En la Liga inglesa, donde abundan los hombres duros, (Roy
Keane) es el más duro.
John Carlin
Sir Alex
Ferguson es un monarca absolutista. Su palabra es ley en Old Trafford y el
largo reinado en el Manchester United (ha rebasado el cuarto de siglo) le ha
convertido en una especie de santo patrono para aquellos entrenadores que son
desechados tras las malas rachas o por impaciencia de los directivos del
futbol. La figura del escocés es casi mitológica y en el imaginario popular,
sólo la muerte o una enfermedad que le impida seguir, le podría quitar el
tridente de los Diablos Rojos. Él mismo ha llegado a poner en la agenda el tema
de su retiro, aunque hace no mucho tiempo, hubo una conspiración en Old
Trafford.
Roy Maurice
Keane, el conspirador, nació el 10 de agosto de 1971, en Mayfield, “la ciudad
de los pobres”. Es irlandés, “residente de Cork por la gracia de Dios”. De
tradicional cuna pobre y muy católica. Fue el cuarto hijo de cinco. Indiferente,
por completo, en los estudios. Pero fueron la furia y la desesperación de
conseguir lo que no tenía, los factores que encendieron las calderas de sus
entrañas: quiso ser boxeador y acabó siendo un futbolista forjado con la
mentalidad y las habilidades del pugilismo.
Desde los
ocho años empezó a jugar al futbol con el equipo en el que pasaron sus tíos y
sus hermanos: el Rockmount AFC. La agilidad, la velocidad y la disciplina que
le dieron las artes guerreras del boxeo le proporcionaron una superioridad
psicológica cuando los demás niños lo aventajaban debido a su corta estatura y
su timidez. La talla y su figura le cerraban las puertas del primer filtro para
llegar al profesionalismo. Las negativas de los equipos irlandeses hacían fila
en su ánimo. Casi se da por vencido. Su perro Ben fue su consuelo en esos
momentos. Los largos paseos le dieron serenidad. Apenas tenía 14 años pero su
renuncia a los estudios le obligaba a diseñar el rumbo de su vida. Trabajó en
un bar, cargando barriles de cerveza. También tuvo un empleo con un proveedor
de la policía local en el que tenía que raspar láminas oxidadas de automóviles.
Y en primavera se iba en bicicleta a recoger papas en los campos de cultivo. Dice
que se acuerda mucho de esas épocas cuando le llega a doler la espalda.
Un día le
recomendaron que escribiera cartas a los grandes clubes ingleses. El Derby, el
Sheffield, el Aston Villa, el Chelsea y el Nottingham Forest respondieron sus
misivas: muchas gracias, no hay vacantes. Jugó su última carta. Obstinado, fortaleció
su cuerpo con arduos entrenamientos y se convirtió, como él mismo se define en
su autobiografía, en un caballo de batalla con personalidad brillante que luchó
por objetivos y por cada pelota.
Lo fichó un
club de la segunda división irlandesa con sede en el último puerto que tocó el
Titanic. El Cobh Ramblers F.C. le dio la oportunidad que tanto buscó y en un
año, uno de los equipos ingleses que lo rechazaron por correspondencia, le
contrató. Por 250 libras a la
semana y un acuerdo de treinta y seis meses, Keane jugaría para el Nottingham
Forest. El plazo no se cumplió. El Manchester United lo compró en 1993, pagaron
3.75 millones de libras por él, y protagonizó 480 partidos, anotó 51 goles,
ganó siete ligas, cuatro copas de Inglaterra, una Champions League y una
Intercontinental, hasta el día en que Ferguson le echó en cara la conspiración.
De las doce
temporadas con los Red Devils, durante ocho años portó el gafete de capitán.
Después del Sir, él mandaba en el campo de juego. ¿Por qué? Porque era un líder
con carácter, con fortaleza, con determinación y agresividad. Un caballo de
batalla que atacaba y defendía con bríos. Iba por todo siempre. Si le daban
una, la regresaba con la misma intensidad, ni más ni menos. Temido por los
rivales y respetado por compañeros, aunque si invertimos los factores, el
producto no se altera.
Este es una
descripción brillante que hace Borja Barba en diariosdefutbol.com:
Es un ser despreciable. Todo el mundo comparte
esa afirmación. Un canalla, un pendenciero, un hijo de puta, vaya, para qué
andarnos con eufemismos. Pero es ‘nuestro hijo de puta’. Es ese tío que está
dispuesto a partirse la cara por defender la causa, nuestra causa. Un fulano al
que poco le importan las consecuencias personales, porque él mira por el
colectivo. Siempre. Cuida cada detalle. Que nadie se meta con los nuestros,
porque como él se entere la arrancará la cabeza y le dejará bien claro con
quién puede y con quién no puede meterse. Es la guerra sobre el césped llevada
casi al extremo. Lo que alguien acertaba a definir, en esencia, como una suerte
de moderna guerra de tribus.
