El primer francés en ser nombrado mejor futbolista del mundo
tiene una historia larga e intensa. Una vida muy exitosa en el campo de
juego pero contrastada con
dramáticos instantes que lo definieron como ser humano. Un hombre al que le
cercenaron el apellido, luego el dedo índice de su mano izquierda y después un
gran pedazo de su alma. Un futbolista que dejó el balón sólo cuando la vejez se
lo exigió. Un luchador social que entendía el significado de las letras que
componen la palabra esclavitud. Un francés, hijo de alemanes y nieto de polacos
que acabó por ser universal.
Los españoles lo vieron como un conquistador cuando
desparramó gambetas con el Real Madrid. En alusión a su tamaño, un metro con
sesenta y ocho centímetros (la misma que Maradona), acudieron al lugar común y
le apodaron Napoleón. Antes de él, el número diez en los dorsales era
intrascendente. Después de él, el 10 se convirtió en la clave del futbol. Sin
embargo él nunca portó en su camiseta el número mágico, simplemente le dio
razón de ser a esa posición. A Raymond Kopa hay que celebrarlo robándole un
poco del sentido que a su vida le ha dado, porque sigue vivo y apenas ha
cumplido 80 años.
La primera guerra mundial y la hambruna desplazaron, por lo
menos, a seis mil polacos hacia el oeste de Europa y se asentaron en Francia.
El submundo de Noeux-les-Mines estaba lleno de carbón y como la mayoría de los
inmigrantes eran extractores del mineral, muchos se establecieron en esta
región, al norte del territorio galo. Entre tantas familias venían los
Kopaszewski. La historia de nuestro personaje comenzaría un 13 de octubre de
1931, el día en que nació.
Para facilitarle la vida al niño Raymond, en la escuela
simplificaron su apellido y quedó en Kopa. Kopa, en polaco, significa patada y
el resto omitido del apellido, szewski, quiere decir zapatero. Entonces, el
significado original, de alguna u otra forma, tenía que ver completamente con
un asunto de pies. Así es siempre el destino que no permite que le burlen ni
que le tomen atajos.
La familia polaca Kopaszewski era una familia de mineros. El
destino de los varones de esta familia quedaba ligado a esos peligrosos
agujeros que los llevaban hasta el codiciado carbón. Las minas ataban para
siempre a las familias de los mineros en una especie de dependencia por
preservar un oficio aprendido de generación en generación que terminaba por
esclavizar al individuo bajo la tierra. Su padre y su hermano tuvieron vidas
cortas porque se llenaron los pulmones del veneno que respiraron en el hoyo. A
Raymond, quien se encargaba de empujar las góndolas mineras, un accidente en la
adolescencia, le provocó la amputación del dedo índice de su mano izquierda y
le despertó la terrible ansiedad de dejar la mina para acabar con la
esclavizante tradición familiar. El futbol lo sacaría para siempre de los
húmedos y oscuros túneles.
Eduardo Galeano cuenta que Kopa “con la pelota en el pie,
crecía y dominaba la cancha”. Que fue un jugador de mucha movilidad, de florido
regate y que cuando se escabullía hacia la meta dibujando arabescos sobre el
césped. Los técnicos se tiraban de los pelos, por lo mucho que se entretenía
con la pelota. Cuentan en Noeux-les-Mines
que así jugaba niño. Su menuda estatura lo llevó a ser socio de la
fuerza de gravedad y giraba sobre sí mismo para sacarle ventajas al
contrincante que casi siempre le ganaba en estatura. El balón pegado al pie
como buen gambetero, un prodigio diferenciador en este juego de conjunto.
El SCO Angers de segunda división le hizo un canje a su vida:
dejaba la mina y correría tras el balón, aunque su estatus como ser humano
seguía dependiendo de los dueños de todo. El futbol francés se hizo profesional
a partir de 1932 y como un pacto entre caballeros, la norma no escrita obligaba
al futbolista amateur a firmar un contrato de por vida (o hasta que cumpliera
35 años) con el primer club profesional que lo fichara. Si bien Kopa celebraba
su cambio de vida, su conciencia no lo dejaba tranquilo. Sus cualidades y su
espíritu tarde o temprano serían anhelados por intereses mayores y a la hora de
negociar su talento él quedaría en medio y atado de manos. Finalmente ocurrió
lo previsto y el Stade Reims compró su carta, para luego revendérsela al Real
Madrid, en 1956, por una cifra récord que rondaba las 38 mil libras esterlinas.
Kopa fue el primer futbolista francés contratado para jugar fuera de Francia.
Ya habían pasado algunos años cuando Kopa criticó las formas
del negocio. En 1963 declaró al semanario France-Dimanche una frase contundente
que lo costó seis meses de suspensión: “Los futbolistas somos esclavos del
futbol”.
Su vida profesional perteneció a aquellos dos equipos que
pagaron por tenerlo. Con el Reims ganó dos títulos de la liga francesa (1953 y
1955). En 1956 llegaron a la final de la Copa de Europa y la perdieron con el
Real Madrid. Con los merengues formó uno de los cuadros más grandes de la
historia del futbol. Vestido de blanco fue tres veces consecutivas campeón de
Europa y ganó la liga en dos ocasiones, a pesar de los celos profesionales de
la Saeta Rubia, Don Alfredo Di’Stéfano.
Simbólicamente, los dedos se asocian a los parientes. Dicen
los esotéricos que si sueñas con un dedo amputado es porque podrías perder a un
familiar muy cercano, pero Raymond vivió en carne propia ambas atrocidades. Ese
dedo amputado vino a convertirse en el pequeño Denis, su pequeño hijo, quien
murió de cáncer el 15 de febrero de 1963.
Para entonces, Kopa estaba de vuelta con el Stade Reims para ganar un
par de ligas más y también vivir el descenso del equipo y su coronación en la
segunda división, enmarcando así su retiro del futbol profesional, en 1967.
Fue seleccionado francés desde los 21 años, asistió a dos
copas del mundo y en la de 1958 acabó conquistando el tercer lugar. Inolvidable
e inspirador su paso con Les Blues, aunque en sus últimas apariciones como
seleccionado nacional, haya saltado al campo con la moral desecha por la grave
enfermedad de su pequeño. En esos momentos de dolor fue cuando la crítica lo
quiso convertir en villano, fue en un estado anímico vulnerable cuando tuvo el
valor de decir que los futbolistas eran tratados como esclavos. Un hombre con
su temperamento no dejaría de luchar por sus ideales. Por eso es un oficial de
la Legión de Honor y uno de los tres futbolistas franceses más grandes del
siglo XX, junto a Platini y Zidane.
Kopa ha seguido viviendo su vida y ha rebasado la edad
promedio de los mineros gracias al futbol. Nunca deberán ser olvidados sus
grandes méritos deportivos, simbolizados en copas y trofeos que subastó en 2001
para ayudar a niños con cáncer, pero de lo que jamás hay que dudar es que el
juego extrajo de él un humanismo sencillo y claro, donde la justicia y la
honradez siempre brindarán felicidad a pesar de las tragedias.
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