No había tiempo que perder. Puebla necesitaba un gran estadio de futbol para poder ser anfitrión del mundo en los Juegos Olímpicos de 1968 y en el Mundial de futbol de 1970. No hubo convocatorias a los distinguidos arquitectos de la época y se sacrificó la originalidad de los proyectos porque quedaban muy pocos meses para levantar un coloso de cemento capaz de alojar a 35 mil aficionados. En la ciudad de México se había construido el monumento al futbol más grande del país: el estadio Azteca.
Don Pedro Ramírez Vázquez fue quien lo concibió y trazó las líneas que le dieron vida. Y es precisamente de los planos del Coloso de Santa Úrsula de donde se retoma la idea para levantar el estadio Cuauhtémoc.
El primer piso del Azteca tiene el mismo diseño que el Cuauhtémoc. La misma capacidad, la misma zona de palcos y plateas y por supuesto el mismo plan de financiamiento que plantea la venta de sus palcos y plateas.
El profesor Pedro Ángel Palou, que en aquella época era delegado de la FIFA y de la Federación Mexicana de Futbol recuerda el momento. “Se suponía que era un estadio muy grande para la ciudad de Puebla. Se decía que cómo era posible tener un estadio para un equipo de segunda división”.
Remontémonos al año de 1967. La ciudad de Puebla apenas rebasaba el medio millón de habitantes y contaba con 28 kilómetros cuadrados de superficie a 2150 metros sobre el nivel del mar. Tres años antes el Puebla FC había regresado a la actividad pero en la segunda división del futbol mexicano. El soccer se jugaba en los llanos y en el estadio olímpico Ignacio Zaragoza, justo en las faldas del cerro de Loreto, lugar en donde un siglo atrás se escenificara la gloriosa batalla del cinco de mayo y otras más en contra del ejército francés.
Cuando el gobierno anunció la intención de levantar un estadio para tantos miles de personas las críticas no esperaron. Se decía que era muy grande. El 7 por ciento de los habitantes de la ciudad de Puebla cabían sentados cómodamente en el graderío. Además era una sede demasiado ostentosa como para albergar a un equipo de segunda división. Sin embargo, el reto estaba puesto.
Junto a las airadas críticas se atravesó una terrible bancarrota de la compañía de los Sánchez Armas, concesionada para levantar el inmueble. Tuvo que intervenir el gobierno estatal al mando del ingeniero Aarón Merino Fernández quien no descansó hasta que se consumó la obra que inició en el mes de julio de aquel 1967.
Financiar el proyecto fue hacer una especie de plebiscito entre los poblanos. Se pusieron a la venta 150 palcos y tres mil plateas. Además el nombre tiene mucho que ver en la obtención de los recursos faltantes para los trabajos de construcción. Como ahora, en los años sesenta las cervecerías mexicanas más grandes se disputaban el territorio nacional. Una de estas apostó al nuevo escenario futbolero y como muestra de gratitud, o más bien de estrategia comercial, el coloso fue bautizado con el nombre de la empresa y la concesión para la venta de sus productos quedó como exclusiva.
Para comienzos de1968, ir a ver los avances del estadio Cuauhtémoc era un paseo obligado de los habitantes de la ciudad y era un alto en el camino para los viajeros de la autopista que conectaba a Puebla con el DF y Orizaba, Veracruz.
Al iniciar el mes de septiembre, un mes antes de la inauguración, se habían vendido 60 palcos y 537 plateas.
Una crónica publicada el día 5 en La Voz de Puebla decía que “las graderías lucen en todo su esplendor, simétricas y bien terminadas, rematadas en lo alto por los palcos que coronan la construcción…en el fondo, el verde césped rompe con acentuado tono de vitalidad la severidad del ‘monstruo de cemento’…”
Un mundo de gente comenzó a visitar al Cuauhtémoc a pesar de no abrir oficialmente sus puertas. Venían de la FIFA, del comité organizador de los Juegos Olímpicos. Grupos de periodistas se organizaban para dar testimonio del novel escenario.
Don Ángel Fernández, el cronista del juego del hombre, quedó deslumbrado con la sala de medicina. “Es fabulosa” comentó.
El 25 de septiembre el Puebla FC (2ª división) y el Universidad (3ª división) conocieron lo que sería su nueva casa. Dos días más tarde, Sir Stanley Rouss, presidente de la FIFA, daba el visto bueno al estadio. Los jugadores de la selección olímpica francesa quedaron impactados con la moderna tina de masajes de vapor instalada en los vestidores.
El campo era una alfombra perfecta montada sobre una de las obras de ingeniería más sofisticadas para la época. El drenaje de la cancha constaba de tres bombas con capacidad para succionar 240 metros cúbicos de agua por segundo, suficientes para que en cuatro minutos quedara disponible para jugar.
En lo alto del estadio se montaron tres torres con 80 reflectores cada uno y 1200 luces alrededor, sin contar los focos de los palcos o de otras zonas de servicio. El estacionamiento fue planeado para 3 mil automóviles.
Como día de la inauguración se había escogido el 6 de octubre al medio día. Se tenían programados dos encuentros. Puebla FC contra el América en el preliminar y la selección de México se presentaría como plato fuerte en un encuentro ante un equipo por definir.
Se había invitado en primera instancia a la selección de Bulgaria pero la respuesta fue negativa. Quedaba una semana y no había rival. Se pensó en el Veracruz de primera división pero al final de cuentas fue la selección olímpica de Checoslovaquia quien aceptó la distinción a pesar de que en esos días los tanques rusos se habían apoderado de su capital Praga.
El 1 de octubre los boletos se pusieron a la venta en las instalaciones de XEHR de la calle de Reforma 125, en el Hotel San Miguel de la 3 poniente, en el número 218 de la calle 3 oriente, también en Deportes Carranza de la 4 norte y exclusivamente la venta de palcos se realizaba en la 5 norte número 7 despacho 101.
Los asientos de palco y platea costaban 40 pesos, 25 los de preferente y 10 en general. Para los que llevaran vehículo se informó que se cobrarían 3 pesos.
Por su parte, el Departamento de Tránsito Local estableció que la dejada del zócalo al estadio sería de 6 pesos.
Llegó el día esperado. Las noticias nacionales comentaban a la ligera los disturbios del 2 de octubre en Tlatelolco. En los deportes, Pedro Rodríguez había triunfado en las 24 horas de Lemans. El mundo seguía consternado por la ocupación rusa en Checoslovaquia y en la estratosfera el Apolo 7 cumplía con su misión. La cartelera cinematográfica estaba encabezada por el gran éxito de Cantinflas, “Por mis pistolas”.
Aquel domingo, el público -que comenzó a llegar desde las siete de la mañana- vibró ante un lleno impresionante. Puebla FC había perdido 7 a 1 con América y la selección de México había empatado a uno con los checos. Sin embargo la pasión fue dedicada al futbol y por supuesto a su nuevo monumento: el estadio Cuauhtémoc.
1 comentario:
buen trabajo.
Me sirvio mucho, gracias
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