El Viejo Ross fue celebre en México. De sus orígenes podemos comentar que nació en Uruguay, a principios del siglo XX, y que llegó a defender las playeras del Internacional de Porto Allegre (Brasil) y del Santiago Football Club (Chile), en su etapa de jugador.
En 1947 se volvió entrenador en Colombia. El América de Cali le abrió las puertas del juego de la estrategia. En aquel país, que tuvo en esas fechas sus tiempos dorados, Ross aprendió a dirgir. En 1955 tomó las riendas del famoso equipo Millonarios y en 1956, Antonio Levy, en aquel entonces presidente del Club Deportivo Guadalajara, le puso sobre la mesa el contrato que lo traería a México.
El Viejo Ross firmó con Levy y dirigió al Rebaño, conocido entonces como el “Ya merito”, durante la temporada 1956-1957. Y simplemente dejó jugar a esos jugadores estigmatizados con la maldición de no poder ganar en el momento definitivo.
Con el campeonato hubo cambio en la directiva del Guadalajara y llegó el legendario Evaristo Cárdenas, tan chiva era el señor que le decían Don “Chivaristo”. Ross nunca se llevó bien con el nuevo presidente y en un fuerte intercambio de palabras, el técnico fue cesado a pesar del histórico resultado.
Pero Donald Ross se quedó a vivir en nuestro país. Dirigió al Necaxa y protagonizó la legendaria victoria de los electricistas sobre el Santos de Pelé, en 1962. También dirigió al Morelia y al desaparecido Nacional de Guadalajara. Su última aventura en el futbol fue en 1971, con el recién creado equipo de los Tecos, en la tercera división. Un día como cualquiera de aquellos años, abordó un camión urbano en la perla de Occidente. Nadie pensó que el viejo sentado en uno de los asientos se había ido para siempre. Parecía que iba dormido, arrullado por el vaivén del autobús, cansado por cargar con el peso de todos sus recuerdos. Al llegar al centro de Guadalajara ya no despertó. Un infartó lo mató soñando.
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