El monje que nulifica

Félix Araujo hace lo que le pide Héctor Hugo Eugui, cada vez que lo mete a jugar de relevo para el Toluca. Apenas debutó en primera división con 28 años. Es como un monje que vive con el voto de obediencia, sabiendo que está cumpliendo su penitencia. Es discreto, tiene tatuajes misteriosos en el cuerpo. Sabe que ya no es un novato y que a sus 28 años está será su última oportunidad. Fue soberbio consigo mismo. Dejó para después lo que no tenía prórroga. El futbol es de instantes y todos se suman, pero él derrochó su tiempo.

Félix es de Guadalajara, de familia rojiblanca. Un muchacho que nunca tuvo, paradójicamente, nada más que la vida y sus dones. Los dones de la fortaleza física, la valentía y la suerte de haber sido reclutado por un visor de Cruz Azul que se lo llevó desde muy joven. Anduvo por muchos lados. Llegó a jugar hasta en Paraguay. La suerte le sonreía pero era uno más, uno de los que llegaron y se acomodaron en el montón.

Néstor, su hermano menor le seguía los pasos y le pedía consejos. También vio sus defectos y no los replicó. Gracias a Néstor, quién viene sumando con alegría todos sus instantes con Cruz Azul y la selección menor, Félix reaccionó y en verdad se puso el hábito del monje dócil que entra al campo para nulificar a aquellos rivales que requieran de su tozuda marca. En el partido contra Estudiantes no dejó que Lillingston hiciera nada a partir de que él entró a nulificarlo. Contra Atlante, Kikín Fonseca nunca logró quitarse la intimidante marca. Y seguirá haciendo lo que le pida Eugui, sabe bien que ya no le resta tiempo para derrochar.

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