Los jóvenes jamaicanos quieren trascender a
través del futbol, por eso su selección carga con factores poderosos de
identidad que otorgan a la isla caribeña un distintivo especial. Aunque el
críquet es el deporte oficial, el balompié en la isla data desde 1893. Era de
suponerse que el futbol debería estar presente en lo que era una colonia
inglesa. Para 1925 formaron su primera selección representativa y celebraron
una serie de tres encuentros contra sus vecinos haitianos y contra ellos
celebraron duelos que alcanzaron tintes de clásico. De esa fecha a 1962, año de
su independencia, entablaron enfrentamientos con otras islas caribeñas y con
algunos clubes del continente americano.
Con la libertad consumada, Jamaica buscó pregonar
su independencia a través del futbol. Por eso buscaron, desde 1965 y de manera
anhelada, llegar a la fase final de la Copa del Mundo. Pero fracasaron una y
otra vez. Más no se rindieron. Imaginen
que uno de los iconos representativos de Jamaica soñó con jugar al futbol. Sí,
el legendario Bob Marley decía que “el futbol es libertad”. Además del reggae,
él siempre hizo mundo con un balón a sus pies. Jugaba en donde podía, se dice
que tenía un gran talento con la
pelota y era tan entregado que sufrió lesiones que le molestaron en conciertos
y grabaciones, como la que sufrió en 1977. Esa vez se hirió el dedo del pie
jugando a futbol en Londres. La herida se complicó tanto que los médicos
ingleses recomendaron la amputación de su dedo gordo derecho. Bob se rehusó de
acuerdo con las proscripciones rastas en contra de la cirugía. La lesión se
volvió cancerígena y, a pesar de haber sido tratado en Miami, continuó
reproduciéndose. En 1980, el cáncer comenzó a propagarse por el cuerpo de Bob y
murió al año siguiente. Así tuvo que ver el juego en la vida de Marley.
En 1982, Jamaica no hizo el intento por
acceder al gran evento de la FIFA. Los mundiales pasaban y en 1994, Horace
Burell, un exmilitar, líder del gremio de los panaderos jamaicanos y presidente
de la federación de futbol en el país tuvo una visión: calificar a Francia
1998. Para lograrlo contrató al técnico brasileño René Simoes a quien
convenció, apelando a su fe cristiana, y a un intercambio político con el
gobierno del Brasil. Jamaica votaría ante la ONU a favor de los amazónicos por
un lugar en el Consejo de Seguridad a cambio de los servicios pagados del
entrenador.
Simoes creyó en el sueño y le dijo al propio
Burell: "Dios tiene un plan para Jamaica". Jugaron por todas partes,
los bautizaron, en Zaire, como los Reggae Boyz. Llegaron al mundial de Francia
1998, ganaron su partido contra Japón, 2-1, y se ganaron el cariño del mundo, a
pesar de que fueron eliminados en la primera ronda.
Desde entonces, los caribeños no han vuelto a
calificar y sueñan con volver a ir a un mundial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario