Ninguno como Kubala

Tres extranjeros son los referentes principales del Futbol Club Barcelona. Hablaremos del de en medio. Del que está entre Gamper, su fundador, y Cruyff, su pieza perfecta. Nos referimos a Kubala bajo la amenaza de que lo que digamos de él será lo menos, porque no alcanza la retórica para perfilarlo. Ídolo de una generación, mito del barcelonismo diría Vázquez Montalbán. Un idilio de 11 años en color azulgrana. Kubala fue de esas víctimas del yugo soviético que encajó a la perfección en las historias anticomunistas de la España franquista.

Laszlo Kubala nació en Hungría el 10 de junio de 1927. Fue hijo de oriundos eslovacos y desde los dos años el futbol lo atrapó para siempre. Siguió los pasos del padre (Pavel), quien había jugado para el Ferencvaros de Budapest, y que murió de un infarto en 1945.

El pasado de Kubala fue novelado por él mismo. En Hungría sentía que se ahogaba. Su biografía relata momentos muy complicados bajo el sistema comunista. Jugó con el Ferencvaros para honrar la memoria de su padre y a los 17 años fue seleccionado magiar. Luego formó parte del Bratislava de Checoslovaquia, la tierra de sus ancestros, cuyo equipo nacional también acabaría por llamarlo. Pero al joven rubio no le gustaba que le dictaran el guión de su vida y se rebeló ante el rígido sistema. Acabó en un campo de concentración hasta que pudo escapar del terror rojo. Esas memorias acabarían siendo el guión de una película llamada “Los héroes buscan la paz”, en donde él se interpretaba a sí mismo y el sistema franquista aprovechaba el melodrama para reforzar su propaganda ideológica.

Salió de Hungría portando un uniforme del ejército soviético y en un camión militar buscó alcanzar la frontera. La aventura la hizo con Jorge Marik, quien acabaría dejando su legado en México. Se refugió en Italia. El Grande Torino estuvo a punto de contratarlo y se salvó de ser una víctima de la Tragedia de Superga, por no llegar a un acuerdo con la escuadra granate. Mientras tanto, su familia se tuvo que quedar en Hungría y todos la pasaron muy mal. Se formó un equipo de exiliados de Europa del Este, conocido como el Hungaria, y así llegó a España en 1950. El Real Madrid lo quiso, pero no le convencieron. Fue José Samitier quien lo vestiría de blaugrana, a pesar de que la Fifa lo tenía sancionado.

Les Corts y sus sesenta mil lugares fueron insuficientes para ver a este atleta rubio y musculoso que era capaz de convertir al futbol en una sucesión de instantes mágicos. Los tiros libres nunca habían cobrado tanto sentido como el que este especialista les dio al cobrarlos con la parte interna del pie, para evitar la muralla defensiva y llegar trazando curvas hasta las piolas. El Barcelona se kubalizó y el propio Kubala se convirtió en un mito. Dicen que por él se construyó el Camp Nou,

Pero el mito era un ser humano vulnerable aunque su fortaleza física lo hiciera parecer invencible. A Kubala se le metía la pierna para frenarlo. Desgarres en los músculos, ligamentos rotos, meniscos pulverizados y nada le hacía parar, incluso sufrió un proceso tuberculoso en el pulmón derecho que lo tenía al borde del retiro. Pero de todo se recuperó. Aunque esos periodos de sanación le restaron muchos minutos a su tiempo glorioso.

El Barcelona de Kubala acabaría conquistando cuatro ligas, cinco Copas de España y dos Copas de Feria. En este periodo lo naturalizaron español y vistió la roja, convirtiéndose en uno de los pocos futbolistas que han sido seleccionados nacionales de tres países distintos, cuando las reglas así lo permitieron. Fue Laszlo en Hungría, Ladislav en Checoslovaquia y Ladislau en España.

Pero el reinado de Kubala en la Ciudad Condal tuvo su contraparte en Madrid y al mismo tiempo el contraste lo encumbró aún más. España entera se preguntaba quién era mejor ¿Kubala o Di Stéfano? A “La Saeta Rubia” lo habían llevado a la península para jugar con el húngaro en el Barcelona pero el destino no quiso que se juntaran y los hizo antagonistas, a pesar de que siempre fueron grandes amigos. Entre los dos protagonizaron una década inolvidable que revolucionó la historia del futbol español.

Kubala dejó al Barcelona en 1962 pero se retiró de las canchas en 1967, con cuarenta años encima. Optó por el banquillo y fue el seleccionador nacional de España durante 11 años. También dirigió a Paraguay, en donde se le recuerda por haber revolucionado la mentalidad del futbolista guaraní. Y anduvo por Arabia Saudita, contagiando a los árabes de su pasión por el juego. Murió el 17 de mayo de 2002, a los 74 años. Los que le vieron jugar aseguran que Kubala es la causa última de una sentimentalidad barcelonista. El propio Joan Manuel Serrat le llegó a cantar diciéndole que no había ninguno como él.

No hay comentarios: