De los vascos heredó el apellido, el temple, el coraje. Es
un hecho que todo aquel llamado Eugui es descendiente de los habitantes del
pueblo navarro del mismo nombre que alguna vez tuvo fama de ser fabricante de
las armaduras más reconocidas en el reino español. El apellido Simoncelli es
puramente italiano, ejemplo vivo del origen europeo de un gran porcentaje de
los uruguayos. Héctor Hugo Eugui Simoncelli nació el 18 de febrero de 1947 en
Mercedes, departamento de Soriano,
en Uruguay, la cuna más prolífera de futbolistas en una nación cuya
economía depende de la ganadería y de la venta de jugadores. Así salió él de su tierra, dejando todo, siempre yendo
detrás de la pelota, para mandarle plata a los suyos. Porque la esencia para el
uruguayo es ser futbolista, nacen con el balón en la mente. Héctor inició con
Nacional de Montevideo, de ahí pasó a Defensor, Atlético Cerro y Argentinos
Juniors. Nacho Trelles fue quien lo trajo a México. Llegó el 6 de enero de 1972
para vestirse de rojo, sin imaginarse, siquiera lo que 37 años más tarde le
tendría preparado el destino. Con Toluca mostró su esencia. La virtud de un
zurdo natural. Un atacante rápido, potente y con buen disparo. Siempre buscando
la zona más complicada que era el fondo de la cancha y buscaba ser lo más
práctico posible. La constancia,
la determinación y la práctica permanente fueron su sello.
Hombre inspirado por antiguos héroes uruguayos como Viviano Zapirain, alguien comentó que tenía el estilo del internacional español Gento. En México le pusieron el desalmado, porque al disparar la pelota no tenía alma para hacerlo. Jugó 16 años. Fue campeón en 1975, con el Toluca, bajo el mando de José Ricardo de León, a quien le aprendió que no basta con ser romántico, sino que hay que ser realista. Y que lo importante es ganar. Ahí anotó 69 goles.
Después, se fue a los Tigres, en donde fue partícipe de aquella agónica final con Cruz Azul en la temporada 1979-1980. Un año más tarde lo alcanzó el tiempo y lo retiró. Pero desde entonces supo que seguiría en el futbol, ahora como entrenador. Y pasó años buscando el hueco. Don Carlos Miloc fue parte fundamental en su aprendizaje. Eugui comenzó a dirigir a los 35 años de edad. Ahí fue entendiendo lo que era el futbol, bajo la mirada del futbolista retirado, luchando contra la nostalgia, el ego y el olvido. Su vocación lo llevó a formar a los jóvenes. Mantuvo a la par el aspecto deportivo con el desarrollo humano. Fue analista para la radio y la televisión. Abrió una parrilla uruguaya y una escuelita de futbol infantil porque no siempre ha podido dirigir. Es un director técnico ajeno a los promotores. Su palabra siempre va por delante. Si hay un concepto que lo defina esa es la integridad.
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