Futbol en la Tierra de Nadie

Aquella Navidad de 1914 se jugó al futbol en la tierra de nadie, en ese pedazo de terreno que separaba a las trincheras alemanas de las británicas, en el Frente Oeste de la Primera Guerra Mundial. Entre lo absurdo de la hostilidad, el balón vino a ser una simple metáfora que puso en evidencia lo atroz de la matanza más grande en la historia de la humanidad.

En la víspera del 25 de diciembre, el fuego cesó sin ninguna orden suprema. Los alemanes decoraron sus trincheras y cantaron Stille Nacht. Los británicos respondieron a los cantos en su idioma. Aquello en alemán significaba Silent Night en inglés; Noche de Paz, en español. El hecho es que se selló una tregua fugaz entre los enemigos. Y ahí en la tierra de nadie, compartieron cigarros, recuerdos, sonrisas y un buen trago de whisky. Estaban en un llano de Bélgica, en Ypres y se dice que la tregua se propagó hacia otras trincheras en donde se hizo lo mismo. Desde luego que hay muchas historias. Una gran parte alimentadas por la inquieta imaginación que buscó consuelo en la fantasía. Varias hablan de partidos de futbol entre los bandos porque es un hecho que tras el balón no se puede, ni se debe correr armado. Por eso la metáfora cobró tanta fuerza.

Muchos años más tarde, previo a la Euro 1996, la banda inglesa The Farm inmortalizó aquel instante del pasado en la canción All together now , que es también ya un himno futbolero. Pero volvamos a la tierra de nadie. Muchos soldados escribieron a casa y relataron los detalles de la tregua. Alguien dice que rodó un balón de la nada. Otro contó que jugaron más de media hora. Muchos nunca olvidaron que alemanes y británicos disputaron ese hermoso partido de Navidad que puso en jaque los sentimientos bélicos.

La FIFA tiene registrado que Alemania e Inglaterra se enfrentaron por primera vez en 1930, pero en aquel espacio entre las trincheras lo hicieron 16 años antes. Por cierto, esa vez ganaron los germanos tres goles a dos sin que nadie haya desmentido jamás el resultado. Más allá del futbol, los enemigos se habían familiarizado. Y los altos mandos, enfurecidos por la osadía de sus tropas, juraron romper con cuanta tregua se impusiera a punta de cañón. Pero aquella Navidad de 1914 los hombres se dejaron de matar unos a otros y aunque sea sólo por una noche, los símbolos de la camaradería ratificaron su universalidad: una buena charla, un buen trago, mucha nostalgia y un simple juego de pelota fundieron en abrazos a las tropas enemigas que, tal vez, al otro día volverían a la guerra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo me e dedicado a la ilustracion de esos actos de violencia irracional como lo es la guerra, y ciempre me e puesto a pensar en eso que se ciente al compartir aquellos sentimientos con los ribales, y debo decir que en lo que cuenta la historia, vale mucho la pena recordar esos momentos tan tristes de paz... DEKER