaba la cancha”. Que fue un jugador de mucha movilidad, de florido regate y que cuando se escabullía hacia la meta dibujando arabescos sobre el césped. Los técnicos se tiraban de los pelos, por lo mucho que se entretenía con la pelota. Cuentan en Noeux-les-Mines  que así jugaba niño. Su menuda estatura lo llevó a ser socio de la fuerza de gravedad y giraba sobre sí mismo para sacarle ventajas al contrincante que casi siempre le ganaba en estatura. El balón pegado al pie como buen gambetero, un prodigio diferenciador en este juego de conjunto.

El SCO Angers de segunda división le hizo un canje a su vida: dejaba la mina y correría tras el balón, aunque su estatus como ser humano seguía dependiendo de los dueños de todo. El futbol francés se hizo profesional a partir de 1932 y como un pacto entre caballeros, la norma no escrita obligaba al futbolista amateur a firmar un contrato de por vida (o hasta que cumpliera 35 años) con el primer club profesional que lo fichara. Si bien Kopa celebraba su cambio de vida, su conciencia no lo dejaba tranquilo. Sus cualidades y su espíritu tarde o temprano serían anhelados por intereses mayores y a la hora de negociar su talento él quedaría en medio y atado de manos. Finalmente ocurrió lo previsto y el Stade Reims compró su carta, para luego revendérsela al Real Madrid, en 1956, por una cifra récord que rondaba las 38 mil libras esterlinas. Kopa fue el primer futbolista francés contratado para jugar fuera de Francia.

Ya habían pasado algunos años cuando Kopa criticó las formas del negocio. En 1963 declaró al semanario France-Dimanche una frase contundente que lo costó seis meses de suspensión: “Los futbolistas somos esclavos del futbol”.

Su vida profesional perteneció a aquellos dos equipos que pagaron por tenerlo. Con el Reims ganó dos títulos de la liga francesa (1953 y 1955). En 1956 llegaron a la final de la Copa de Europa y la perdieron con el Real Madrid. Con los merengues formó uno de los cuadros más grandes de la historia del futbol. Vestido de blanco fue tres veces consecutivas campeón de Europa y ganó la liga en dos ocasiones, a pesar de los celos profesionales de la Saeta Rubia, Don Alfredo Di’Stéfano.

Simbólicamente, los dedos se asocian a los parientes. Dicen los esotéricos que si sueñas con un dedo amputado es porque podrías perder a un familiar muy cercano, pero Raymond vivió en carne propia ambas atrocidades. Ese dedo amputado vino a convertirse en el pequeño Denis, su pequeño hijo, quien murió de cáncer el 15 de febrero de 1963.  Para entonces, Kopa estaba de vuelta con el Stade Reims para ganar un par de ligas más y también vivir el descenso del equipo y su coronación en la segunda división, enmarcando así su retiro del futbol profesional, en 1967.

Fue seleccionado francés desde los 21 años, asistió a dos copas del mundo y en la de 1958 acabó conquistando el tercer lugar. Inolvidable e inspirador su paso con Les Blues, aunque en sus últimas apariciones como seleccionado nacional, haya saltado al campo con la moral desecha por la grave enfermedad de su pequeño. En esos momentos de dolor fue cuando la crítica lo quiso convertir en villano, fue en un estado anímico vulnerable cuando tuvo el valor de decir que los futbolistas eran tratados como esclavos. Un hombre con su temperamento no dejaría de luchar por sus ideales. Por eso es un oficial de la Legión de Honor y uno de los tres futbolistas franceses más grandes del siglo XX, junto a Platini y Zidane.

Kopa ha seguido viviendo su vida y ha rebasado la edad promedio de los mineros gracias al futbol. Nunca deberán ser olvidados sus grandes méritos deportivos, simbolizados en copas y trofeos que subastó en 2001 para ayudar a niños con cáncer, pero de lo que jamás hay que dudar es que el juego extrajo de él un humanismo sencillo y claro, donde la justicia y la honradez siempre brindarán felicidad a pesar de las tragedias.

Kopa en construcción

Estoy preparando la historia de Raymond Kopa. Este 13 de octubre es su cumpleaños y aunque se ha escrito todo lo que se puede escribir de un futbolista, intentaré perfilarlo. Por lo pronto hay elementos que llevan a pensar en una vida dramática, la de un hombre al que le partieron el apellido a la mitad.

Cuestión de fe

Tal vez nos quedemos en el camino pero la renovación está mostrándose en la cancha. El equipo se está integrando. Hay entrega, intención y voluntad a pesar de que cuando atacamos todo acabe concentrándose en los botines del 24. El arquero es un líder. Los centrales son fieros y elegantes. Aureliano sabe lo que hace. El recuperador es magno. El grillo se está jugando la última carta. El 10 es un maestro y el 8 sufre pero no para. El Cone se va a los Panamericanos y el avión sabrá si se toma en serio la oportunidad para poder volar al destino de sus sueños. No hubo gol a favor ni en contra. Sumamos un punto. Nos quedan cinco partidos y todo puede suceder, cuestión de fe, no hay más.

El sueño de Diego

El sueño de Diego se ha cumplido. Siempre quiso compartir el medio campo con su gran amigo y maestro. Jugar junto a Sinha y no imaginarse como su suplente era un plan incomprendido que Héctor Hugo Eugui ha puesto en marcha para modificar el esquema de los Diablos Rojos. Diego es un centrocampista ofensivo que ofrece variantes. Su físico lo convierte en un jugador fuerte. Apto para robar balones pero también facultado para darle intención al hurto con inteligencia.

Ya no es un novato y ha sido paciente al esperar su turno. Es hijo de futbolista y creció enterándose de las condiciones que pone el juego. Su padre, Ramón, fue jugador del Toluca. Para 1984 formaba parte del Atlético Potosino y el 5 de febrero de aquel año nacería su segundo hijo al que llamó Diego.

Y Diego ha escrito su propia historia en donde ya ha sido campeón. Debutó en el 2004 con los Diablos y cuando el Deportivo Toluca participó por primera vez en una Copa Libertadores, de la Torre anotaría el primer gol toluqueño, en este torneo internacional, con un soberbio disparo de larga distancia en contra del Cienciano, en la ciudad de Cuzco. 

Tras emigrar una temporada con los Gladiadores de San Luis, en donde mostró grandes recursos, Diego fue requerido por el equipo de nueva cuenta y ha sido en este Apertura 2011 cuando el destino le ha marcado el rumbo. Tuvo que cubrir la ausencia de Sinha durante tres jornadas, fuera del campo abrió un restaurante japonés y hace un par de semanas que hace dupla con el capitán, en el medio campo escarlata.