Los dilemas de Chamagol

Sebastián González construye su propio personaje en el cuento del futbol. Le da rasgos y características únicas a su alter ego. Se representa a sí mismo cada que se apodera del balón. Desde su llegada a México, en 2002, mostró ese ángel que los grandes personajes tienen. Fue entonces cuando conocimos a Chamagol.

Sebastián ha escrito su historia y la ha compartido en entregas semanales. Lo cierto es que la trama ha tendido de todo. Goles, fama, prestigio, éxito, pero también dilemas, fracasos y lesiones.

Chamagol hizo época con un Atlante que encontró en él su propia esencia, algo que siempre ha hecho soñar a los de abajo. Se volvió ídolo. Se acostumbró a anotar cada semana y quiso hacer una celebración continental al asociar sus festejos con los personajes de Chespirito.

Hablar del Atlante era hablar de Chamagol, pero hablar de él era también hablar de los Potros y todo lo referente a ellos. Una sociedad perfecta que un día se rompió cuando le llegó el gran detonante en la historia de los ídolos. Un jugoso contrato con Tigres lo puso en un dilema y un dilema es un problema que puede resolverse mediante dos soluciones, ninguna de las cuales es completamente aceptable.

Dejó al Atlante en 2006 y empezó a desmoronarse la sólida personalidad del personaje. Cada vez le llamaban más por su nombre y dejaban el Chamagol para tiempos pasados.

Con Tigres no pudo volver a ser lo que había sido. Y así empezaron los préstamos. Veracruz. Olimpo de Argentina. Tecos. Y luego en León acabó de vivir momentos que lo cegaron. Volvió a encontrar el gol, pero se dio cuenta que el cariño de la afición se gana con muchas cosas más que batiendo redes. Dejó México de nueva cuenta. Lo prestaron a su querido Colo Colo y por esos azahares de la vida acabó jugando en Chipre.

En la lejanía, Sebastián González entendió que para recuperar al Chamagol había que vestir de azul y grana. Por eso ha vuelto a México con Potros UTN, en la liga de ascenso. Ahora está ante otro dilema más profundo. Volver a llenarse de vida o iniciar la discreta retirada del juego de su vida.

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