La historia le ha dado un sitio especial a Míchel. En el once ideal de todos los tiempos del Real Madrid, aparece administrando el medio campo con Di Stéfano y Pirri. A veces, para ser el mejor, es necesario ser tan práctico como lo ha sido él. Si no tienes a la mano cierta virtud, hay que explotar la que no puedas contener.
La banda derecha siempre fue suya y ante los límites de no ser veloz, ni poseer dribling, optó por la precisión. Abría la cancha, le daba profundidad y con genialidad ponía la mesa a los devoradores de redes. Sus centros forjaron Pichichis, la máxima distinción a un goleador en el futbol de España. Hugo Sánchez, Emilio Butragueño e Iván Zamorano supieron que cuando un balón venía por derecha, sólo había que firmar el trámite. Pero también, el centrador tenía un disparo endiablado y cualquier arquero sufría cuando se aproximaba el momento del impacto. De izquierda o derecha, con las dos era letal. Anotó 130 goles.
Fue el último integrante de la Quinta del Buitre en alcanzar la máxima categoría. Fue un jugador que levantaba polémicas en canchas ajenas y propias. Un espíritu indomable y apasionado. Acostumbrado a ganar, de los 404 partidos jugados con el Madrid, sólo perdió 71. Fue seleccionado español, participó en dos mundiales; le anotó tres veces a Corea del Sur en 1990 y en México 1986 le llegó el chispazo de lo que tiempo después haría con su vida. Aquella tarde en Querétaro habló con Butragueño sobre una estrategia que se le había ocurrido. La pusieron en marcha y España aplastó a Dinamarca. Ese día, cuenta Michel, supo que sería entrenador.
Curiosamente, ambos jugadores terminarían sus trayectorias en el extinto Atlético Celaya, de gratos recuerdos para la afición mexicana.
José Miguel González Martín del Campo dice ser un jubilado muy activo en esto del futbol. Siempre asegura que si te diviertes mantienes la vocación; si sufres lo conviertes en un trabajo. Por eso está muy conciente de que el entrenador sufre más que el futbolista. Dirigió al Rayo Vallecano en el 2005. Y hace no mucho tiempo fue el máximo responsable de la cantera madridista personificada en su entrañable equipo Castilla, pero renunció cuando se sintió empleado.
Luego tomó las riendas del Getafe; salvó al equipo del descenso y ha despertado la ilusión de los azulones. Su filosofía es jugar bien para ganar. Sus referentes en el banquillo se reducen a dos nombres. Sacchi y Guardiola. Dos generadores de cambios y épocas.
Es un entrenador que va más allá del día a día. Que intenta estar bien preparado. Busca ser sensato, ser fuerte, ser ecuánime porque las victorias no le afectan, pero sí las derrotas. Por eso su reto es inmenso. Michel está reinventando al Getafe.
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