Un futbolista
que debuta en un equipo llamado Jóvenes Sobrevivientes está destinado a cargar
por siempre el ancla de sus orgullosos orígenes. En medio de
una ciudad sitiada por la crueldad y la tragedia de una guerra intestina, un
joven se abrió camino con el balón a sus pies, impulsado por su entrañable
abuela, y consiguió lo que ningún otro había logrado en las ancestrales tribus
del África. Ese balón que le trazó el rumbo se convertiría en oro y desde
entonces, uno de los más grandes sabios del mundo, Nelson Mandela, lo consideró
el orgullo del continente donde comenzó la historia de la humanidad.
George Weah
emprendió su propio éxodo desde que atravesaba Monrovia, capital de su natal
Liberia, para irse a entrenar. Después pasó
por Camerún y llegó hasta el principado de Mónaco, donde conoció a su padre
futbolístico: Arsene Wenger. En Paris ya
lo estaban esperando para jugar en el Parque de los Príncipes. Pero fue en
San Siro donde tuvo su epifanía.
Perseveró,
llevó una vida decente, jugó con deportividad. Aprendió las costumbres europeas
pero preservó sus orígenes africanos con un gran respeto. Pudo hacer su futbol,
completamente a su manera. Desquició a cuantos defensores se le pusieron
enfrente. Mostró su magia y se convirtió en el rey de su propio reino.
En 1995 ganó
el Balón de Oro y la FIFA lo reconoció como el mejor futbolista del mundo. Fue
Weah quien cambió la percepción del futbolista africano para siempre.
Mientras
tanto en Liberia la sangre, su sangre seguía corriendo, en el absurdo pleito
del poder. Sus palabras tenían oídos atentos en su tierra. De amigos y
enemigos. África ya llevaba el futbol en el corazón y ante tal emisario, la
responsabilidad de sus actos era absoluta.
Pisó la
tierra madre del futbol, en Londres y Manchester, para completar su viaje, y
luego tomó puerto en Marsella para viajar rumbo al oriente y manifestar sus
dones ante los pueblos árabes.
Volvió a su
país cuando la democracia se lo permitió, aunque nunca dejó de ver por los
suyos. Quiso ser presidente y en una cerrada elección los votos no le
favorecieron. Estudió criminología para entender su contexto. Antes que al
futbolista, quiere que se le recuerdo como el gran hombre que es. Y si alguna
vez fue el mejor sobre la hierba, nunca se instaló por encima de nadie.
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