Los dos amigos que se hicieron viejos, soñando

Esta historia nos remonta en el tiempo algunos años. Cuando dos leyendas del Toluca estaban por rebasar la sexta década de su vida. Menos canas, muchos planes, los dos seguían unidos al futbol pero no en donde querían estar. Soñaban con ser pero a veces la resignación les hacía sonreírle al destino desde sus respectivos negocios. Uno estaba dedicado a los niños y a su restaurante, tras haber dirigido sin poder llegar a mantenerse en la primera división. El otro pasaba los días en su tienda de deportes, a unas cuadras del Nemesio Díez. Ninguno imaginaba lo que les tenía reservado el destino.

Héctor Hugo Eugui y Walter Gassire volvieron al campo de juego y desde la banca reescribieron sus historias juntos. Pero continuemos hurgando en el cajón de sus recuerdos. Los apodos de ambos señalan épocas pasadas. A uno le llamaban el desalmado. “Aquí en México me pusieron el desalmado porque al disparar la pelota no tenía alma para hacerlo”, nos dice Eugui. Al otro le decían el flaco. “Yo era muy flaco y muy alto desde niño”, asegura Gassire.

El desalmado atacaba por izquierda con las virtudes del zurdo natural. Era un jugador rápido, potente y con buen disparo. Y el Flaco guardaba la meta con elegancia.

Eugui nació el 18 de febrero de 1947 en Mercedes, departamento de Soriano,  en Uruguay, la cuna más prolífera de futbolistas en una nación cuya economía depende de la ganadería y de la venta de jugadores. Gassire también es uruguayo, nació el 21 de agosto de 1946.

Primero vino Héctor. Nacho Trelles mandó por él y arribó un seis de enero de 1972. Walter llegó en junio de 1974, lo trajo José Ricardo de León, el hombre que tenía una máxima: el asunto es ganar. Juntos formaron el Cangrejo Rojo, tal vez el proyecto de futbol total más incomprendido en la historia del futbol mexicano. Y fueron campeones en 1975 para sorpresa de muchos. Después tomaron caminos distintos. Eugui se fue a los Tigres, donde jugó otra final contra Cruz Azul, en un dramático partido que perdieron en el Azteca. Eso marcó su adiós del futbol, a los 33 años. Gassire sufrió una terrible cirugía para extirparle un tumor cerebral que parecía el final de todo. Aquí en Toluca nunca se le dejó solo y se recuperó para seguir volando. Después defendió al Atletas Campesinos y al Tampico Madero, en donde se retiró a los 36 años.

Amigos desde siempre, muy pocos conocían su gran plan. Sólo ellos sabían que la gran oportunidad les llegaría. Hicieron de todo y hasta fueron comentaristas deportivos hasta que a Héctor lo llamaron de Tigres para ser directivo. Luego se abrió el hueco en Indios y hasta la frontera fueron a dar. Pasaron días muy duros, en una ciudad violenta, con la gente muchas veces en contra, pero lo hicieron, ambos con las cabelleras ya blancas. Agradecieron con fervor el día en que se salvaron, y lloraron el día que calificaron a la liguilla, derrotando al campeón vigente: los Diablos Rojos del Toluca. Y así disfrutaron el pase a semifinales en el mismo lugar donde 34 años atrás gozaron el privilegio de ser campeones.

Desde ese día, la dupla nunca dejó de tener un sueño compartido. Dirigir a su equipo y volver a sentir que el color rojo se les confunde con la sangre. Así ha sido la historia de dos viejos camaradas que dejaron su tierra para encontrar en México la razón de sus destinos que hoy los ha alcanzado.

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