Su majestad el futbol, ahí se concentra todo lo que es futbol. Hay público, hay campo, hay balón. Me considero un hombre afortunado. Afortunado porque, en primer lugar, no nací eligiendo lo que iba a hacer, pero a través de los años, en la infancia y en la juventud, sí elegí lo que me gustaba hacer que fue el futbol.
Mi nombre completo es Francisco Walter Ormeño Arango. Nací en Perú. Debuté en primera división sin saber cómo, ni porqué. Mi primer equipo, el que para mi sigue siendo de extraordinaria trascendencia, hasta hoy, es Universitario de Deportes donde debuté en primera división. Jugué cuatro años y fuimos campeones. Fui tentado para ir a jugar a Colombia en el año 1950. Jugué en el equipo Huracán de Medellín y de ahí regresé a Perú a jugar al club Mariscal Sucre. Y jugué con Boca Juniors cuatro años y el último año lo jugué en Rosario Central.
Yo siempre ansié ir a Argentina, llegué ahí, me sentí muy cómodo y es un país al que llegué joven, aprendí a ser profesional y maduré como persona y como hombre. Y después de eso, al terminar la temporada, me llegó una oferta desde Perú para regresar a jugar a la Alianza de Lima, después de cinco años de ausencia.
Un arquero es ni más ni menos que un acróbata. Tiene que tener trabajados todos los músculos de su cuerpo. Las manos, también las trabajé mucho pero de todas formas había que saber tomar la pelota. Yo no nací sabiendo, lo aprendí con los años.
Me sugirieron que viajara a México, llevo más de 45 años en este país y la verdad no he pensado nunca en abandonarlo. Yo venía sin contrato, sin conocer a nadie. Sin conocer el medio, siquiera. Me arreglé con el América y comencé a jugar. Hay un detalle pintoresco, mi contrato lo firmé en la salpicadera del auto de Fernando Marcos, entrenador del equipo, que fue quien trajo el contrato. Ángel Fernández me bautizó como el gigante de ébano.
Jugué tres meses para el equipo Zacatepec porque terminaba el campeonato, terminó el campeonato y vino un pentagonal y el Atlante me pidió de refuerzo para el pentagonal. Jugamos el pentagonal, nos fue muy bien y después de ese torneo el general me ofreció contrato. En Morelia jugué toda una temporada.
Yo nunca anuncié mi retiro, de un día a otro pasé de jugador a entrenador y ahí comencé a trabajar con el Atlante. Después de Atlante, fue Cruz Azul, Pumas y América. Y después Chivas, en 1973 y los salvé del descenso. Y después del Guadalajara trabajé con el Atlético Español, por primera vez. Hicimos una muy bonita campaña, tengo muy gratos recuerdos al grado tal que una vez al año se hace una comida con los directivos y jugadores de esa época.
Y me fui al León, trabajé en León pero no duré mucho tiempo, fueron alrededor de seis meses cuando mucho. Después de eso regresé otra vez a Atlético Español, pero cuando ya era Necaxa. Y trabajé con Necaxa. Trabajé cinco veces con Comunicaciones de Guatemala, de las cuales cinco veces fueron campeonatos y un subcampeonato. He trabajado también en Costa Rica, en el Saprissa.
En la India, y fui a trabajar allá en Goha, una zona balnearia bonita, y manejé a un equipo milenario que existe allá, el Dempo, y lo hice campeón. Y de ahí para acá he salido como muchas veces. Ya tengo algunos años de no dirigir aquí en México.
A últimas fechas se habla mucho de entrenadores viejos y entrenadores jóvenes y yo sostengo viejo es lo descartable, lo que ya no funciona lo que no tiene capacidad de desplazamiento ni razonamiento, eso es un viejo, un anciano, pero maduro es la circunstancia que yo vivo, si no trabajo es como si no existiera. Para mi, desde luego, no por trabajar gratis, es mas trascendente para mi tener trabajo que cobrar sumas de dinero.
Mi trabajo es futbol, mi hobbie es futbol, mi afición es futbol, mi profesión es futbol.
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