Claudio, quien siempre quiso ser centro delantero, se expresó por medio de la perseverancia. Supo amoldarse a todas las circunstancias, incluyendo los engaños y los tragos amargos. Un hombre digno, de pensamientos firmes. De cuna humilde y con valores imbatibles. Poseedor del don de la ubicación en todos los sentidos.
Eso detectó Menotti en el defensa central puma, quien recién se había coronado campeón de liga. El estratega del futbol romántico supo que el texcocano podría ser el sólido muro de carga en la arquitectura de la selección nacional. Su fortaleza, disciplina y valentía convertirían al hombre silencioso, en un futbolista de hierro.
FIFA le otorga a Suárez un total de 797 partidos oficiales, 178 de estos con la selección mexicana, y no le cuenta 15 partidos más contra clubes que lo colocarían como el futbolista que más veces ha defendido sus colores nacionales, muy por delante del árabe Mohamed Abdullaziz Al-Deayea, quien logró 177 apariciones, y el egipcio, aun en actividad, Ahmed Hassan, quien ha rebasado los 170 partidos.
Fue subcampeón de América con México en 1993 y en 1994 le llegó su primer mundial, sus primeros cuatro partidos completos, y con categoría desafió al fantasma de los penales al ser el único tirador que pudo anotar desde los once pasos contra Bulgaria.
En Pumas se graduó con honores, casi todo lo aprendió ahí e hizo grandes amigos. Se volvió el hombre de todas las confianzas del Tuca Ferretti, a quien pudo seguir durante una docena de años. Con el brasileño al mando fueron campeones con Chivas en 1997. Ese mismo año, resultó positivo en un control antidopaje internacional y afrontó con honor su defensa. Al final todo se le atribuyó a un error administrativo.
Por eso en Francia 98 quiso limpiar su nombre y ratificó su calidad. Alcanzó los ocho partidos en Copas del Mundo. Estaba a tres de la Tota Carbajal y en el presupuesto podría tener contemplados dos mundiales más a futuro. Al año siguiente se convirtió en el único capitán del tricolor que ha logrado levantar un trofeo oficial de competencia entre selecciones. La copa Confederaciones que se le ganó a Brasil en el Azteca.
Cuando el Tuca dejó al rebaño, se fue con él a Tigres. Para entonces, Claudio ya se desempeñaba como el mandón de las líneas defensivas. Era un maestro al defender y tenía la vocación de enseñar sobre la marcha.
El día en que el Mónaco decidió contratar a Rafa Márquez fue mirándolo hacer mancuerna con Suárez. Los visores aseguraron que se hubiesen llevado a los dos si Claudio tuviera algunos años menos.
El nombre Claudio proviene de una descripción heroica. El primero de los Claudus, un romano ancestral, salió herido en batalla de una pierna y cojeaba. Eso significa Claudio, el de la pierna que cojea. Por eso cuando a Suárez le tocó arrastrar la pierna le dolió tanto el engaño. Aguirre lo dio de baja y se quedó en casa con su propio claudus y sin tomar partido en las batallas de Corea y Japón.
En 2005 una confusión médica lo frenó en seco. Se temía una afectación cardiaca. La máquina de esfuerzo del cardiólogo no podía saber que era el hombre de hierro al que estaba analizando y se equivocó. El corazón del Emperador latía más fuerte que nunca. Con 37 años dejó la primera división mexicana y pasó a Chivas USA, en donde rebasó las cuatro décadas de vida y le puso punto final a su trayectoria.
Un libro que cuenta la historia de un guerrero, busca eternizar su recuerdo, sin embargo, en 145 páginas es imposible sintetizar su vida.
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