Hagi, el arumano

Podcast

Para ser un Hagi había que correr el riesgo de atravesar los dominios otomanos para postrarse en la montaña sagrada de Jerusalén, siguiendo así la tradición de una de las familias que conforman un pueblo gitano celoso de sus formas. Los arumanos han habitado por cientos de años las tierras bañadas por el Danubio. Su pasado ancestral se presta para todo tipo de leyendas sobre sus orígenes. Y sus misterios les dan un mágico sentido a todo lo que gira a su alrededor.

El apellido real de los Hagi se perdió por siempre y aceptaron la forma en como de ellos se expresaban los turcos. Un hagi es aquella persona que debe ser respetada y elogiada. Y a uno de los nietos de esta familia lo llamaron Gheorghe, aunque todos le dicen Gica, Gica Hagi, el rey de los Cárpatos.

Nació un 5 de febrero de 1965, en Sácele, una comunidad del puerto de Constanza, a las orillas del mar negro y al norte del Danubio. Sus abuelos llegaron desde Macedonia y ahí se quedaron, en Rumania, para siempre. Gica comenzó a jugar futbol desde muy niño. Era un chico pobre en un país cubierto con la cortina de hierro. Su abuelo Gheorghe le hizo su primer balón con una vejiga de cerdo. El pequeño pateaba descalzo, con la pierna izquierda, con una naturalidad prodigiosa. Luego tuvo una pelota de trapo, otra hecha con crin de caballo y a los seis años, su madre le regaló de cumpleaños un balón de verdad.

En 1973 la familia dejó el pueblo. El trabajo en el campo era duro y estéril. Encontraron en la cercana Constanza la única opción viable para salir adelante. Fue en las calles del puerto rumano donde a Hagi lo vieron jugar. El menudito arumano soñaba con ser como Iordanescu o como Dimitru, los héroes del Steaua de Bucarest.

Su talento natural llamó la atención de los visores del club local (Farul Constanza) y a los 10 años ya sabían de su existencia. Pero pasarían los años, entre estos el reinado de Nadia Comanecci en la gimnasia, para que Gica se convirtiera en héroe nacional.

En ese periodo a Rumania la dominó un hombre infame. Nicolás Causescu, un dictador de manual de estudio, tenía todos los defectos de un tirano, y también controlaba el deporte y en particular gozaba con el futbol. Hagi empezó con el Farul Constanza en 1982. Pasó al Sportul Studentest al año siguiente, mientras se inscribía en la universidad para estudiar economía (carrera en donde obtuvo su título en 1992). Hasta que el aparato burocrático encontró la forma de reclutarlo en su ejército a través del legendario Steaua de Buscarest. En 8 años anotó 141 goles, en 223 partidos. Con los militares ganó tres veces la liga rumana, dos veces la copa nacional y una Súper Copa de Europa. Fue ahí donde su nombre empezó a sonar.

Los tiempos en que cayeron los muros, las cortinas de hierro y el propio Causescu, coincidieron con el gran momento de Hagi. El arumano brilló con su selección en tres copas del mundo. Decían que él era medio equipo. En 1994 se hizo inmortal. Los colombianos nunca olvidarán el zurdazo del número 10 y los argentinos, con el mismo Maradona en tribunas suspendido por usar sustancias prohibidas, cayeron ante las huestes del rey de los Cárpatos. Fueron los suecos quienes los dejaron a un paso de estar entre las cuatro mejores selecciones de la tierra en aquellos instantes.

Hagi estuvo con los grandes equipos españoles (Real Madrid y Barcelona) pero, a pesar de sus grandes cualidades, dejó solo el recuerdo de su fichaje. Un gol en la península, jugando para el Barcelona, simboliza sus andares por Iberia. Un gol gitano, en un escenario impredecible. En medio de la espesa neblina gallega, al momento del saque desde medio campo, Gica sorprendió al arquero del Celta de Vigo. No quedó otra más que celebrar y recordar para siempre la acción. También estuvo en Italia, con el Brescia, en segunda división y de su mano llegó a la Serie A.

En 1996, Hagi viajaría muy lejos de casa. El Atlante de México lo había convencido de firmar. Tenía 31 años. Necesitaba capitalizarse. La oferta era buena pero su propia historia cimbró las negociaciones un día antes de tomar el avión. Una contraoferta del Galatasaray de Turquía lo amarraría a su región para siempre. Si bien no iba a hacer el viaje tradicional de sus ancestros a Jerusalén, si podría ir al corazón del antiguo imperio otomano en busca del sustento de su apellido. Un hagi es aquella persona que debe ser respetada y elogiada, según los turcos. Y así fue como el Rey de los Cárpatos conquistó Estambul. En cinco años peleó en 132 batallas, marcó 55 goles. Fue cuatro veces campeón de Turquía y llenó las vitrinas del club con dos copas nacionales, una copa de la UEFA y una Supercopa de Europa.

Se retiró en 2001, a los 36 años, dejando en el campo su inspiración, su talento y el eterno recuerdo de una zurda sublime y un magistral regate que culminaban en goles inverosímiles. Que ahí queden las andanzas de Hagi, el arumano respetado y elogiado; Rey de los Cárpatos. El mejor futbolista rumano de todos los tiempos.

No hay comentarios: