Indios no pudo con el peso social


Con el ascenso de los Indios de Ciudad Juárez, en 2008, se habían modificado los límites del mapa futbolístico de la primera división. A unos cuantos metros de Texas, con otro uso horario, con una dinámica social distinta, con el narcotráfico y las pandillas azolando, el estadio olímpico Benito Juárez conjuntó a los diferentes sectores de la ciudad fronteriza para clamar por un cambio de rumbo.

Noventa minutos cada quince días bien servirían, en primera instancia, para divertirse y por lo menos, para entregar un mensaje distinto en los medios de comunicación. Lejos de hablar del temor, se pudo hablar de proezas. De estar condenados a lo peor, triunfaron con goles y con voluntad. Todo eso permeó en una sociedad que nunca ha bajado los brazos, que acepta su propia realidad y que aun no encuentra la clave para alcanzar la tranquilidad y se sigue preguntando a quién le conviene que Juárez esté convulsionado.

El temor inducido sirve para controlar, para someter. Es perverso pero así funciona desde siempre. Se llegó a decir que mientras jugaba el equipo los índices delictivos disminuían considerablemente, pero no era así: se han registrado alrededor de cinco mil muertos de 2008, año del ascenso, hasta la fecha.

Lo cierto es que las tribunas del estadio sufrían las ausencias de aquellos que iban un día y a las dos semanas no volvían más. O que hasta los propios capos andaban por ahí entreteniéndose.
Este escenario nos dice como el futbol pudo haber sido un gran catalizador social para la región. La identidad de los juarenses se dejaba ver en el comportamiento de sus aficionados.

Los contrastes en ciudad Juárez son evidentes. Sol y sombra, ricos y pobres. La bravura de los fronterizos es uno de sus distintivos. Echados para adelante, hartos de lo que pasa y se dice de ellos. Con ironía y agudeza las porras y barras futboleras tomaron nombres con sentido particular: los hijos de la penumbra era el grupo de las clases pudientes y el Cartel el de las populares. Un público siempre exigente, a veces insultante, que se volcaba con todo porque una victoria significaba más que tres puntos. Era no paralizarse ante el miedo. Por eso era interesante leer el mensaje de las gradas.

Sin embargo, sobre la hierba se escribieron otras historias. El equipo que llegó a semifinales fue desarticulado y comenzaron los problemas. Ahora se sabe que doce jugadores fueron extorsionados o recibieron amenazas de muerte. Se dejó de ganar y la racha fue fatal. 27 jornadas pasaron sin celebrar, 27 semanas sin poder hacerle frente a su propia gente que acabó en la orilla de la desilusión.

Contra Atlante, hace unos días, todo terminó, las palabras sobran. Indios perdió la categoría, perdió la ciudad, perdió la gente.

Este jueves 8 de abril, Francisco Ibarra, dueño de los Indios de Ciudad Juárez, estará en Futbol en Serio, Punto. 21:00 horas.

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