Se dice que el Pirata Fuente ha sido el jugador más portentoso que ha tenido México. Tenía tal potencia en las piernas que saltaba más alto que cualquier portero y sabía que el balón estaba a su servicio. Fue seleccionado nacional de 1934 a 1950 y su historia está tejida de leyendas.
Luis de la Fuente y Hoyos nació el 17 de enero de 1914 en el Puerto de Veracruz. De niño pasaba sus ratos jugando entre los barcos de cabotaje, propiedad de sus abuelos. De ahí viene el apodo que lo ha hecho inmortal.
El Pirata fue uno de los futbolistas más completos. Hábil y potente. Dueño de gran resorte, buen cabeceador, goleador nato. Gran pasador, con una precisión en que se conjuntaban la justeza de su servicio y la intención del mismo.
Empezó a jugar con el Aurrerá, y se siguió con el Real Club España, América, Marte y Veracruz del futbol mexicano y de Racing de Santander (España), Atlético Corrales (Paraguay) y Vélez Sarsfield (Argentina), en el extranjero.
Equipo al que llegaba lo hacía campeón o por lo menos lo libraba del descenso. Sus goles eran decisivos.
Acudió con el representativo nacional a Roma, en donde fueron eliminados por Estados Unidos para la Copa del Mundo de 1934. Realizó una gira por España en 1948, específicamente en Madrid y en Bilbao.
Se casó el 17 de abril de 1945 con Olga Varela, con quien procreó cinco hijos: Luis, Segundo, Antonio, Manuel y Olga.
De él se decía que vivía en la fiesta, que podía salir al campo después de una noche de juerga y dar un partidazo. Su condición física y fortaleza lo convirtieron en ídolo.
No pudo sorprender en las copas del mundo porque en su época se atravesó la guerra. Para 1950 pudo haber tenido participación pero el técnico no lo aprovechó. Estuvo activo durante 21 años y se retiró a los 38 años con sus amados Tiburones Rojos. Ese día lloró. Le dolió profundamente dejar el campo pero al futbol le dolió mucho más perderlo.
Decían los médicos que su fuerza estaba simbolizada en su corazón porque el corazón del Pirata era más grande de lo normal. Tal vez por eso el 28 de mayo de 1972, cuando su corazón falló, Luis de la Fuente tenía que partir. Ese domingo se guardo silencio en todas las canchas mexicanas porque había muerto el jugador más portentoso de nuestro futbol.
No tuvo Di Stéfano una mejor concepción del futbol, ni una elegancia superior a la de Luis de la Fuente. Lo único que Di Stéfano tuvo de más fue publicidad. Siempre decía el prestigiado periodista Don Antonio Andere, que punto de referencia tan importante para tener un contexto de la grandeza del Pirata.
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