¿Un mexicano en el Inter de Milán? sí, un mexicano intentó
formar parte del gran equipo italiano dirigido por Helenio Herrera. Es el año
de 1963, justo cuando empieza la era del Inter Grande, el mismo que llevó a
cabo una proeza inolvidable al ganar tres escudetos, dos copas de Campeones de
Europa y dos Intercontinentales. Era entonces el mejor equipo del mundo.
El Inter de Milán fue fundado en 1908 y fue producto de una
protesta enérgica. La federación italiana prohibió la participación de
extranjeros en las escuadras locales por lo que un grupo disidente del A.C.
Milán rompió las reglas y abrió las fronteras para crear un equipo
Internacional, el Internazionale de Milano. Es a este legendario equipo de 1963
al que llegó un mexicano, quien a fuerza de voluntad, consiguió romper los
lazos del miedo y se fue a buscar suerte. Héctor Segura tenía 30 años cuando
llegó a Italia.
Segura inició su carrera deportiva con un equipo amateur de
gran tradición: el Recursos Hidráulicos. Formó parte del Atlante y a pesar de
sus cualidades como interior izquierdo, pocas veces alcanzó un lugar en el
cuadro titular. Dejó la camiseta azulgrana y se enroló en la segunda división,
siendo participe en el ascenso del Morelia. Con el lugar en primera asegurado,
Carlos Miloc fue contratado para ocupar su lugar y Héctor se fue al Poza Rica. De
Poza Rica pasó al Club América, donde fue difícil alinear con el cuadro
titular. También formó parte de la selección mexicana que conquistó la medalla
de plata en los Panamericanos de 1955. Y vale la pena mencionar que es hermano
de Angelillo Segura, un legendario jugador del América y del Atlante, en los
años 40.
La aventura por Italia sólo duró 45 días, realizó la
pretemporada con el que a partir de ese momento se convertiría en el equipo más
poderoso del planeta. Segura no llegó a un acuerdo y regresó a México. No volvió a jugar, quiso retirarse teniendo como último equipo al Inter de Milán, de
técnico al Mago del Futbol, Helenio Herrera, y como compañeros a jugadores de
la talla de Luis Suárez, Corso, Mazola o el capitán Ficchi. Esos instantes son
imposibles de olvidar. ¿Por qué no se quedó? No me lo quiso decir.
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