El deporte es la apología desmedida de la juventud. Fuerza,
belleza, ambición, competencia. Humanos indómitos y egocéntricos en pleno duelo
contra el tiempo, su propio tiempo. Velocidad, reacción. Oxígeno y sangre
desbocando los músculos ansiosos. Devastando, conquistando, ganando pero no
siempre triunfando. Y cuando esos cuerpos pletóricos ya no pueden, se retiran y
comienzan a vivir la vida como cualquiera. Principalmente en el asunto de ir
construyendo su propio conocimiento. Por eso, cuando los sabios florecen parten
rumbo a la inmortalidad, es la ley de la vida.
Esa sabiduría que adquiere el humano, y que generalmente llega en el último tercio de la existencia, dura lo que te quede de vida. Son esos instantes en donde todo se clarifica en un mapa mental del conocimiento. Por eso, desde tiempos inmemoriales, el consejo de ancianos sumaba esos mapas mentales para establecer un rumbo. Ese rumbo, amarrado plenamente a la línea de vida natural de esta especie, es el que algunos imbéciles se han cansado de desdeñar en el mundo moderno. Por eso hoy tenemos viejos prematuros, acabados a los cuarenta y tantos, sin un mapa mental para navegar sus propias aguas. Tiempo al tiempo, máxima de vida. Hoy metemos el freno de mano cuando aún queda un largo trecho por recorrer. Esa apología desmedida de la juventud que vivimos nos puede autodestruir como especie. Rompe con nuestros procesos naturales de nacer, crecer y morir.
Con la muerte de Luis Aragonés, El Sabio de Hortaleza, y hablando de lo más importante de lo menos importante, debemos reflexionar sobre esa sabiduría que florece y muere a los pocos años. Don Nacho Trelles alguna vez me dijo, con 92 años y medio encima, que en su mente tenía el mejor futbol que jamás pudo haber tenido cuando estuvo activo, pero que ahí estaba, nada más, y él también ahí estaba, esperando que le llegara el turno de partir. España fue campeón del mundo con el mapa mental de un hombre sabio que heredó a la siguiente generación. Aragonés aglutinó todo su conocimiento con gran honestidad. El periodista Carlos Ruiz-Ocaña sintetiza el mapa mental del sabio diciendo: “Luis Aragonés siempre fue mi entrenador favorito. Más carácter que Mourinho, más cercanía que Del Bosque y más psicología que Pep”. Caramba, se le va a extrañar y mucho.
Esa sabiduría que adquiere el humano, y que generalmente llega en el último tercio de la existencia, dura lo que te quede de vida. Son esos instantes en donde todo se clarifica en un mapa mental del conocimiento. Por eso, desde tiempos inmemoriales, el consejo de ancianos sumaba esos mapas mentales para establecer un rumbo. Ese rumbo, amarrado plenamente a la línea de vida natural de esta especie, es el que algunos imbéciles se han cansado de desdeñar en el mundo moderno. Por eso hoy tenemos viejos prematuros, acabados a los cuarenta y tantos, sin un mapa mental para navegar sus propias aguas. Tiempo al tiempo, máxima de vida. Hoy metemos el freno de mano cuando aún queda un largo trecho por recorrer. Esa apología desmedida de la juventud que vivimos nos puede autodestruir como especie. Rompe con nuestros procesos naturales de nacer, crecer y morir.
Con la muerte de Luis Aragonés, El Sabio de Hortaleza, y hablando de lo más importante de lo menos importante, debemos reflexionar sobre esa sabiduría que florece y muere a los pocos años. Don Nacho Trelles alguna vez me dijo, con 92 años y medio encima, que en su mente tenía el mejor futbol que jamás pudo haber tenido cuando estuvo activo, pero que ahí estaba, nada más, y él también ahí estaba, esperando que le llegara el turno de partir. España fue campeón del mundo con el mapa mental de un hombre sabio que heredó a la siguiente generación. Aragonés aglutinó todo su conocimiento con gran honestidad. El periodista Carlos Ruiz-Ocaña sintetiza el mapa mental del sabio diciendo: “Luis Aragonés siempre fue mi entrenador favorito. Más carácter que Mourinho, más cercanía que Del Bosque y más psicología que Pep”. Caramba, se le va a extrañar y mucho.
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