Si no hubiera sido por el cura

Hace 500 años, en una guerra cruenta, cayó la capital de un imperio a manos de otro. Hace dos centurias, por razones muy variadas, la Nueva España dejó de llamarse así para darle paso al antiguo nombre que hablaba de dioses y del ombligo de la luna: México. Pero el legado ahí quedó, sufrido y complejo, pero rico y exquisito en todos los sentidos, hasta en el futbol.
Si los ingleses trajeron el juego, los españoles lo desarrollaron y gracias a ellos nuestro futbol se adhirió a cada una de las regiones en donde hoy se practica sin cesar. Ese es el gran legado español al futbol mexicano. Un legado de nombres, de historias, de equipos, de época.

Fue el Club España, distinguido por el rey Alfonso XIII con el título de Real dos años antes que el propio Madrid, el primer equipo multicampeón del país. Sus vitrinas guardan los tiempos lejanos y la copa del Centenario, que se disputó para celebrar los primeros cien años de consumada nuestra independencia, en 1921. Y como antagonista de esta aplanadora surgió el Asturias, con su legendario parque de madera. Y en las páginas románticas del futbol mexicano aparecen nombres que hacen referencia al reino hispano. Aurrerá, Cataluña, Iberia y un sin fin de filiales del España.

Fue contra España el primer partido oficial de la selección nacional, en los Juegos Olímpicos de 1928. Fueron Gento y Peiró quienes le arrebataron la ilusión a la legendaria selección de 1962.
A México han venido los grandes equipos de la península bajo condiciones distintas. El Real Madrid, con Gaspar Rubio, llegó a finales de los años veinte; el Barcelona vino al estallar la guerra civil con grandes que nunca más se fueron. La selección vasca obtuvo el subcampeonato de liga jugando como Euskadi en 1939. En México se quedaron para siempre muchos. Entre ellos algunos caballeros de la corte que formaron parte de la Furia Roja de 1934, como Regueiro, Lángara y Vantolrá. Casi todos los futbolistas que llegaron fueron grandes maestros. La Tota Carbajal tuvo en José Sangenis a su mentor, por tomar un ejemplo.

Cuando el España y el Asturias desaparecieron en 1950, se formó la Liga Española para continuar la tradición en los campos amateurs del valle de México.

Fue en España donde se contrató a los primeros mexicanos de exportación: Alonso, Laviada y El Pirata Fuente. Fueron el Real Madrid y el Barcelona los clubes que han consagrado a nuestros dos mejores futbolistas de todos los tiempos: Hugo Sánchez y Rafael Márquez. Fue en la Liga de las Estrellas donde un mexicano, hijo de vascos, se ganó el respeto como estratega. Javier Aguirre, a pesar de la maraña de críticas, es parte de este legado.

Como símbolo de la cercanía entre ambas naciones, el futbol puso a padres españoles e hijos mexicanos enfundados en sus respectivas selecciones. Martín Vantolrá estuvo en el mundial de Italia en 1934. Su hijo José, en el de México 70. El Corzo Regueiro fue héroe también en el 34, su hijo formó parte de las filas mexicanas en Inglaterra 1966.

También hubo una oncena llamada Atlético Español representada por un toro bravo. Tiempo después ese espíritu renacería en Celaya con Emilio Butragueño como estandarte, aunque acabaría siendo refugio de leyendas merengues como Hugo Sánchez y Michel. Fue en Culiacán donde se retiró Pep Guardiola. El siguiente paso que dio le otorgó la inmortalidad al hacer lo que ha hecho con el Barcelona.

México y España tienen cientos de años en común aunque en el ajuste de las fronteras dejaron un inmenso mar de distancia entre las dos tierras. Pero sin duda que no podríamos concebirnos sin ellos. Por eso tal vez, el día en que España se coronó campeón del mundo, un chiste filoso al estilo mexicano maldecía al cura Hidalgo por haber iniciado el movimiento de independencia. Si no fuera por eso, ese día, decía el cuento, hubiésemos levantando la copa del mundo.

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