Hay dos
capítulos violentos, entre muchos, que lo definen: sus pleitos, cara a cara,
con Patrick Vieira y una vendetta que cobró tras cuatro años de espera. En
1997, en una trabada con el noruego del Leeds, Alf Inge Halland, Keane se tronó
los ligamentos de la rodilla. El rival le exigió que no fingiera. El 21 de
abril de 2001, cuando Halland jugaba para el Manchester City, el capitán rojo
le planchó la rodilla. Ley del talión. Suspendido tres partidos y multado con
cinco mil libras en primera instancia. Cinco juegos más y ciento cincuenta mil
libras de castigo, cuando redactó en su autobiografía que "el que la hace
la paga. Él obtuvo su recompensa. Me lesionó y mi actitud es de ojo por
ojo".
De ahí que tenga
un apodo de miedo: Psycho. Porque para este hombre no había contención de los
enojos. Si estos capítulos se sacan de contexto acabarán siendo episodios de
rudeza antideportiva y hasta censurados por las moralinas. Hay que recordar que
sólo fue expulsado en diez ocasiones, durante toda su carrera. Además, es un
guerrero tribal irlandés nacido en la parte más rebelde de la rebelde Irlanda.
Por eso se vieron, en este hombre obsesionado, las conductas opuestas del ser
humano. Se les reveló la ciencia ficción del Doctor Jekyll y Mister Hyde,
aunque a estas alturas el propio Ferguson se había apoderado del primer
personaje y Roy ya no podía dejar de ser el segundo. Para los mancunianos era
“su hijo de puta”. Para los demás aún sigue abierta la interminable lista de
calificativos.
Si se
contabilizan las patadas y puñetazos que Keane llegó a soltar, la cantidad
sería considerablemente menor que el número de palabras que el irlandés ha
pronunciado o escrito para marcar su territorio, para defender a los suyos, para
evadir o bien para provocar situaciones premeditadas. Su espíritu siempre
tiende a la rebeldía y sus puños se cierran, canalizando el poder de sus
intenciones.
Raúl Fain
Binda, de la BBC, alguna vez hizo una analogía entre los gustos que Ferguson
tiene por los pura sangre y las características de los jugadores que han sido
emblema de su equipo: fogosos, incansables, que nunca se dan por vencidos, que
cuando galopan hacen temblar a sus rivales y cimbran a sus compañeros. Sabiéndolo
o no, el mismo Kaene se comparó con un caballo. Fain Binda continúa perfilándolo.
“Cree que es la única persona sensata y responsable en una muchedumbre de
oportunistas y chambones, de flojos y pícaros”. Y así lo utilizó y justificó Sir Alex para controlar su
reino hasta que el caballo se desbocó.
En 2002,
Irlanda llegó a la Copa del Mundo. Unos días antes del arranque, Keane criticó en
una entrevista para un diario de Dublin al seleccionador Mick McCarthy y a sus
compañeros. Le exigieron cuentas y los insultos al técnico rebasaron los
límites y fue excluido del equipo, que estaba concentrado en Saipán. Así
entraba a la tercera edad de los futbolistas. Golpeaba menos pero hablaba más.
Dijo que soñaba con ser técnico del Manchester United, nada raro en los hombres
mandones de Ferguson. Por aquel entonces el equipo se estaba renovando y no se
cosechaban los grandes triunfos y tras una estrepitosa caída en Middlesbrough, Mister
Keane replicó la escena de Saipán ante la MUTV (Manchester United Televsion).
Con sus palabras devoró a todos, incluido su mentor.
Aquel
caballo de guerra, fogoso e incansable, mordió la mano del amo. Conspiró. Y Old
Trafford le cantó por última vez “al tirano ausente, el ídolo de la grada”,
como bien lo apuntó Diego Torre en su crónica para el diario español El País. “El
del Villarreal fue el primer partido que el Manchester jugó en su campo sin su
viejo capitán. Y el público le dedicó un homenaje oficioso. Oficioso y breve.
Apenas un minuto de ruido y una pancarta en el anillo: Keane 1993-2005 Leyenda
Roja".
El mismo día
en que salió por la puerta de atrás del Teatro de los Sueños, treinta equipos
lo quisieron fichar. La conexión irlandesa fue más fuerte que el resto y se fue
al Celtic de Glasgow para retirarse, en el 2006. De inmediato se hizo
entrenador y ha tenido que afrontar su mayor miedo: las derrotas. Como buen
irlandés confía en lo que no puede ver y desconfía de lo que ve. Sin duda
alguna que volverá a poner en marcha esa conspiración de la que fue señalado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario