Mientras el ejército alemán peleaba con el mundo su primera guerra mundial, inmigrantes germanos en México jugaban al futbol.
Los equipos de la colonia inglesa como el Reforma o el Rovers, quedaron desintegrados porque sus hombres arriesgaban o perdían la vida en el campo de batalla.
Sólo las oncenas de origen español recién creadas como el España y el Centro Deportivo Español y el legendario Pachuca, así como el Club México nutrían la liga mayor del armonioso Distrito Federal.
Pero fue un hecho que sin la representación británica, el espectáculo había perdido calidad, y no solo eso, también disminuyó la rivalidad.
En aquellos años, donde por cierto también se libraba una revolución en México, eran pocos los alemanes radicados en este país. El hipismo y la cultura física eran sus disciplinas favoritas pero el futbol fue aceptado de inmediato.
Un 15 de junio de 1915, en el Casino Alemán, la junta directiva resolvió crear el equipo Germania.
El impacto fue inmediato. Les decían los fúnebres porque vestían de negro. Hombres de extraordinaria corpulencia, no muy jóvenes, hay que decirlo, pero sumamente disciplinados, así eran los germanos.
Uno de ellos, el centro delantero, Carlos Mues tenía nombre de guerra. Por sus potentísimos tiros y el empuje arrollador de su juego, Cañón 42 le decían, un arma que causaba estragos en los campos de batalla justo en esos momentos.
Sólo Lázaro Ibarreche del Club España, le daba competencia al artillero teutón y ambos eran la gran atracción de las canchas.
Para 1916, al Germania no le bastaban los rivales de la capital y se lanzó a conquistar las provincias. En todos lados fueron recordados por mucho tiempo.
Pero a pesar de su férrea disciplina y la fortaleza de sus hombres, los fúnebres no podían coronarse. El España era un equipo que arrollaba con todos.
Para 1917, el Germania empezó a desarrollar sus fuerzas inferiores de la mano del entrenador Richard Obert. El equipo entrenaba en los llanos de la Condesa y luego se mudaron a la colonia de los Doctores.
Todos los fundadores eran alemanes pero como mencionamos previamente, ya no eran tan jóvenes y poco a poco se empezaron a retirar. La colonia alemana no era numerosa y como era necesario ser miembro del Club Alemán para pertenecer al Germania, se empezó a perder la homogeneidad y la potencia del caballeroso equipo, como lo llamó Don Juan Cid y Mulet en el Libro de Oro del Futbol Mexicano.
Fue entonces, iniciados los años 20, cuando empezó la importación de jugadores de futbol en México. El orgullo alemán estaba en juego y sus reglas eran muy estrictas por lo que antes de enrolar a futbolistas nacionales, miraron a Europa para completar su oncena estelar.
Y así llegó el que podríamos nombrar como el primer jugador importado para jugar expresamente. Fue un futbolista del Grasshopper-Club Zürich de Suiza, su nombre Kurt Friedrichs, de origen suizo, por supuesto.
También llegaron otros como Nack, Merck, el famoso Catori, Kleinbaum y hasta un checo de nombre Wondrack.
Los intentos por renovar al Germania no pararon ahí. Hartos de ser llamados los fúnebres cambiaron el negro solemne y pasaron por el amarillo con azul para llegar finalmente al blanco con una franja negra y el águila imperial al centro.
Para 1925 el Germania abrió sus puertas a jugadores mexicanos, Ricardo Navarro, alias Alegrías, fue el primero y le siguieron Ruiz, Mendoza, Pichojos Pérez y tiempo después un muchachito apasionado del futbol llamado Fernando Marcos.
El Germania nunca pudo ganar un campeonato oficial. En uno de los muchos cismas de la liga mayor derrotó al Asturias pero el título nunca le fue reconocido. Sólo una copa conquistada en Guadalajara guardó en sus vitrinas cuando eran dirigidos por Juan Luqué de Serrallonga, entrenador de la selección mexicana en los Juegos Olímpicos de 1928 y en el primer Campeonato Mundial de 1930 en Uruguay.
En 1932, la fama de los germanos había quedado en el recuerdo. Los aficionados ya no los seguían y el profesionalismo disfrazado de los demás cuadros fue rechazado por un Germania que se cobijó en el amateurismo, condenándose entonces a desaparecer. Pero hay que agradecer que un grupo de alemanes dijeran no a la guerra contra el mundo y prefirieron pelear con honor y dignidad dentro de un campo de futbol en México.
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