El 5 de septiembre de 1931, el joven guardameta del Celtic
salió a pelear el balón sin medir las consecuencias puesto que esa es la única manera
de disputar un Old Firm. En el segundo tiempo, cuando Sam English, uno de los
odiados Rangers, emprendió un ataque, Thomson fue por lo suyo. La carichosa
pelota marcó el destino. La cabeza de John se encontró con la rodilla de
English. El muchacho salió en camilla con su meta imbatida pero murió unas
horas más tarde con el craneo destrozado. Desde entonces es uno de los
maravillosos fantasmas que arengan al mítico equipo de Glasgow. Dicen que su
recuerdo es una estrella brillante y luminosa que pone de pie a toda la
tribuna, ante este príncipe de los jugadores celtas.
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