Romario da Souza Faria fue un niño que parió la favela, esas
fábricas de cracks que cuelgan de colinas inhóspitas. Enamorado de la noche, de
las mujeres y del futbol. Un gigante en miniatura. Embriagado irreverente de un
millar de goles. Cuando el Barcelona lo fichó compró un edificio de 12 pisos y
sacó a su familia de Jacarezinho. Ahora es diputado federal en su patria e
irónicamente escéptico de la próxima copa del mundo. Dice que "los ricos
saldrán maravillados del campeonato. Pero los pobres ni se enterarán". Y
en un acto, que tiene tintes demagógicos, se ha hecho con 32 mil entradas que
repartirá entre ancianos y discapacitados. De los cinco días que salía de
fiesta, hoy sólo sale uno. La política y su cercanía al medio siglo de vida ya
no le permiten más, eso dice también.
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