La fuerza y
energía con que se conquistan los retos personales se traducen en la furia. Con
furia quedaron marcados cada uno de los instantes de este futbolista insignia
del americanismo.
Capitán de
una ideología futbolística que en plena comunión con la tribuna terminó por
crear una era. Amalgama perfecta entre los viejos tiempos y las intimidantes
ambiciones del poderoso equipo que en su heráldica se apoderó de la silueta de
un continente y adoptó al águila como insignia guerrera.
Así se
plantaba en el campo y metía la pierna Alfredo Tena, el Capitán Furia.
Prototipo del central poderoso y visionario. Leal de principio a fin. Duro, con
clase y sin miramientos.
Fue seis
veces campeón de liga con su escuadra y derrotó en apasionadas finales de
campeonato a sus más acérrimos rivales. Basta con recordar aquel día en que se
sumó al ataque y anotó el gol de su vida.
Ganó dos
veces la Interamericana, fue mundialista en el 78 y tuvo la oportunidad de
jugar más de 600 partidos de liga. Cuando se retiró, trasladó su furia al
complejo arte de la estrategia y logró levantar dos veces el trofeo de campeón,
al dirigir al Santos y a Pachuca.
Aquel que ose convertirse en defensa central y logre tan sólo el uno por ciento de la furia que tuvo el capitán Tena, seguro tendrá una oportunidad de trascender. Así de grande fue como futbolista el que portó el número cuatro en los dorsales.
Aquel que ose convertirse en defensa central y logre tan sólo el uno por ciento de la furia que tuvo el capitán Tena, seguro tendrá una oportunidad de trascender. Así de grande fue como futbolista el que portó el número cuatro en los dorsales.
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