Mide un metro con 82 centímetros. Es delantero. Le dicen el Mastodonte del Gol. Juega con el Atlante. El próximo 15 de febrero cumplirá 23 años y es de Apatzingán, Michoacán. Sí, esa zona de guerra que advierte sobre los escenarios que podría vivir este país sumido en un absurdo e indolente caos. Se llama Ángel Baltazar Sepúlveda Sánchez y su historia va de la mano con este México Narco que nos duele a todos. Sin embargo su caso podría ser una de esas esperanzas que encontramos cuando la pelota rueda.
Apatzingán de la Constitución es una ciudad de cien mil habitantes y es la más grande de la región de Tierra Caliente. Hace doscientos años se firmó ahí la primera constitución del México libre, con la venia del general Morelos. Hoy es territorio de los Caballeros Templarios y de las Autodefensas Michoacanas. Sus campos fértiles producen, sobretodo, grandes cantidades de limón. Su clima permite las condiciones ideales para la instalación de parques acuáticos y balnearios. Lugar de costumbres y tradiciones muy michoacanas y muy mexicanas, positivas y negativas, entre ellas la de migrar a los Estados Unidos. En esta ciudad han crecido niños abandonados por su padres que quedan bajo el cuidado de los abuelos o de los tíos, si hay fortuna. Esta desintegración provoca severos conflictos sociales. Hay prostitución y pornografía infantil, menores infractores, homicidios, secuestros, violencia y consumo y venta de drogas. En medio de tan dantesco escenario, los jóvenes que deciden quedarse tienen muy claro que si desean y pueden ser profesionistas deben salir a ciudades donde puedan cursar la educación superior, migrar al otro lado como sus antecesores, o bien aprender un oficio para subsistir, sea lícito y, desgraciadamente, también ilícito.
Para afrontar su propio destino, Ángel tomó un camino también lleno de intrigas, abusos, corrupción, delincuencia e injusticias: el futbol profesional. En materia futbolística, la tercera división es el máximo nivel al que tiene acceso el representativo local, conocido como los Limoneros de Apatzingán, y que hace unos años firmó un convenio con Monarcas Morelia para ser su filial. Pero esta no fue la ruta del joven Sepúlveda. Nueva Italia es una ciudad vecina. Célebre por sus Templarios. Ahí también había un equipo. Jugaba en segunda división y ofrecía mejores condiciones que el de la ciudad más grande de Tierra Caliente. Se llamaban los Mapaches y ellos fueron los que ficharon al Mastodonte del Gol.
Ángel Sepúlveda fue el delantero de los Mapaches hasta aquella tarde del 8 de octubre de 2008, cuando visitaron al América en Coapa y les cayó la desgracia. La policía capturó a un distinguido miembro de La Familia Michoacana y que a su vez era el dueño del equipo: Wenceslao Álvarez, El Wenchis.
Para fortuna de Ángel, su pelota no se manchó y se enroló con una filial de Monarcas Morelia, la de Zacapu, y tuvo la fortuna de debutar con el primer equipo el sábado 18 de septiembre de 2010 en Cancún, precisamente contra el que ahora es su equipo, Atlante. Pasó cinco temporadas con el cuadro Michoacano. Apenas tuvo 25 partidos jugados con el equipo de su tierra. El Mastodonte sólo pudo marcar cuatro goles y terminó relegado a la filial de ciudad Nezahualcóyotl.
El año pasado parecía que todo estaba por terminar para el buen Ángel. Pero tomó el último barco. Migró lejos, y en condiciones precarias se enroló con el Atlante. En ese Apertura 2013 tuvo acción en quince de los 17 partidos y anotó otros cuatro goles en la primera división. En este Clausura 2014 ha sido tomado en cuenta en los dos primeros partidos. Lleva 69 minutos corriendo sobre la hierba y sigue soñando mientras en su tierra la guerra advierte que él pudo haber muerto o pudo haber matado a otros, si no fuera porque se fue detrás de la pelota. Por eso digo lo de la esperanza.
Estoy en @eballesteros
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