Fue estremecedor ver el homenaje al máximo ídolo rojo de
todos los tiempos. Creador de varias generaciones de aficionados, artífice de
cuatro campeonatos que resucitaron una empolvada y ensimismada franquicia. Su segundo
nombre está ligado al planeta Saturno que, según los legendarios romanos,
guiaba a aquellos que sembraban los campos. Lo cierto es que José sembraba y
cosechaba de forma simultánea hasta quedar saciado.
Es imposible frenar las emociones que emanan de la propia
historia. El recuerdo de las hazañas conduce de inmediato a ese factor que
amarra las identidades de un equipo de futbol. El agradecimiento de una afición
es espontáneo. La caballerosidad deportiva debería ser un sello discreto de
prestigio . La negación del pasado destruye el presente y así no se puede
soñar. Sin embargo, la apoteosis por la vuelta del héroe de otros a casa me
regaló un instante intenso, junto a una comunidad que rige sus procederes al
estilo feudal.
El bienamado fue temido por la cúpula y puso en su lugar las
cosas. Ahora sí, ninguna ilusión podrá desbaratar las evidencias de que lo
obsoleto y lo arcaico no van de la mano con el color rojo ni con los designios
del diablo.
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